La rueda
Técnicamente, la resurrección de la carne es posible. He aquí algunas razones para sentirse optimista: el tiempo es infinito, el número de átomos que componen el universo es limitado, la nada no existe y la materia nunca se aniquila, sino que se transforma en una perpetua aleación siempre distinta. Sólo hay que ponerse cómodo y esperar. Dentro de esta rueda perenne llegará un momento en que la ley de probabilidades, con un rigor matemático, volverá a combinar las moléculas de idéntica forma y entonces el mundo, en este preciso instante de su historia, se repetirá con exactitud y usted será de nuevo carnicero, actor, magistrado, labrador, ejecutivo o vendedor de lavadoras. Habrá resucitado. ¿Pero quién dice que usted no es ya un ser redivivo?La teoría de los ciclos o del eterno retorno, cultivada por los presocráticos, tiene variaciones inagotables. Jugando con el tiempo infinito y los átomos limitados en evolución constante se pueden realizar sucesivos montajes hasta la alucinación. Tal vez en la época anterior al caos el propio Napoleón fue uno de los esclavos que construyeron otras pirámides muy anteriores y los cuarenta siglos que según la famosa arenga iban a contemplar la hazaña de sus soldados no eran sino el punto fugaz de otra galaxia cuya germinación se encuentra toda.vía en el futuro. Todo es materia. Probablemente usted ha sido primo carnal de Buda, y como las moléculas en su rotación han adoptado todas las formas posibles, cualquier mortal ha visitado ya el cielo y el infierno y ahora está repitiendo una existencia que ha vivido en un extremo de otro círculo. Quiero decir que la eternidad se fragua en cada instante y la realidad de la materia unida al tiempo es a la vez una salvación y una condena. El hombre se ve forzado a dar vueltas infinitas, a morir y a nacer sin posibilidad de agotarse jamás, a repetirse a sí mismo hasta la tortura, a tener varios dobles que en este momento habitan en otro lugar del espacio. He aquí algunas razones para sentirse optimista: usted tendrá mil ocasiones más de revivir aquel amor, de vengar aquella injusticia, ya que no hallará la forma de escapar a la inmortalidad. Sólo tiene que ponerse cómodo y esperar el turno.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.