Los Sabandeños cumplen 20 años de vida folclórica
Un caso insólito de supervivencia en la música española
No ha sido necesario esperar 20 años para reconocer la magnitud del fenómeno Sabandeños, y al cabo de este período da la sensación de que el tiempo se ha pasado volando. Hoy, la cultura canaria no es posible entenderla sin la aportación lírica y musical de este grupo folclórico de Tenerife, y su amplia discografía constituye la enciclopedia más veraz para el foráneo que desee escudriñar los problemas y las señas de identidad de este pueblo. Sin Los Sabandeños, las islas habrían estado huérfanas del motor que las moviliza musical y socialmente. Ahora cumplen 20 años, en un caso insólito de supervivencia en la vida musical española.
Las dos décadas transcurridas sitúan a este grupo entre la historia culta y la leyenda popular. Pocos canarios no han presenciado en vivo un recital de Los Sabandeños, y antes de acceder al primer libro de texto habrán escuchado una de sus isas o folías. Tras el impacto que supuso su irrupción en el complejo mundo cultural canario, Los Sabandeños lograron matrimoniar a los pueblos de las siete islas y se han erigido en portavoces de sus sentimientos y embajadores legítimos por el mundo.La Parranda de don Luis comenzó a grabarse, en 1965, en el barrio lagunero de Punta del Hidalgo (Tenerife), en la finca familiar de Sabanda, propiedad del historiador José Peraza de Ayala. Elfidio Alonso y Enrique Martín compartían allí el verano con Julio Fajardo, los Bacallado, Falo Perera, Manuel Luis Medina, Juan José García y otros.
Revolución
El grupo folclórico más importante de Canarias surgió modestamente y pateó romerías y fiestas rurales antes de presentarse oficialmente en el Ateneo de La Laguna, la fuerza institucional cultural de la isla, de la mano del periodista y escritor Alfonso García Ramos. Después, Los Sabandeños protagonizarían una auténtica revolución dentro del folclor canario. Con la estructura de una agrupación coral apoyada en una sencilla sección de cuerdas, en la que no falta el pequeño timple autóctono, y simples elementos de percusión, transformaron los improvisados corros de romeros y campesinos de los ventorrillos festivos en un auténtico espectáculo para ver desde una butaca o bailar encadenados por las manos bajo el escenario. Los Sabandeños entraron directamente en la universidad una semana después de su debú. Y cruzaron el charco al año siguiente para actuar en Las Palmas, invitados por el compositor Nestor Álamo. Allí les esperaba el poeta de la resistencia antifranquista Agustín Millares Sall, que recitó en el teatro Pérez Galdós el poema Llegaron Los Sabandeños. Desde entonces no paran de cantar de isla en isla y de pueblo en pueblo. El éxito de Los Sabandeños penetró desde el principio en las discotecas. Empezó con una de las canciones de su primer disco, la Isla de la vieja, y ha continuado hasta su último elepé.El billboard (lista de éxitos de FE UU) les ha colocado entre los superventas españoles. En tres etapas, distribuidas entre 1965 y 1970, entre ese año y 1976, y desde entonces hasta hoy, Los Sabandeños han tenido sucesivas incorporaciones y salidas de componentes, al tiempo que introducían saltos importantes hacia adelante en su obra. El más controvertido, la inclusión de la música latinoamericana, que ha formado parte solidariamente con la música canaria del cancionero sabandeño. Desde la aparición de La cantata del mencey loco, el grupo asumió una reactualización del pasado aborigen de las islas en discos como Guanche y La rebelión de los gomeros.
Ese rescate lo integró en el movimiento nacionalista. Los Sabandeños, que en tiempos del franquismo fueron víctimas de la censura y aún recuerdan que el ministro Pío Cabanillas amnistió uno de sus discos, conocerían una etapa de vetos y olvidos en plena efervescencia cubillista.
'La muralla'
Su versión de La muralla debió ser suprimida en una actuación televisiva para no herir la sensibilidad racial de un invitado, el doctor Barnard. Un grupo que se forma en el franquismo, atraviesa la transición y se orienta con una extraña vitalidad hacia el final del siglo, con la conciencia de haber subvertido esquemas folclóricos preconcebidos dando paso a otras formas e ideas, que han incidido dentro y fuera de las islas, participa, después de cumplir dos décadas, de una innata condición vanguardista de la que Canarias ha dado muestras cíclicamente.La experiencia de Los Sabandeños es distinta y semejante a un tiempo al despliegue cultural que supuso en Tenerife en los años treinta el grupo Gaceta de Arte, y reproduce las mismas inquietudes renovadoras de los escritores y artistas que removieron las concepciones estéticas de aquella época en Canarias. El folclor, que fue entonces desechado por los intelectuales, hoy es readmitido como factor cultural en las islas: "Resultaba contradictorio que los extranjeros que nos han descubierto ' como Verneau, Berthelot o Humboldt, se ocuparan de nuestras tradiciones para dar lugar a todo un movimiento cosmopolita, y nosotros negáramos al folclor el papel de vanguardia. Manolo Millares es el ejemplo de que ambas direcciones deben convivir", señala Elfidio Alonso, coordinador de Los Sabandeños y autor de la mayoría de sus canciones.
Su presencia durante todos estos años ha sido la clave de la continuidad del grupo, que para el Larousse representa el más fiel exponente de la canción social con raíz en la cultura tradicional canaria. Autor de una novela, El giro real, ganadora del Premio Prensa Canaria, y un estudioso de todas las vertientes de las tradiciones canarias, ha dedicado su vida al folclor: "Desde que recuerdo, ya cantaba el arrorró". Su largo centenar de composiciones, repartidas en discos como La cantata del mencey loco, Misa sabandeña, Seguidillas del salinero, Canarios en la independencia de Latinoamérica, Cantos canarios y Boperos canarios de amor y trabajo, le convirtieron en 1980 en finalista del Premio Nacional de Música, que recibió Andrés Segovia.
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