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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La 'pedrea' de la crisis

AUNQUE LA espantada de Miguel Boyer de un Gobierno cuya remodelación se hacía precisamente a requerimiento suyo y de acuerdo con sus peticiones pueda haber sido considerada por alguien como prueba de cierta irresponsabilidad, no cabe duda de que él es uno de los economistas capaces y de los políticos lúcidos que este país tiene. Por eso no es de extrañar que Felipe González haya querido mantenerle en el área del sector público, entregándole la presidencia del Banco Exterior, de capital importancia para el futuro inmediato de las relaciones económicas internacionales de nuestro país y para el engranaje de las finanzas españolas.Independientemente de que parezca algo chusco esa especie de intercambio de cargos con Fernández Ordóñez -el nuevo ministro de Exteriores era el predecesor de Boyer en el banco, y fue precisamente éste el que le recomendó a él para el Gabinete-, no caben dudas respecto al hecho de que contar con los conocimientos y la capacidad de trabajo de Boyer sigue siendo una ventaja para el partido socialista y el Gobierno que ampara, y una suerte para la marcha general de la cosa pública.

Pero por lo mismo que esto es así, es preciso insistir en que la consideración no resulta en abosluto trivial. El líder de la operación reformista y portavoz de la Minoría Catalana en el Congreso, Miquel Roca, ya preguntó oportunamente en su día al presidente del Gobierno si éste incurriría en la tradición franquista de consolar con cargos políticos o en la empresa pública a los cesantes de su Gabinete. La respuesta de Felipe González no fue todo lo rotunda que muchos hubieran deseado. La tentación de remunerar mediante este tipo de nombramientos los servicios prestados es connatural a todo poder que trata de perpetuarse y que hace caso omiso del carácter de delegación de la soberanía popular que en las democracias posee. Una pedrea de premios menores tras la crisis para los fieles cesantes sería un espectáculo bochornoso que no creemos esté dispuesto a dar un Gobierno que llegó prometiendo el cambio.

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Si es curioso, cuando menos, que un servidor del Estado -según se ha definido a sí mismo- y funcionario en activo como Fernando Morán anuncie su disposición inmediata a convertirse en colaborador habitual de la Prensa dos semanas después de perder la cartera, más notable sería que el presidente, en un esfuerzo de reparar heridas causadas o de contener supuestas revanchas, incurriera en la tentación señalada de repartir caramelos políticos con cargo al Presupuesto. Porque una cosa es utilizar a personas capaces, como Boyer, que por razones políticas abandonaron -queriéndolo o no- su puesto, y otra muy diferente acudir a socorrer a aquellos que lo perdieron debido precisamente a su incapacidad. En la sagacidad para discernir sobre ello, y en la demostración que haga a la opinión pública, tiene Felipe González oportunidad de reparar los daños que su propia imagen ha sufrido con el atropellado manejo que ha hecho de la crisis. O de agravarlos.

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