La emoción de los toros mañaneros se quedó en la calle
ENVIADO ESPECIALLos toros de Domecq dieron leña por la mañana en el encierro. Uno, que se quedó rezagado de la manada, enseñoreó su fiereza por la calle Mercaderes y corneó a varios mozos, produciendo unos interminables minutos de peligro y emoción intensa. Y ya no tuvo fuerza ni casta para más, ni ese ejemplar ni sus hermanos de carnada. Por la tarde, en el ruedo, los toros mañaneros de Domecq eran filfa.
La invalidez de los Domecq y su feo estilo constituyeron un rotundo fracaso, que se suma a anteriores fracasos de otras divisas lidiadas en estos Sanfermines, y la feria del toro lleva camino de convertirse en un fracaso también. Hacía años que no salían en esta plaza tantos toros, tantas corridas seguidas, sin fuerza.
Plaza de Pamplona
11 de julio. Sexta corrida de feriaToros del marqués de Domecq, bien presentados excepto el cuarto; inválidos y de feo estilo Ruiz Miguel: estocada trasera (vuelta con protesta); bajonazo descarado (silencio). Ortega Cano: pinchazo y media estocada (oreja); cuatro pinchazos y estocada (vuelta con algunas protestas). Tomás Campuzano: dos pinchazos, otro hondo y dos descabellos (silencio); bajonazo descarado (palmas)
Siempre se había dicho aquí que el encierro aviva el temperamento de las reses, pone a punto sus músculos y su tono; éste era el motivo de que en Pamplona apenas se vieran las caídas que son normales en otros cosos. Pues ahora ocurre al revés. En cinco corridas y una novillada que llevamos de abono, 36 reses en total, ninguna ha sido capaz de derribar. Ayer se llegó al circense más dificil todavía: hubo toros, como el cuarto y el quinto, que ni siquiera pudieron resistir tres leves picotacillos.
Toros de tal manera tullidos es inevitable que ocasionen espectáculo malo, y así ocurrió ayer. Puede ser, naturalmente, que alguno de los toreros se sienta inspirado a pesar de todo y ligue lanzes o muletazos por pinturería, como era el caso de Ortega Cano, que se encuentra en un espléndido momento de forma. De cualquier modo, aún en éstas circunstancias, pese a que al final haya oreja, siempre se echa en falta la emoción del toro y los méritos del torero quedan reducidos a la mitad.
Ortega Cano compuso al segundo inválido de la tarde una larga faena, planteada con torería en su primera mitad, a base de seguidos, redondos y naturales, y con habilidad en su segunda, por manoletinas, molinetes de rodillas y otros alardes dedicados a la galería, que en Pamplona es el colectivo de las peñas y su apasionado bullicio. El trasteo al quinto toro, que se quedaba cortito pues había entrado en fase agónica, también tuvo una parte de toreo fundamental instrumentado a conciencia y otra de muletazos accesorios, con nuevas manoletinas y pases altos en cadena. En esta ocasión no cortó oreja Ortega Cano porque mató mal, pero dejó su cartel en alza y si nadie le desbanca en los días que quedan es, de momento, el triunfador de la feria.
Ha estado muy torero Ortega Cano en sus dos actuaciones, lo mismo con la muleta que con el capote. Ayer cuajó algunas buenas verónicas, puso al toro en suerte con impecables rogerinas, hizo cadencioso quite por chicuelinas. En cambio con las banderrillas bajó mucho, pues hacía la suerte con vulgaridad. Sólo puso al público en pie al reunir un par arriesgadísimo, pasando por tablas, del que hubo de escapar tomando precipitadamente el olivo.
Ruiz Miguel se defendió de los contínuos cabezeos de su primero con el valor y la facilidad para la finta que le caracterizan, y al cuarto, que se caía con mirarle, lo empeoró mediante un muleteo destemplado y nervioso. Tomás Campuzano empezó bien su primera faena, reposado, apurando la buena técnica de muleteo, pero corno las peñas se aprestaban a la merienda y no le hacían caso, perdió la moral y casi los papeles. El sexto, reservón, se le quedaba en la suerte y optó por abreviar.
Los toreros tuvieron escaso protagonismo ayer. Los mozos lo habían reclamado para sí, pues estaba la Televisión. Desde que empezó la corrida hicieron cuando saben. Enlazaban unas canciones con otras, la del Osasuna a la UEFA va, Mamá Inés, arriba la goma 2, el Opus De¡, que se vayan: llevaron de todo a la plaza, para que se viera por pantalla. A Ortega Cano en la vuelta al ruedo le regalaron un chorizo gigante y una canastilla de huevos, que tenía el simbólico valor de la obviedad. Cosa fina. Recordaban al pequeñín de la casa, cuando llega una visita, que luce todas sus habilidades, desde pegar volantines hasta recitar el artículo primero de la Constitución.
Las peñas no ofrecieron ayer el espectáculo añadido de su espontaneidad, la frescura de sus ocurrencias, seguramente porque se miraban en las cámaras, y por empeñarse en dar la imagen festiva y bullanguera de los Sanfermines, les salió su caricatura. Poco importa de todas formas, pero los toreros pagaban las consecuencias, y el espectáculo, que resultó pobre. Ahora bien, lo peor de la corrida fueron los toros, que se habían dejado la fuerza, la casta y la emoción en el encierro mañanero, y de eso no tienen la culpa los mozos. Si después de criar con esfuerzo y mimo durante cuatro años un toro de lidia, raza exclusiva, resulta que se dedica a pegar cornadas en la calle y esa es toda su gloria, más le valdría al ganadero rifar hierro y divisa en una tómbola.
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