Mayonesa cortada
Tiene Cuando llega la noche todos los ingredientes. que prometen, casi sin margen de error, una buena película: eficaz, aunque soso, protagonista, Jeff Goldblum; preciosa estrella de ojos azules, Michele Pfeiffer; lujoso conjunto de actores-soporte, como la racial griega Irene Papas, la maravillosa favorita de Hitchcock Vera Miles, el todo-lo-sabe-hacer David Bowie, el director francés Roger Vadim, el idem norteamericano Paul Mazursky; un argumento insólito y trepidante de Ron Koslow; y un director de probada pericia como John Landis. Pues bien, la película no funciona.¿Por qué? Cuando una película no funciona suele ser por muchas causas, pero siempre hay una predominante y en este caso la evidencia se inclina hacia el platillo de más peso, el más básico de cuantos determinan el interés o la falta de él de un filme: la naturaleza de la historia contada y sobre todo el cómo tal historia está concebida. Telegráficamente: el guión. Y, en este caso, ya que el guión de Cuando llega la noche tiene a su vez buenos ingredientes dentro, el mal está en su formalización global, que es embarullada y con elementos de muy diversa, y hasta contradictoria, procedencia estilística, pero que por defectos de engarce y deficiencias de unificación, a la postre lastran el ritmo, desmadejan y confunden los hilos de atención del espectador.
Cuando llega la noche
Director: John Landis. Intérpretes: Jeff Goldblum, Michele Pfeiffer, Richard Farnsworth, Irene Papas, Vera Miles, Kathryn Harrold, David Bowie, Roger Vadim, Paul Mazursky. Norteamericana, 1984.Estreno en Madrid: cines Gran Vía, El Españoleto, Salamanca, La Vaguada.
Cuando llega la noche es al mismo tiempo varias cosas y lo malo es que nunca llega a ser una sola. En ocasiones es un drama psicológico, otras veces de intriga, otras de acción deductiva, otras de acción violenta, a veces de comedia sentimental templada y finalmente otras veces de comedia de disparate. Al toque sutil sucede sin transición el gag cortado y a este el momento de vibración continuada, sin que se puedan asumir en un relato unitario estos estímulos estilísticos, cómicos y dramáticos, de procedencia tan distinta.
Uno se queda, tras la contemplación de Cuando llega la noche, solo con pasajes o, como mucho, con secuencias, sin percibir la edificación de un todo que no existe. Pero en un filme, cuando no hay un todo, no hay nada. La mayonesa que no logra unificar sus, por sí mismos, ricos ingredientes va al cubo de la basura, y no hay ninguna razón para que esta buena costumbre gastronómica no sea aplicada al cine.
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