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La deuda exterior puede provocar una nueva crisis bancaria el próximo año

Soledad Gallego-Díaz

El peligro de una crisis bancaria internacional volverá a ser muy fuerte en 1986-1987 porque los países endeudados pueden encontrarse una vez más en graves dificultades para pagar sus intereses, según afirma Darrell Delamaide, director para Europa del Institutional In vestor y autor del libro El shock de la deuda. Delamaide, uno de los expertos en mercados financieros internacionales, estima que en 1985 se ha dejado de hablar de la crisis bancaria porque la economía norteamericana ha experimentado un crecimiento notable.

Los países endeudados han podido exportar a EE UU y cobrar en dólares con los que pagar los intereses de las deudas contraídas con bancos privados norteamericanos. "El principal de la deuda sigue ahí, y estoy muy poco convencido de que Estados Unidos pueda mantener su crecimiento", explica Darrell Delamaide, que vive en París." Si hay una recesión en EE UU, la crisis volverá a plantearse con toda su fuerza". Según el experto británico, los bancos europeos no están tan afectados, porque han reconstruido provisiones con las que poder hacer frente a una pérdida del 20% o 30% del dinero que les deben, pero los grandes bancos norteamericanos siguen siendo extremadamente frágiles. "Hasta ahora", añade, "han logrado ganar tiempo, pero la realidad es que ya han perdido el dinero".

Darrell Delamaide considera que la responsabilidad de la crisis bancaria recae en los Gobiernos que no fueron capaces de reglamentar la actividad de los bancos en cuanto se apreciaron los primeros efectos del shock petrolero, en 1973. "Estados Unidos se niega todavía a admitir que se trata de una crisis política y que no tiene sentido encarar el problema de la deuda externa de los países en vías de desarrollo como un simple contrato comercial entre un país soberano y un banco privado".

Nacionalizar los bancos

Según Delamaide, por primera vez se habla públicamente en Estados Unidos de la nacionalización de la banca o de una parte importante de ella. "Hay diferentes escenarios posibles, pero uno de ellos, tan factible como los otros, es que el Gobierno norteamericano se haga cargo de la deuda y nacionalice los bancos en quiebra, bien directamente o bien a través de un fondo especial. Mucho más impensable que la nacionalización es creer que Washington puede dejar caer, sin más, bancos como el Citibank o el Chase".El principal problema, añade, es que Estados Unidos sigue negándose a admitir el enfoque político de la enorme deuda contraída por países como Brasil o Argentina. "El plan de austeridad aprobado por el presidente Alfonsín da un poco de tiempo extra a los bancos norteamericanos, pero no soluciona su problema". Para Delamaide cada día es más obvio que los países prestamistas tendrán que perdonar antes o después una parte importante de la deuda. Si la economía norteamericana no sigue creciendo en 1986, lo que le parece muy probable, la crisis bancaria estallará con toda su fuerza.

"Lo más lamentable", explica Delamaide, "es que antes se hablaba del desarrollo económico de los países del Tercer Mundo, y ahora se habla sólo de su supervivencia. Es válido, sobre todo para África, pero también para América Latina: se están perdiendo oportunidades de desarrollo. La situación es cada día más peligrosa".

"Es falso pretender que la crisis bancaria internacional se puede evitar si los países endeudados se someten a planes de austeridad ideados por el FMI. El problema ya no reside en esos países. Da igual lo que hagan en 1986: lo importante es lo que suceda en EE UU.

Darrell Delamaide se considera moderadamente pesimista: "La mejora experimentada en 1985 es puramente circunstancial, pero creo que no hay que exagerar: no se trata del fin del mundo. Simplemente es una crisis grave que exigirá una solución política".

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