El pianista desfalleciente
Enseñaba Joaquín Ruiz-Giménez en sus clases de derecho natural que el hombre no es ni bueno ni malo: el hombre es un ser desfalleciente, capaz de lo mejor y de lo peor.Nadie más adecuado que Keith Jarrett para ejemplarizar esta afirmación. Keith Jarrett es el prototipo del pianista desfalleciente, en perpetuo debate entre lo lleno y lo vacío, el marfil y el ébano, Horowitz y Mari Cruz Soriano. Como es lógico, inmerso en tan dramática alternativa, Jarret no puede ser un ejecutante normal. Presa de terribles convulsiones, salta de la banqueta, retuerce los brazos y grita y aúlla cual hombre lobo o doctor Jekyll en plena transformación. Otras veces parece sentir un goce casi físico con las melodías, y entonces las tararea tan alto que más parece que las cante en vez de tocarlas con el piano. Y todo esto al no aficionado puede resultarle estrafalario, pero el entendido sabe que es una de las cosas más importantes que pueden acontecer en el jazz de ahora mismo. Ya decía Hegel que los grandes hombres tienen leyes distintas.
XX Festival de Jazz de San Sebastián
Keith Jarrett Trio: Keith Jarrett, piano; Gary Peacock, contrabajo; Jack de Johnette, batería. 'Jam session': José María Farras y José Luis Medrano, trompetas; Roberto Rodríguez, trombón; Vlady Vas, Javier Carayalde y Ricardo Roda, saxos; Lucky Guri, piano; Miguel Ángel Chastang, contrabajo; Regolí, batería. Palacio Municipal de Deportes. San Sebastíán, 19 de julio.
Lo que pasa es que a Jarrett hay que saber por qué lado cogerle, porque hace muchas cosas: da conciertos de piano solo en los que inventa todo, compone unas cosas aburridísimas para orquestas sinfónicas, y ahora creo que está escribiendo un libro.
En San Sebastián han tenido el acierto de traer a Jarrett a hacer lo que mejor le sale últimamente: tocar canciones populares de autores como Gershwin o Kurt Weill, con acompañamiento de contrabajo y batería. Esto es algo que llevan haciendo años, y muy bien, otros pianistas sin que por ello tiemble el mundo. Pero es que en Jarret todo es especial: primero, porque es el héroe y el niño mimado del jazz de los últimos tiempos, según queda dicho anteriormente; segundo, porque, a tal señor tal honor, lleva de acompañantes a Gary Peacock y Jack de Johnette, dos que no deben ser humanos, porque no desfallecen jamás.
Además de ser un bajo y un batería de lo mejor que hay, si no lo mejor, estos músicos juegan con la ventaja de que, en esta onda, Jarret sigue los pasos del gran Bill Evans, con quien tanto Peacock como De Johnette estuvieron en diferentes momentos y de quien, según le comprueba, aprendieron bien la lección.
Así, pues, con tanto pronunciamiento favorable, Jarret estuvo muy bien, e incluso eminente en la segunda parte de su actuación. Fue efectiva también la primera propina, God bless the child, porque nuestro hombre practicó en ella un pianismo deportivo.
Contra los obstáculos de ir tras semejante éxito, y empezar más allá de la medianoche, se celebró la jam session de músicos españoles. La lista de nombres que se menciona más arriba, en la ficha del concierto, da fe de lo acertado de la selección y exime de valorar uno a uno a los participantes. Puesto a mojarse y a señalar sus preferencias, el crítico menciona a Roda por su buen gusto en la serie de baladas; a Vlady, por su elegancia de aristócrata del saxo, y a Farras por elegir Old folks. En el piano, Lucky tan pronto acompañaba con buen instinto como se lanzaba a hacer solos con frenesí, trayendo recuerdos de Jarrett.
Regolí es un seguro de vida: con él de batería es difícil que algo salga mal. Y Chastang cubrió bravamente el hueco de Dave Thomas, ausente de la cita a causa de una enfermedad cuyo recuerdo fue el único punto negro de tan luminosa reunión.
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