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Tribuna:100 años del nacimiento del autor de 'El principio esperanza'
Tribuna
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El retorno de la imagInación

Cuando se hace la biografía intelectual de Bloch sorprende que casi todo pueda llevar a él y que casi todo pueda fluir de él. En vendaval poco escrupuloso, Bloch de todo se apropia. Y como venganza a su incansable absorción de lo que le interesa, se le depreda sin piedad.Deske la ortodoxia cristiana -él, un heterodoxo- hasta la rebelión filosófica más inocua se reclaman de Bloch. Y se le ha convertido -¡cómo no!- en un teélogo. En este punto puede estar tranquilo, ya que -parece- el destino de los filósofos es que la historia los juzgue como aprendices, prolongadores o agazapados continuadores de la teología. Ocurre, sin embargo, que la supuesta teología de Errist Bloch sufriría un serio revolcón si se estudia su obra desde el papel central que el pensador otorga a la imaginación.

La imaginación

Ni la filosofia empirista ni la filosofía idealista se han sentido a a gusto con la imaginación (para ambas, repitámoslo una vez más, la imaginación es la que introduce la locura en casa). Para los primeros, la imaginación es un obstáculo para el conocimiento. Para los segundos, un grado, como mucho, inferior de conocimiento.

La imaginación, en suma, sería algo desarticulado y confuso, lo que se hermana con el error. ' La ciencia y la lógica se hacen, así, incompatibles con la imaginación. Ésta, la fantasía y el ensueño serían los enemigos de la sensata concepción de la realidad.

Bloch, por el contrario, cuenta fundamentalmente -su ontología y su materialismo en ella están entroncados- con la imaginación. Bloch, sin renúnciar a la tradición de la filosofía moderna alemana, ligará su utopía a la imaginación. Éste es su drama, su mérito y su originalidad.

Dos puntos de apoyo nos pueden servir para subrayar la importancia de la imaginación en Bloch. Uno es una breve comparación con Schelling. El otro, una vez más, el recuerdo de la tradición ,judía de la que se sirvió nuestro autor.

Fue Habermas el que llamó a Bloch "un Schelling marxista". Schelling, el romántico Schelling (contra el voluntarismo y contra el racionalismo), situará su filosofía en la esfera del arte. El artista, el que crea por la imaginación, es el que nos lleva, a través del símbolo, a las entrañas de la naturaleza, al centro de la realidad; es el que encuentra la rendija que señala la luz última del mundo.

El artista une en su intuición lo universal y lo particular, lo consciente y lo inconsciente. Él es el vehículo privilegiado (¡qué lejos se estaba de la devaluación del genio que va a tener lugar a mediados del siglo pasado!: el genio sería un enfermo) del conocimiento.

La segunda referencia coloca a Bloch en una tradición mucho, más antigua. Es un tema excesivamente conocido en la literatura blochiana, aunque, tal vez, tampoco se haya reparado en este caso en la función de la imaginación. Se trata de la cábala. Y dentro de la cábala hay un concepto esencial: el Zahor.

La luz que envuelve

Zahor signífica esplendor, infinitud. Es la luz que todo lo envuelve e invade. Es el centro de las cosas lo que atrae, lo que pone en movimiento a los seres. Bloch, precisamente, juzgará las cosas en función de su acercamiento al esplendor. El arte, las rebeliones apasionadas, lo marginado que puja, los sueños y fantasías, prefiguran tal esplendor.

De ahí que las categorías ontológicas de Bloch no se entiendan si no es desde la imaginación. La metáfora no es una ayuda o aftadido al sistema. Si los conceptos han de afilarse hacia "lo uno, hacia aquellos que necesitamos", nociones cómo "todo", "posibilidad", "todavía no", etcétera, serán, en justicia, metáforas de metáforas. Una ontología de lo aún no sido, de lo que está en camino y proceso, volcada hacia adelante ha de anclarse en el dominio de la imaginación.

Imaginación no como sombra del conocimiento o sólo como fuente de placer. Imaginación, más bien, como lo que fuerza los conceptos y los rompe, como lo que está más cerca del movimiento que de la muerte de lo quieto. Pero, igualmente, imaginación creadora, productora, ya que ella también es parte del centro del mundo. Su ojo crítico le viene dado porque en el fondo es parte de lo divino del mundo (la presencia de la imaginación kantiana es patente en Bloch).

Y si esto es así, entonces nada tiene de extraño que el pensamiento de Bloch sea materialista, religioso y poético al mismo tiempo. Un materialismo que rec uerda, en parte, la interpretación que del materialismo de los gnósticos hacía Bataille. En nuestro caso se trataría de ver la materia como principio activo, sin autoridad externa, riéndose de un ficticio principio superior idealista, sin aceptar un orden que en su misma existencia sería la negación de la libertad. Una religión que -lo dijo Novalis, por mucho que le pesen a Bloch los nostálgicos- "es poesía práctica". Signo de deseo

Y una poesía en cuanto que en ella la palabra se alía con la imaginación y se convierte en signo de deseo. La consecuencia es que el teólogo Bloch se transforma, por medio de la imaginación, en contrateólogo. Si esto sigue siendo aún teología, no es culpa ya de Bloch.

Kierkegaard insistió en el hombre interior, en el hombre escondido al que hay que llegar. Bloch, seguidor en muchos aspectos de Kierkegaard, tratará de exteriorizar, parir, hacer visible lo invisible interior. Kierkegaard insistía en que a su época lo que le faltaba era pasión. Bloch lo que exigirá es imaginación. A nuestra época -para ello y con Bloch- lo que le falta es imaginación.

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