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Reportaje:

Industria y chabolas en Leganés

Amelia Castilla

Más de 400 empresas y alrededor de 4.000 trabajadores, repartidos en industrias de chatarra, cerrajería, traperos y recogedores de papel, materiales de pirotecnia, cocederos de oreja y talleres de toda índole, conforman uno de los núcleos de economía sumergida más importante de Madrid, construido sobre terreno rústico en el cerro del Castañar, del municipio de Leganés.Algunos expertos califican este polígono como un clásico ejemplo de "chabolismo industrial". La situación de estas empresas se ha convertido, según palabras del alcalde, el socialista Fernando Abad, "en una bomba de relojería que hay que desactivar consolidando la zona como polígono industrial y poniendo las empresas al día". La actitud del Ayuntamiento está condicionada, según el alcalde, por la gran concentración de puestos de trabajo que absorbe este núcleo. "No podemos derribar el polígono", dice Abad; "bastantes parados tenemos ya en el pueblo, concretamente 10.500, que representan el 20% de la población activa".

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Una patrulla de la Policía Municipal Rural vigila constantemente el asentamiento del cerro del Castañar desde hace año y medio para evitar que se instalen nuevas empresas. Los agentes que se han familiarizado con los propietarios a base de abrir expedientes de incautación de materiales y exhibir órdenes de derribo, son saludados con naturalidad por las pocas personas que transitan por las calles. El cerro del Castañar es como un poblado del Oeste: calles sin asfaltar, edificios ruinosos, ninguna infraestructura, perros llenos de pulgas algún que otro bar y chabolas.

La mayoría de las empresas son de carácter estrictamente fa miliar. La firma De Blas, que se dedica a la recogida de papeles y cartones, es de las pocas que tie nen empleados. Luis Cano, de 24 años, es uno de los trabajadores. Asegura que trabaja 18 horas dia rias y que come y duerme en el almacén. Todos los días, a partir de las doce de la noche, se sube en un camión con otros tres compañeros para recorrer las calles de Madrid en busca de papeles y cartones entre las basuras que luego selecciona y empaqueta. Cobra 12.000 pesetas a la semana y asegura que está dado de alta en la Seguridad Social. A su familia, que vive en Fuenlabrada, la ve los domingos a partir del mediodía. Trabaja en lo mismo desde que tenía 12 años.

El asentamiento de pequeñas industrias relacionadas con la chatarra y los desperdicios alrededor del arroyo de Butarque comenzó con el inicio de los años setenta. Por esas fechas llegó Marcelo García, cuando le expropiaron un pequeño taller de cerrajería que tenía en el barrio madrileño de Cuatro Caminos. Los proyectos de sacar a la superficie la economía sumergida le parece bien, siempre "que no tengamos que pagar millones, porque aquí trabajamos para vivir y sólo sacamos para tirar p'alante".

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