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Shultz y Gromiko fracasan en su intento de acercar las posiciones entre las dos superpotencias

El secretario de Estado norteamericano, George Shultz, y el ministro soviético de Exteriores, Andrei Gromiko, dedicaron ayer seis horas en Viena a debatir las conocidas divergencias que separan a Estados Unidos y la Unión Soviética en una amplia gama de temas internacionales, sin que ello contribuyera a aproximar sus posiciones de manera apreciable. Respecto a la posibilidad de que Ronald Reagan y Mijail Gorbachov se ecuentren próximamente, una alta fuente soviética manifestó que no hay nada nuevo. La parte norteamericana resolvió ese mismo tema con un escueto "sin comentarios".

El único punto de acuerdo que se desprende de las breves declaraciones finales pronunciadas a término del encuentro es que ambos lados consideran la discusión de ayer "valiosa y útil", una fórmula diplomática que se utiliza habitualmente en este tipo de reuniones.El capítulo de desacuerdos que ambas partes, y sobre todo la Unión Soviética, quisieron ofrecer a la Prensa es, en cambio notable. Wladimir Lomeiko, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores soviético, destacó que Andrei Gromiko había hecho una "crítica de la política general norteamericana". Por su parte, el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, subrayó ante los periodistas que había dedicado buena parte del encuentro a debatir el asunto de lo derechos humanos, especialmente conflictivo para su interlocutor.

Una ocasión perdida

Aunque tanto Andrei Gromiko como George Shultz declararon al llegar a Viena que no esperaban nada concreto de este encuentro, las circunstancias que lo han rodeado permiten pensar lo contrario, e incluso apreciar que las dos superpotencias han perdido una ocasión importante para encauzar por mejor vía sus relaciones.Más que una reunión personal entre los dos altos representantes, el encuentro de ayer en Viena fue una pequeña cumbre -la primera celebrada desde que Gorbachov llegó al Kremlín- que reunió a responsables importantes de las administraciones de los dos países. Ocho personas por cada uno de los países se sentaron a la mesa dispuesta en la Embajada soviética de la capital austriaca. Para dar una idea de la importancia de la delegación norteamericana, baste decir que formaban parte de ella el consejero presidencial para Asuntos de Seguridad, Robert McFarlane; el subsecretario de Estado para Europa, Richard Burt, y el consejero en materia de control de armamentos, Paul Nitze. La delegación soviética estuvo integrada por altos funcionarios de Exteriores, entre los que se citaron los nombres de Kapitza y Bonderenko.

El encuentro tenía una duración programada de dos horas, pese a lo cual se extendió cuatro más, hasta las ocho de la tarde. Con el tiempo crecieron las especulaciones en el sentido de que la reunión podría traducirse en un anuncio importante.

En lugar de ello, los participantes sólo ofrecieron un repertorio de sus contrariedades. Tanto Shultz como el portavoz de Gromiko reconocieron que el grueso de la reunión había estado dedicado al debate sobre las conversaciones de Ginebra y el control de armamentos.

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Lomeiko constató, al final, que "por las declaraciones de Shultz no se pudo sacar una conclusión sobre la voluntad de Estados Unidos para traducir a la práctica las declaraciones de la Administración norteamericana a favor de la limitación de armamentos". La conclusión soviética no puede estar más lejos del lenguaje que reflejaría un principio de acuerdo.

La Iniciativa de Defensa Estratégica o guerra de las galaxias se mantiene como el principal escollo para Moscú.

Así, tras calificar la actitud de EE UU de "no constructiva", Gromiko recordó la necesidad de respetar el acuerdo alcanzado en Nueva York el pasado 8 de enero, por el que se excluye un arreglo en Ginebra sobre arsenales nucleares que no vaya acompañado de una prohibición de lo que la URS S entiende como militarización del espacio.

Grorniko reiteró, además, la propuesta de moratoria en todos los armamentos nucleares y espaciales hechas por Gorbachov el pasado 7 de abril.

En cuanto a Shultz, planteó las tres medidas de confianza anunciadas por Reagan hace una semana en Estrasburgo: intercambio de observadores en maniobras, creación de contactos periódicos y de una línea de urgencia entre mandos militares y renuncia al uso de la fuerza. No consta que haya habido una respuesta del lado soviético.

Al margen de ese desacuerdo básico en el asunto más urgente, los representantes de las dos superpotencias criticaron sus respectivas actuaciones en distintos lugares del mundo. Del mismo modo que Shultz acusó a la URSS de violar los derechos humanos y pidió compensaciones por el caso del militar estadounidense abatido en la República Democrática Alemana.

Gromiko le señaló al norteamericano que 'una de las causas de la tensión mundial es la voluntad de ciertos círculos de dictar un camino a Estados independientes, y de interferirse en sus asuntos internos", con mención de Centroamérica, Suráfrica, Asia y Oriente Próximo.

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