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38º FESTIVAL DE CANNES

Los actores de Truffaut le rinden un homenaje póstumo

Vivement Truffaut, un montaje de extractos de películas del director francés coproducido por el propio festival de Cannes, ha sido el protagonista de la jornada. Para presentarlo han subido al escenario Jeanne Moreau, Catherine Deneuve, Jacqueline Bisset, Charles Denner, Gérard Depardieu, Fanny Ardant y otros muchos actores que intervinieron en las cintas de Truffaut, entre ellos Jean-Pierre Léaud, el inolvidable Antoine Doinel de Los 400 golpes, el alter ego del cineasta. Un homenaje al director francés desaparecido en octubre del año pasado, a los 52 años.

El acto ha sido sencillo y emocionante, un homenaje de los personajes a su creador, un gesto de humildad de, las estrellas agradecidas a quien las inventó, quien les dio sus mejores papeles. Para Fanny Ardant o Jeanne Moreau este encuentro, culminado con un retrato de familia, era mucho más que un trámite profesional, tal y como probaban los ojos enrojecidos de las actrices cuando han salido a la calle para recibir el aplauso del público.Vivement Truffaut es un documental modesto, no demasiado inspirado y convencional en su montaje, pero tiene la virtud de no cortar las secuencias, de no querer arrebatar a Truffaut su condición de personaje principal de la obra. Los fragmentos de filmes se alternan con otros muy significativos entresacados de entrevistas con el director: momentos en los que Truffaut expone sus ideas sobre el cine considerado como una expresión intensificada de la vida y en los que habla de la belleza como algo que sólo accidentalmente puede captarse, muy en la línea de las tesis bazinianas.

Brasil ha presentado a competición El beso de la mujer araña, versión cinematográfica de la novela de Manuel Puig dirigida por Héctor Babenco, hablada en inglés e interpretada por Raúl Julia, William Hurt y Sonia Braga.

Un beso falto de pasión

El desafío era considerable, ya que la novela transcurre en una celda y una buena parte de su texto consiste en el relato que hace uno de sus protagonistas, un homosexual mitómano, de películas que le permiten evadirse de la sórdida realidad carcelaria, evasión que tarda mucho en ser comprendida por su compañero de celda, un preso político. Héctor Babenco no ha sabido renunciar a la tentación de visualizar las ensoñaciones, muy en la línea de airear lo que se considera claustrofóbico. La historia no progresa, sino que se arrastra fatigosamente hasta el final sin ganar la intensidad deseada. William Hurt es un esforzado pero improbable loca brasileña, y Raúl Julia, más convincente, incorpora al preso políticamente comprometido.

Para quien desconozca la obra de Puig y el argumento pueda ser una sorpresa, quizá el filme tenga un cierto atractivo y no le moleste el tono parádico de los flashes en los que Sonia Braga es la heroína de un romántico y folletinesco filme de aventuras, amores y espionaje; pero para quien la ha leído o visto su adaptación al teatro, lo hecho por Babenco es de una falta de rigor notable, una solución de compromiso que pretende evitar riesgos, esquivar el aburrimiento y las acusaciones de película literaria y teatral, para acabar siendo un híbrido que se queda a mitad de camino de todo.

No hace demasiados años, si alguien hubiera dicho que en la selección oficial de Cannes figuraría un western lo habrían tomado por un inconsciente o por un enloquecido fanático del género.

El 'western' de Eastwood

Si además el adivino se hubiese atrevido a vaticinar que su director era Clint Eastwood, el rostro impenetrable de las películas del Oeste rodadas en Almería de la mano de Sergio Leone, el oráculo habría quedado desautorizado para siempre. Pero en 1985 Pale rider figura en competición y Eastwood es uno de los directores favoritos, casi un clásico, pues se cita a Anthony Mann cuando se le quiere comparar con algún cineasta y a Gary Cooper cuando la referencia es a su labor como intérprete. Un arranque formidable que plantea los problemas con rapidez y rotundidad, un considerable sentido del humor (el protagonista tiene un tono marcadamente caricaturesco) y unas hermosas y bien concebidas secuencias sentimentales son los elementos más positivos de la película Pale rider, que a ratos es premiosa y demasiado vulgar. Así, la batalla final, casi un homenaje a Leone, no tiene entidad por la falta de preocupación mostrada por las cuestiones de estrategia militar y la caricatura acaba volviéndose en contra de la película.

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