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Tercer día del secuestro del avión de la TWA

Los asaltantes del avión de TWA piden a España la libertad de dos shiíes

IGNACIO CEMBREROEl comando de extremistas libaneses shiíes que secuestró el viernes un avión de la compañía aérea norteamericana Trans World Airlines (TWA) formuló anoche, durante su tercera escala en el aeropuerto de Beirut desde que comenzara este suceso, una nueva exigencia: la liberación de Mohamed Rabal y Mustafá Jalil, dos shiíes libaneses detenidos en España por atentar contra un funcionario de la Embajada de Libia en Madrid. Esta reclamación se suma a las realizadas con anterioridad para que fueran puestos en libertad 700 shiíes detenidos por Israel. Pedro Schwartz, director de la Oficina de Información Diplomática, afirmó anoche que será difícil que el Gobierno ceda a estas presiones.

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El atentado shií en Madrid

Nabih Berri, que además de acaudillar a la milicia shií Amal es ministro de Estado para el sur de Líbano, se puso en contacto telefónico con el embajador de España en Beirut, Pedro Manuel de Arístegui y Petit, para confirmarle que los piratas aéreos "quieren que sean soltados los dos hombres detenidos en España".Arístegui, que un mes después de su llegada a Beírut fue secuestrado durante cuatro horas por el hermano de uno de los detenidos en la prisión madrileña de Alcalá-Meco, se puso en comunicación con el Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid y en la Embajada española en Beirut se organizó una guardia durante toda la noche de ayer a hoy. El director de la OID, Pedro Schwartz, dijo ayer que es difícil que el Gobierno ceda a las presiones de los secuestradores como no lo hizo -recordó- cuando secuestraron al embajador español en Beirut y se pidió la liberación de los mismos shiíes. Schwartz también confirmó que Fernando Morán había mantenido contactos con la Administración norteamericana.

Manuel María Sassot, director general para el Medio Oriente y el Norte de África del Ministerio español de Asuntos Exteriores, dijo anoche a este diario que en el proceso contra los shiíes que atentaron contra un diplomático libio, que presumiblemente se verá el próximo día 19, la Embajada de Libia en España se ha hecho parte, por lo cual el procesamiento se realiza no únicamente a instancias de España, sino también de Libia.

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Alerta de Amal en Beirut para evitar un ataque sorpresa

Viene de la primera páginaLa inesperada exigencia de la puesta en libertad de los dos encarcelados en la prisión española de Alcalá-Meco por atentar el pasado mes de septiembre contra un funcionario de la Embajada de Libia -que no fue formulada durante las 25 horas de estacionamiento del avión en Argel- inducen a pensar que la petición no partió del comando shií que se encuentra a bordo del Boeing, sino de alguno de sus interlocutores en la caótica torre de control del aeropuerto de Beirut a la que cualquier persona tenía fácilmente acceso.

Una fuente diplomática no española emitió la sospecha de que algún miembro de la familia Rahal o algún amigo de los detenidos de la prisión madrileña se introdujese en la torre y rogase al portavoz de los secuestradores que añadiese esta reivindicación a la lista de sus exigencias. La inclusión a posteriori de esta petición, añadió la mencionada fuente que sigue de cerca las conversaciones, no le resta ninguna credibilidad.

Es más, poco después de tomar tierra minutos antes de las dos de la tarde -hora peninsular española-, los piratas aéreos parecían más bien considerar a Arístegui como un intermediario entre ellos y sus enemigos, Israel y EE UU. Esta es la impresión que dieron cuando, siempre a través de la radio de a bordo, le pidieron que, junto con los embajadores de Francia, Christian Graeff, y el Reino Unido, David Miers, representantes de la ONU y el ministro libanés del Interior, Yusef Iskaf, se desplazase al aeropuerto.

El jefe de misión español consultó inmediatamente con Madrid, donde el ministro Fernando Morán le dio "la luz verde para llevar a cabo cualquier misión humanitaria", pero, probablemente con razón, Berri les desaconsejó a los diplomáticos que se desplazasen hasta la terminal del aeropuerto, donde dio a entender que no podía garantizar su seguridad a pesar de que está teóricamente controlada por sus hombres.

El aparato secuestrado el viernes en el espacio aéreo griego había tomado tierra a primera hora de la tarde en la pista del aeródromo beirutí, paralela al mar, sobre cuyas aguas y a 1,5 kilómetros de distancia navegaba una lancha patrullera carente de pabellón que permitiese identificarla, pero que pertenecía, según fuentes castrenses occidentales, a la Marina de Guerra de Israel.

Para disuadir de un desembarco, la milicia de Amal, que controla el aeropuerto, instaló dos baterías antiaéreas entre la pista y el agua, que disparaban con regularidad sobre la lancha, con el propósito de impedir su aproximación a la costa. Sólo en una ocasión la lancha abrió brevemente fuego.

La radios libanesas contribuyeron a aumentar la tensión señalando en sus boletines que la aviación israelí se había mostrado especialmente activa en el cielo de la capital, dando a entender así que con la multiplicación de sus vuelos de reconocimiento preparaba una reedición de la célebre operación Entebbe, de 1976.

Una lancha artillera

La sorprendente presencia de esta lancha artillera resucitó el temor de Amal de una eventual acción militar israelí para rescatar a los rehenes. Sus milicianos en el aero puerto recibieron refuerzos al mismo tiempo que sustituyeron a la Sexta Brigada del Ejército, también shií, en el control de la carretera de acceso, para evitar que agentes enemigos introdujesen ar mas en el terminal.

Desde una torre de control abarrotada, donde se codeaban controladores aéreos, milicianos, soldados regulares, empleados de la línea aérea libanesa MEA, los periodistas pudieron escuchar un comunicado del comando shií reclamando la libertad de sus hermanos, pero cuando más tarde un avión procedente de Ginebra preguntó si el aeródromo permanecía abierto, el ruido era tal en la sala que apenas se percibía la voz del comandante, y su interlocutor tuvo también que gritar para ser oído.

Tras anunciar que daba lectura a su penúltimo comunicado, la voz exaltada del portavoz del comando empezó por repetir sus acostumbradas demandas y amenazas, pero, a renglón seguido, pidió concretamente al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que consiga la puesta en libertad de 50 prisioneros en manos del Ejército israelí a cambio de los tres varones norteamericanos de cierta edad que fueron soltados el domingo de madrugada en Argel.

Si esta gestión prosperaba, los secuestradores, que se definieron como "justicieros y no piratas", se declararon dispuestos a aceptar nuevamente a bordo a un equipo del CICR antes de explicar una vez más que `su acción está dirigida contra la agresión israelí y contra Estados Unidos, que financia y apoya a Israel".

En la madrugada de hoy, los periodistas fueron expulsados del aeropuerto, y entre ellos se extendió la idea de que tal medida iba dirigida a posibilitar que los secuestradores, probablemente fatigados, fuesen relevados por otros correligionarios.

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