La apología del tabaquismo
Modestamente, puedo asegurarle que, si hay alguna cualidad que yo posea, ésa es la paciencia. Paciencia para ahuyentar el humo del puro del comensal de al lado tímidamente con mi servilleta cuando como en un restaurante. Paciencia para impedir que mi vecino de ascensor me chamusque el lóbulo de la oreja con su cigarrillo. Paciencia para echarme algún colirio en los ojos tras una sesión de trabajo con compañeros a los que respeto su vicio. Paciencia para asomar las narices por la ventanilla del taxi cuando el conductor se permite análogo lujo al del señor Cueto en el autobús guineano.Soy, en suma, lo, más alejado a un miembro de la cruzada antitabáquica. Me parece, sin embargo, absolutamente intolerable que, hoy día, un medio como el que usted dirige sea utilizado no sólo para la apología de la propagación del tabaquismo, sino también para justificar -y en este caso alentar- la transgresión de elementales normas encaminadas a proteger la convivencia.-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.