Una versión mimada de 'Orfeo'

Entre tantas aportaciones, institucionales y privadas, al Año Europeo de la Música la de la Caixa de Pensions ha revestido particular importancia. La versión mimada, casi representada, de la ópera Orfeo, de Claudio Monteverdi, por los Taverner Consort y los Taverner Players, dirigidos por Andrew Parrot, el viernes, en el teatro Real, debía haber provocado una aglomeración de público, si la melomanía madrileña fuera enteramente auténtica. No se escucha todos los días este "capolavoro del Renacimiento", como denomina Bacchelli a Orfeo, sin cuyo conocimiento y relativa asiduidad nadie puede afirmar con absoluta veracidad que sabe lo que es música en el más alto y riguroso concepto del término. Cierto que el público numeroso que acudió a la convocatoria monteverdiana reaccionó con intenso entusiasmo. Por algo desde su estreno en el palacio Ducal de Mantua, el año 1607, Orfeo no cesa de conmover a las gentes. Unos años antes, los florentinos .prorrumpieron en sollozos" ante las Eurídices de Peri y Caccini, que con la Dafne del primero (1597) ponen en movimiento el mundo complejo y trascendente de la ópera.Pero es a partir del Orfeo de Monteverdi cuando el drama lírico se hace posible, con una suma de valores raramente producidos en el transcurso de los siglos. Asombra, cada vez que se comprueba, tan conmovedora belleza y tan sencilla y permanente modernidad. No pretendió Monteverdi -ni era asunto de su tiempo- ser original antes que otra cosa, pero encontró la originalidad a través de la naturalidad de su favola, no sólo en el célebre hallazgo del hablar cantando, que parte de una exacta consideración de la palabra en sus diversos parámetros, sino también en la estrecha unión interna de cuantos valores sustantivan la música representada: narración, descripción, comentario, expresión de afectos y pasiones, autonomía orquestal e interrelación de lo vocal y lo instrumental. Quizá por vez primera se determina en el teatro musical el valor dramático de lo instrumental, con invenciones sorprendentes, como el acompañamiento del órgano Regalía para la intervención de Caronte.

Los muchos problemas técnicos y estilísticos de la interpretación monteverdiana parecen no existir cuando los aborda y resuelve iin conjunto de cantantes e instrumentistas que los practica cotidiananamente, bajo la segura orientación de Andrew Parrot, más que un especialista, un músico completo y refinado, triunfador en un repertorio que abarca cinco siglos de historia musical.

Los Taverner operan en grupo, sin actitudes divistas, no obstante el mérito de las individualidades. No tendría sentido trazar una crítica al uso: todos y cada uno logran algo tan verídico, vivo y expresivo en lo musical como en la apuntada acción teatral.