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Pólipo

Manuel Vicent

Aproximadamente, Ronald Reagan también es un ser humano, y aparte de eso, a mí cualquier señor que tiene un pólipo me merece todos los respetos. En el intestino de todo mortal, aunque se trate del presidente de Estados Unidos, siempre hay un gusano haciendo un capullo en la clandestinidad. Uno puede vivir intensamente la propia apariencia mientras en el secreto de las vísceras el capullo en forma de cabeza de coliflor crece sin cesar y sus filamentos de oro, como bigotes de gamba, van tomando posiciones en la oscuridad hasta encontrar un punto fijo donde agarrarse. Un buen día se levanta con la cara de melocotón podrido y la familia, que no dice nada, comienza a dudar si tiene en el armario alguna corbata negra. Pero los pólipos pueden ser benignos o malvados, de derechas o de izquierdas. Por regla general, los tumores de la gente de orden acostumbran a ser buenos, o al menos dudosos.Este vaquero valeroso ha sido Hevado a la piedra por los cirujanos. Antes de la anestesia le ha dado un beso a la señora Nancy. Luego le han rebanado por dentro. La operación ha sido sencilla, y la recuperación espectacular, según la propaganda médica, hasta tal punto que en este momento Reagan ya está leyendo los comics de los periódicos y contando chistes malos a las enfermeras. Todo ha sido normal dentro de la frivolidad política. Pero este presidente tiene otros pólipos más difíciles de extirpar. Cuba, Irán, Libia, Nicaragua y la Unión Soviética, que reparte la metástasis entre todos los pobres de la Tierra.

En realidad, Norteamérica es una nación muy débil. Sus habitantes asépticos, en cuanto salen de la frontera, si beben agua del grifo o comen un pincho moruno cogen unas diarreas espantosas. Su príncipe del Oeste amenaza con invadir pequeños países, hace gracietas con la bomba atómica, besa a Nancy, monta a caballo, cree en el Dios del Sinaí y gasta bromas acerca del fin del mundo, pero cultiva demasiados pólipos en el intestino. Sin duda, reírse del propio tumor es una última y saludable forma de vivir, recuperarse con tanta facilidad es una insolencia. Una altivez desesperada que se deriva de la impotencia mientras el capullo trabaja.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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