La aventura de obtener o renovar el DNI
Se nos dice que las cosas son cada vez más fáciles y que ya no se precisa el pasaporte para viajar a Francia. Mi hija Meritxell cumple 14 años y, de acuerdo con la ley, desea obtener su documento nacional de identidad (DNI). Se dirige a una oficina de la policía y pide información. En la pared, un gran cartel: los números para la obtención o renovación del DNI se dan a partir de las 8.45. El horario es de nueve a doce de la mañana.Nos personamos con la correspondiente documentación a las 8.30. Nos dicen que ya no nos pueden dar número, pues sólo reparten 35 por jornada y ese día ya los han dado. Al día siguiente, a las 7.30, estamos en la cola, pero contamos las personas que tenemos delante y ya son 39. ¡Desilusión! El guardia de la puerta nos comunica que podemos marcharnos. En la tercera jornada nos levantamos con el sol y a las siete de la mañana estamos ante la puerta: es un día prometedor, pues tendremos el número 34. Detrás van llegando los holgazanes, los viejos, las mamás con niños pequeños, y vemos cómo tienen que retroceder sobre sus pasos. ¡Qué sádica satisfacción! A las 8.20 sale el funcionario y reparte los números, pero ese día no dan 35, sino 30. Al preguntar dónde tenemos que reclamar nos remiten al Ministerio de Asuntos Interiores. Me suena que eso está en Madrid y, claro, queda un poco lejos de Sant Cugat del Vallés. Un grupo se enfada y el policía razona: los españoles somos la monda, todos queremos el carné en verano para salir de vacaciones. Pienso que lleva razón: todos hacemos lo mismo al mismo tiempo. ¡Mira que empeñarnos en comer turrón todos en Navidad, o en ir todos a la playa en verano, o desayunar todos por la mañana ... ! Una solución sería programar los partos para la temporada baja. De esta manera los jóvenes cumplirían los 14 años en buena época.
Pensamos ser menos vagos y presentarnos un día de éstos antes de las seis de la mañana para suplicar que tengan a bien proporcionarnos un DNI obligatorio. Si la cosa nos sale bien, iremos a Perpiñán para estrenarlo en la frontera (¡qué desilusión si no nos lo piden!) y de paso celebraremos allí, con gran alegría, nuestro ingreso en el Mercado Común-
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