Juan Cueto y las lenguas
Se ha señalado en algunas ocasiones en este mismo diario que son más bien los pequeños agravios cotidianos y no las grandes formulaciones teóricas los que han contribuido y contribuyen todavía a la consolidación del sentimiento diferencial en Cataluña. Creo que entra en ese apartado un exabrupto publicado por Juan Cueto en este periódico (Iberia, 19 de julio 1985), que me parece una muestra ejemplar de radical incomprensión hacia las realidades y las reivindicaciones autonómicas. El artículo de Cueto, escrito con parecidas dosis de ignorancia y de malevolencia, arremete contra el uso de las lenguas que no son el castellano en los mensajes de la compañía Iberia a los pasajeros, con la excusa futil de que se las machaca "con la misma saña que machacan el inglés".Cueto demuestra no saber mucho de qué escribe cuando afirma que en los aviones te saludan en "mallorquín, catalán y valenciano", dando a entender que se trata de lenguas distintas. Cuestionar la unidad lingüística del catalán a estas alturas del siglo XX es demostrativo de una supina ignorancia, que yo no quisiera atribuirle, o bien de una ideología ultramontana capaz de negar las realidades científicamente establecidas, cosa de la que Cueto no ha hecho nunca gala, antes al contrario.
Pero más que ese desconocimiento, me preocupa del aparentemente frívolo artículo la deliberada voluntad de confundir que muestra al dar la genial y brillante idea de que saludar a los pasajeros en catalán es discriminatorio si no se hace lo propio en cheli cuando se sobrevuela Barajas, o en andaluz al atravesar Despeñaperros, puesto que "el resto de esos espacios aéreos autonómicos tienen rasgos lingüísticos (sic) igualmente reivindicables". ¿Qué es lo que verdaderamente molesta al señor Cueto? ¿La "espantosa prosodia" del personal de Iberia, o bien el simple uso de una lengua peninsular distinta al castellano? Ante el hecho de que el catalán, el gallego o el euskera tengan la consideración de lenguas oficiales en sus territorios respectivos, y se empleen también en los medios de transporte público (lo que me parece estar ciertamente lejos de ser una plena realidad), Cueto disimula mal, muy mal, su profunda incomodidad, reivindicando también el uso del "aragonés, guanche, riojano, extremeño y murciano" y deseando a la par que Iberia no estrelle "nuestras hablas". ¿No sería mucho mejor limitarse a pedir que pronunciaran bien las distintas lenguas del Estado, señor Cueto?
Que la voluntad de normalizar la lengua secularmente oprimida de catalanes, gallegos o vascos sea interpretada por el señor Cueto como "la fiebre regional, el sarampión de las señas de identidad, la escarlatina de las raíces lingüísticas" dice muy poco en favor suyo. Sin desdeñar la ironía y sin voluntad de parecer trascendente, creo que jugar con el derecho de los pueblos a su propia lengua es un ataque indigno a los derechos democráticos más elementales.-
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