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Tribuna:El debate sobre la locura
Tribuna
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Las víctimas de la reforma psiquiátrica

Yo denuncio ante la sociedad por entero que la reforma psiquiátrica que se pretende hacer va a tener una víctima clara: el enfermo mental. Por él y en su defensa hago esta denuncia.Es evidente que el enfermo mental tiene los mismos derechos que cualquier otro enfermo, pero por razones obvias precisa que alguien vele por estos derechos, y ese alguien, es indudablemente el juez, al que le compete fundamentalmente atender el derecho a la salud del psicótico, la que sin atención médico-psiquiátrica es muy posible que se pierda. Por ello se deberá en ocasiones recurrir al internamiento, sin considerar que esto es un atentado a la libertad, pues el psicótico ha perdido su capacidad de elegir libremente, aspecto que se olvida con facilidad.

Lo que ocurre es que la asistencia y el tratamiento psiquiátrico son, caros, eso lo saben muy bien las diputaciones, que son las primeras interesadas en que se les descargue de ese pesado lastre, ya que la auténtica modernización de la asistencia del enfermo mental, aspecto que se quiere olvidar, dirigiendo la atención de forma intencionada exclusivamente al tratamiento, requiere una asistencia de grupo, en el que deben intervenir no sólo el médico psiquiatra, sino también especialistas clínicos, psicólogos, asistentes sociales, pedagogos, educadores, rehabilitadores y ATS. Ello por supuesto cuesta mucho dinero a la Administración, es una inversión escasamente rentable y por supuesto es además un colectivo de enfermos que no protesta, no se declara en huelga, y el desasistirlo es una forma de eliminarlo, actitud hipócrita con visos de nazismo. Por todo ello, la Seguridad Social trata a los psicóticos en los ambulatorios, pero rehúye su asistencia, lo que actualmente se pretende integrar en los hospitales generales, pero sólo en las fases agudas. ¡Las formas crónicas van a ser eliminadas por decreto!

En estos últimos tiempos se está produciendo un fenómeno en España que ya está superado en el resto del mundo, incluida Italia, donde el sistema de no internar a los enfermos mentales en centros psiquiátricos arrojó a gran cantidad de ellos al vagabundeo, la prostitución, el delito y, lo que es más grave, a la desasistencia y carencia de tratamiento psiquiátrico. Curiosamente en este último país se produjo la terrible paradoja de establecer dos tipos de enfermos mentales: los ricos, que podían disfrutar de asistencia específica hospitalaria y tratamiento, y los pobres, que han sido arrojados al abandono sin ningún tipo de control, asistencia ni tratamiento, so pretexto de que pertenecían a colectivos marginados a los que había que liberar e integrar en la sociedad.

Esta liberación ha dado lugar a la aparición dramática del loco errante, personaje trágico de las ciudades, que vagabundea hambriento y solitario en esa terrible soledad que imprime la psicosis.

15 años de retraso

Estos movimientos antisiquiátricos, ampliamente superados en la actualidad, pretenden en nuestro país adquirir una carta de naturaleza, con más de 15 años de retraso -creando graves problemas en la asistencia y tratamiento del psicótico-, ya que cada día adquieren mayor importancia la bioquímica y la patología moleculas cerebral, relegándose al olvido la psicología anencéfala.

Quizá todo ello venga del cónfusionismo de estos grupos al considerar a los centros psiquiátricos como centros de reclusión, olvidando su función asistencial. Entendiendo que los internamientos son un obstáculo para la curación, olvidando lo que conllevan de control terapéutico. Por pensar que sólo el hombre puede perder su libertad por una acción policial o judicial, olvidando que la psicosis es la patología de la libertad. Interpretando erróneamente que sólo existen cuadros agudos psicóticos y hospitalismos, olvidando las formas crónicas y deteriorantes de la enfermedad mental, cuadros que generan profundos defectos de personalidad, cuadros evolutivos severos a pesar de la moderna psicofarmacología. Por su deseo de desplazar el centro de gravedad desde el hospital a la comunidad, olvidan el objeto de la psiquiatría; el enfermo, con grave riesgo de neurotizar a la familia y a la sociedad, obligándoles a soportar una carga para la que gran parte de las personas no están preparadas, pues además, la convivencia con un enfermo mental es realmente estresante, hasta tal punto que cualquier médico puede tratar o incluso operar quirúrgicamente a cualquier pariente de primer grado, pero nunca un psiquiatra tratará a su hijo, cónyuge o padres, pues si lo hace, la transferencia y contratransferencia es tan potente que genera sin dudas gravísimos problemas que interfieren el proceso de curación.

La psiquiatría debe proteger al enfermo mental, en primer lugar de él mismo. En segundo lugar contra la sociedad, y no como generalmente se piensa, para proteger a la sociedad del psicótico. Precisamente esto es lo que llevó al padre Jofre, en 1409 en Valencia, a fundar el primer manicomio del mundo; el defender a un loco que estaba siendo maltratado por sus convecinos. Y, por último, la psiquiatría forense protege al enfermo mental del rigor de la ley, ya que no es ningún fantasma la peligrosidad del mismo, sino una realidad social, clínica y jurídica, la de que los psicóticos sin control, tratamiento ni asistencia psiquiátrica puedan llegar a cometer los delitos de sangre más graves, y además, si no son estudiados y valorados científicamente la justicia retrocedería siglos, al considerar de nuevo que los enfermos delincuentes son endemoniados o simplemente depravados criminales. Es sin duda en la historia de la humanidad y en la evolución del pensamiento, uno de sus capítulos más apasionantes, la concepción psiquiátrica del antiguo poseso, a través de un camino largo y penoso, en el que al fin se da un salto de gigante, y se interpreta científicamente, con rigor y objetividad, un hecho social que anteriormente llevaba al hombre a la hoguera.

De todo ello no debe deducirse que los internamientos de los enfermos mentales deban ser de por vida, sino única y exclusivamente el tiempo necesario, e interpretando que su estancia nosocomial es una parte más del tratamiento, no una condena, estando su alta condicionada a la remisión de la enfermedad, al soporte sociofamiliar que nunca debe imponerse, siendo esto uno de los hechos más aberrantes de la actualidad, a la posibilidad de reinserción social, y a los factores de riesgo psicótico que a veces son muy evidentes, y que pueden generar una nueva reactivación clínica y jurídica, con un nuevo acto de violencia psicótica.

Responsabilidades

Convendrá llamar la atención sobre la responsabilidad en que pueda incurrir algún médico o centro psiquiátrico que no prevenga los graves actos de un psicótico, al negarle su asistencia, tratamiento y control, al que están obligados en razón de la institución a que pertenezcan, ya que la mala praxis no debe entenderse limitada a cirujanos, anestesistas y médicos en general, pues también la mala praxis psiquiátrica puede dar lugar a gravísimas consecuencias que con una buena atención, tratamiento y asistencia, sobre todo esta última, que se niega frívolamente, hubieran podido ser evitados. De ello se tiene gran experiencia en el Centro Psiquiátrico Penitenciario, donde más del 80% de enfermos mentales internadps lo están porque una mala praxis psiquiátrica favoreció y no evitó una conducta desaustajda y sangrienta.

La psiquiatría siempre ha sido y es personalista, y conviene, al fin, romper con la imagen literaria y cinematográfica del psiquiatra, como alienista, alienante y alienado represor.

José Antonio García Andrade es presidente de la Asociación Nacional de Médicos Forenses.

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