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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un paso atrás México

CASI SE han cumplido las previsiones electorales anticipadas por el gubernamental Partido Revolucionario Institucional (PRI), que, aunque no llegó a conseguir los 300 diputados que se reparten por el sistema de mayoría relativa y elección directa, se quedó sólo con 297 escaños en la futura Cámara de Diputados, más los siete gobernadores en disputa y los puestos de alcalde en los ayuntamientos que hasta ahora estaban en poder de la oposición en el norte del país. La oposición derechista del Partido Acción Nacional (PAN) tendrá que conformarse con dos diputados directos, y el tercero ha correspondido al curioso Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), una especie de sucursal del PRI cuya existencia se justifica sobre todo por la necesidad de controlar los votos de los partidos políticos dentro de la Comisión Federal Electoral. Además de estos tres diputados de elección directa, la oposición tendrá derecho a recibir en la pedrea lo que le toque de los 100 diputados que se reparten proporcionalmente desde que la reforma política concedió esa posibilidad a la oposición al PRI.El partido que gobierna México desde hace 56 años arrasó, como si se tratase de dejar bien claro que no queda abierto el menor resquicio para veleidades de tipo bipartidista y que el sistema continúa plenamente vigente. La verdad es que sin necesidad de recurrir al fraude electoral, el PRI habría conseguido una mayoría arrolladora. No sería serio discutir la fuerza política impresionante que el PRI tiene en México; fuerza que es un factor de estabilidad y la base de una política exterior de signo progresista. Pero el PRI no se ha contentado con ello; ha querido llevar su triunfo más allá de lo que constituye su fuerza electoral, por procedimientos contrarios a la democracia; no ha tenido escrúpulo en recurrir a todas las artimañas en los Estados del norte del país, donde el avance panista había llegado a poner en tela de juicio su hegemonía.

El PRI no ha querido correr el riesgo de dejar a la oposición derechista del PAN uno de los puestos de gobernador en un Estado fronterizo con Estados Unidos, en Sonora o Nuevo León, donde los casos de fraude han sido más escandalosos. A lo largo de la campaña electoral el PRI y los medios de comunicación afines se dedicaron con insistencia a lanzar la acusación de que el PAN es un partido al servicio de los intereses norteamericanos.

Si se recuerda la historia, se comprende que la presencia del poderoso vecino del Norte provoque ciertos temores en el PRI a perder puestos esenciales de poder en los Estados fronterizos, pero no justifica en ningún caso el fraude perpetrado en las elecciones del 7 de julio, que han significado un paso atrás en el intento de renovación moral, que constituye el eslogan fundamental sobre el que basa su presidencia Miguel de la Madrid. Parece como si el PRI se dejase influir por la teoría del dominó, según la cual la pérdida de un gobernador podría desencadenar un mecanismo susceptible de derribar los cimientos mismos del sistema, que se basa en el dogma de la invencibilidad del partido en el poder desde hace 56 años.

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Por otra parte, la arrolladora victoria electoral del PRI no podrá servir para mitigar ni un ápice los problemas que aquejan a México, donde la crisis se ha hecho palpable los últimos días en forma de una especulación histérica para adquirir dólares, lo que ha motivado una devaluación fáctica del peso mexicano muy por encima de la tasa de deslizamiento acordada por las autoridades. Gobernar, en estas circunstancias de crisis económica, con una disminución real de los salarios a causa de la fuerte inflación, será cada día más difícil para el PRI. El modelo basado en el ogro filantrópico ha entrado en crisis, porque la carencia de recursos hará casi imposible el reparto de beneficios sociales y servicios, que en los años de prosperidad petrolera hicieron posible amenguar la protesta de los que exigían justicia.

En esta coyuntura de crisis resulta más lamentable la situación que presenta la izquierda mexicana, enzarzada en sus permanentes divisiones internas, incapaz de ocupar un espacio político y de capitalizar el voto de protesta, que ha ido a parar en su gran mayoría al derechista PAN.

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