Un puyazo en el riñón
J. V., El último toro de la corrida del pasado viernes en Las Ventas llevaba un boquete borbotando sangre a la altura del riñón, consecuencia de un puyazo. Obviamente el picador no apuntó allí, sino que se le fue la mano o le resbaló la vara, pero había apuntado a la parte trasera del lomo, que es donde siempre pican a los toros. Cuando un picador tiene intención de castigar el morrilo, sí se le va la mano, el puyazo quedará trasero. Si lo que pretende es tundir los lomos del toro, si se le va la mano el puyazo puede acabar en el rabo. O en el riñón, como el viernes.
Los matadores no tienen autoridad para acabar con este atropello, es evidente, o acaso los picadores siguen sus órdenes, porque prefieren moribundo al toro, antes que enterizo. De cualquier forma, con esta manera de hacer la suerte de varas el buen orden de la lidia queda desvirtuado y convertido en una salvajada, que da argumentos a los enemigos de la fiesta, y ya que los jefes de cuadrilla no ponen remedio, como debiera ser su obligación, y debe ser el presidente quien intervenga, aplicando con todo rigor las sanciones que prevé en estos casos eI reglamento, tanto para el picador como para el director de lidia. La presente feria de San Isidro es una de las más interesantes que se recuerdan, porque sale el toro, con trapío, generalmente encastado y hasta con poder. Pero a su vez es una de las más escandalosas de los últimos años en lo que se refiere al tercio de varas, pues los picadores destruyen la fuerza e incluso la vida de los toros con sus lanzazos traseros, que incluyen brutales desgarramientos de las carnes del toro.
Los manipuladores
Ha habido toros que, por esta razón, quedaron aplomados, lo cual sirve a los taurinos, como siempre, para manipular la realidad acomodándola a sus intereses, diciendo que la falta de embestida se debe al exceso de kilos. Su pretensión es, por tanto, que disminuya el trapío de los toros, en tanto continúa la carnicería de los puyazos traseros.
Pero los taurinos se descalifican solos . La temporada anterior decían que si se caían los toros era porque las ganaderías atravesaban una crisis de casta. Y ahora vemos en la feria que no se cae casi ninguno; como si la casta fuera recuperable en cuestión de meses.
Especialistas en argumentaciones capciosas, demagogos, pretenden tarribién que sea el matador quien decida cuántos puyazos debe recibir un toro. Ninguno admite que deba ser erradicado el puyazo en el riñón; con extraño razonamiento proponen, en cambio que, una vez herido en el riñón el toro, el matador disponga a su antojo si se debe dar por finalizado el tercio o seguir adelante con la matanza.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.