_
_
_
_

Y es de Cartagena

FERIA DE SAN ISIDROCómo toreó Ortega Cano al cuarto toro. ¡Cómo lo toreó!. Cualquiera que estuviese en la plaza y no conociera la biografía del torero, habría jurado que es de Ronda y se llama Cayetano. Y no: es de Cartagena y se llama José. ¿Hay arte taurino en Cartagena? En Cartagena, está demostrado, hay tanto arte taurino como les falta a ciertos toreros sevillanos, que parecen oriundos del norte de Noruega.El arte de torear es, también, como lo creó Ortega Cano ayer en el cuarto toro. Está convenido por ahí, naturalmente entre taurinos, que el arte sólo es "de pellizco", según definen muy gráficamente de Despeñaperros para abajo, y como la creación del diestro cartagenero no recogía esta característica, a lo mejor le ponen en entredicho.

Plaza de Las Ventas

24 de mayo. Undécima corrida de feria.Cinco toros de Ramón Sánchez, desiguales de trapío, inválidos. Cuarto, sobrero de Martinez Benavides, con poder y boyante. Ortega Cano: pinchazo, media perdiendo la muleta y descabello (silencio); media baja tendida a un tiempo (oreja y clamorosa vuelta al ruedo). Tomás Campuzano: estocada caída (silencio); pinchazo, otro hondo -aviso- y cinco descabellos (silencio). Yiyo: dos pinchazos y estocada caída (silencio)pinchazo hondo y descabello (silencio)

Pero el arte no admite dogmatismos ni conoce limites. El arte es una creación libre y en toreo puede abarcar desde la sutilidad del lance alado a la solemnidad abacial de un muleteo hondo. Caramba qué cosas puede abarcar el arte taurino. Y si vale, es necesario añadir que de todo ello hubo en el toreo de Ortega Cano al cuarto toro de ayer.

Era un toro de una vez, contra pío, muy serio y agresivo de pitones además poderoso. Es decir, un toro importante. Llegó noble y encastado al último tercio y admitía faena, como luego se vio, pero había que hacérsela. Había que plantearla en el terreno preciso y cogerle el ritmo, que es el temple del toreo. El terreno lo fijó Ortega Cano en los medios y el ritmo fue suyo en cuanto le embarcó en una tanda de redondos, de asombrosa ejecución.

La plaza ya se desbordaba en entusiasmo cuando Ortega Cano cuajó esos redondos y loquita la volvió al recrear el toreo al natural en su versión más pura. ¿Loquito estaba el público? Pues más fuera de sí lo puso el artista cartagenero con los muletazos con que devolvió el toro al tercio, y allí, con otra serie de redondos, cruzándose en el cite, parando en el embroque; mandando en el semicírculo del viaje, vaciando detrás de la cadera para ligar, apenas sin solución de continuidad, el siguiente muletazo, que aún era mejor. Después, se dobló por bajo a dos manos y ese toreo también fue de alta escuela.

Faena grande la de Ortega Cano; faena concebida e interpretada con autoridad y categoría propias de una figura del toreo. Sólo le quedaba coronarla con la estocada por el hoyo de las agujas, según mandan los cánones, y eso fue lo que faltó, qué lástima torero, por que el estoque entró abajo y tendido. Era el momento de disimular y disimulamos todos. La obra artística, con tanta grandeza concebida no podía desmerecer por un error mecánico de última hora. La oreja estaba ganada y el diestro cartagenero dio la vuelta al ruedo bajo un auténtico clamor. El público se rompía las manos de aplaudir.

Parecía mentira que ese torero fuera el mismo que le había dados pases mediocres al primer torillo de la tarde. La inspiración es así de caprichosa. O quizá se trataba de que ese torillo, insignificante e inválido, no le inspiraba la torería. Hasta con las banderillas estuvo mejor en el toro serio que en el de risa. El toro primero, en efecto, había sido de risa, y así salieron otros. En todo lo que llevamos de feria, no habían salido por los chiqueros tantos tullidos. Con ellos estuvieron muy vulgares Tomás Campuzano y Yiyo, que segura mente también son oriundos del norte de Noruega.- Tuvieron que aparecer los sobreros, cojos y todo, para que volviera la seriedad a la plaza. El primer sobrero derribé a un caballo, le sacó las tripas y lo mató. El segundo sobrero derribó también, y El Pimpi, que es él contratista de la cuadra, le echó una bronca al picador, que se había pegado una costalada de abrigo. Porrazo y encima gritos; hay días en que debiera uno quedarse en la cama.

Amostazada la afición con tanto cojo, la que ocupa el tendido del 7 había protestado a ese segundo sobrero, que salió acalambrado. Y como después exhibió fortaleza y dio juego, la masa que ocupa el tendido 6 emprendió una pelea dialéctica con los vecinos. El 6 contra el 7, qué situación. Los del 6 voceaban mortificantes frases a los del 7, con intolerables acusaciones a sus ancestros, en tanto los del 7 les respondían "ignorantes", que en una plaza de toros es gravísima acusación, la peor de todas, y hasta puede provocar duelos en el campo del honor. El guirigay subía de tono y por los altos del 8 surgieron otros beligerantes espectadores, que se ponían del lado de los del 6. Sitiados los del 7, braceaban en todas direcciones y les faltaban palabras para replicar a tanto chillón.

Pero en esto se iluminó el ruedo y surgió la faena cumbre de un artista genial, y en cuanto empezó a crearla, ya estaban todos de acuerdo. El toreo puro obró el prodigio de llevar la concordia al acalorado tendido, y cuando acabó la corrida los antes enemigos irreconciliables pegaban la hebra y se daban tabaco. Naturalmente, la afición sesuda ilustraba con datos a la desinformada: "Que sí, le juro a usted, por mis hijos, que es de Cartagena ¿qué quiere que yo le haga?".

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_