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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El juego de espejos del 12 de octubre

Aún después de su cuarto viaje Colón creía que había llegado a Asia por la ruta de Poniente, señala el autor de este trabajo, que repasa la historia poniendo de relieve los múltiples espejos que se han sucedido en la interpretación del descubrimiento de América. El quinto centenario, en su opinión, debe conmemorar, más que el descubrimiento y la conquista, el hecho del encuentro entre dos mundos, para que no haya más colonizados ni explotados.

Son los mapas, como en alguno de ellos se lee, speculum orbis terrarum, espejo de las tierras del mundo. Europa y África, al Poniente, y el Asía inmensa, al Oriente, en la concepción ptolemaica, conformaron por muchos siglos la imagen del mundo. Ignoradas las tierras más allá de las aguas en ambos extremos, el mundo, en el espejo ptolernaico, fue orbe de extensión disminuida.Cuando el 12 de octubre de 1492 desembarcó Colón en la isla de Guanahaní no pudo explicarse por qué desde las Canarias había tenido que navegar 37 días. Parecía ello implicar que Europa estaba mucho más alejada de Asia, por la vía del Poniente, de lo que cabía suponer. Había creído él que, encontrarido el nuevo derrotero, llegaría pronto a la China, Japón, La Especiería y la India. Mucho importaba esto, ya que los turcos habían vuelto imposibles los intercambios comerciales por las rutas del Oriente.

Como lo muestran su diario y sus cartas, Colón se marituvo firme, aun después del cuarto de sus viajes, en la persuasión de haber llegado a Asia. Correspondió a otros -entre ellos a los Cabotos, Álvarez Cabral, Corte Real, Vespucio, La Cosa, Solís, Ojeda, Núñez de Balboa...- hacer aportaciones que fueron cambiando la imagen del mundo. En los espejos de otros muchos mapas aparecieron ya delineaciones geográficas y leyendas muy diferentes. Por el rumbo donde se situaba antes la mítica ínsula de Antilla se delinearon otras varias islas con leyendas que decían: "Son éstas las Antillas del Rey de Castilla". En mapas posteriores se mostró el perfil de una gran masa terrestre en el ámbito sur: "Terra incognita", "Tierra de Santa Cruz", "América" y "Mundus Novus". En casi todos esos espejos del orbe terráqueo pronto se incluyeron leyendas que decían que tal isla o tal tierra había sido inventada, descubierta, por determinado navegante al servicio de una u otra Corona.

Los navegantes

Se difundieron a la par las distintas relaciones de los varios navegantes y se publicaron asimismo crónicas, décadas y otras obras para dar cuenta de lo que se iba conociendo, o como se decía, descubriendo y conquistando.

En los años veinte del siglo XVI, con asombro se supo que al Poniente de las Antillas habían sido descubiertos y conquistados reinos no sospechados, con grandes poblaciones y muy ricos en oro. En particular se hablaba del rey Mutezuma y de su gran Ciudad de México-Temixtitan. Lo alcanzado por Hernán Cortés, conquistador de esos reinos, casi parecía exceder a lo que antes se esperaba de llegar a Asia por el Poniente.

El mismo Cortés, según se supo por sus cartas publicadas en latín, castellano, italiano, alemán..., emprendía ya exploraciones por la mar del Sur y había enviado una armada desde allí hasta las Molucas.

Espejo en el que se reflejaban todas esas maravillas fue entonces la conciencia de no pocos españoles, portugueses y otros muchos europeos. La idea de que sus hombres habían descubierto y conquistado un nuevo mundo fue ya parte de su ser y de su historia. Para los pueblos del Nuevo Mundo, corno se volvió tradición en las grandes obras y en los manuales sobre historia universal, su significación en ella se reducía precisamente a eso: haber sido descubiertos y conquistados.

Otro espejo hubo además, por larguísimo tiempo ignorado: la conciencia que tuvieron y los testimonios que dejaron los que, por la confusión colombina, se conocieron como indios.

Aún ahora piensan algunos que los indios ni siquiera se enteraron cabalmente de lo que les había ocurrido. Y, sin embargo, sobre todo entre los mayas y los nahuas (mexicas o aztecas), hubo quienes pusieron en sus libros o códices su propia imagen e interpretación de los hechos. Aunque por largo tiempo quedó olvidada, en ese otro espejo se reflejó la visión de los vencidos.

Los cronistas indígenas de América interpretaron a la luz de sus tradiciones las realidades que se les entraron de pronto en su propia tierra. Pensaron al principio que era un dios suyo que regresaba del Oriente. Luego, al percatarse del comportamiento deesos que había tenido por dioses, cambiaron de parecer. Eran los caxtililaca, "hombres de Castilla", según los mismos se decían, gente decidida, que venía aimponerse. Eran invasores llegados de más allá de las aguas inmensas, según ellos, los dioses que adoraban los hombres mayas, aztecas y los demás de la tierra, eran perversos como unos que llamaban demonios... todo quisieron cambiarlo, decían que era suyo porque sostenían que lo habían descubierto, y además un señor Papa se los había concedido.

Los espejos

Han transcurrido ya muchas cuentas de años desde que se inició esta historia. Diversos han sido los espejos en que ella se fue reflejando, contemplando e interpretando. Tras el espejo alucinado de Colón, aparecieron los varios specula orbis terrarum, mapas-espejos de las tierras del mundo, y las crónicas e historias en distintas lenguas europeas. Las palabras empleadas allí fueron siempre descubrimiento y conquista. Tenían razón plena los europeos en su propio contexto.

Ellos habían ampliado, completado, el antes disminuido orbe ptolerriaico. Pero también existió el ignorado espejo donde se reflejó la visión de los vencidos.

En América sobreviven hoy muchos millones de los mal llamados indios. Hay asimismo otros muchos millones que descienden del encuentro de los europeos con los nativos americanos. Para todos ellos, ¿qué significó y qué puede significar el de sembarco del 12 de octubre de 1492?. ¿Se les pedirá que celebren como una gesta el principio de lo que fue su descubrimiento y su ulterior conquista? En las viejas crónicas en maya, quiché, náhuatl y otras lenguas, en sus có dices con glifos e imágenes están sus testimonios de lo que entonces ocurrió. Para ellos fue un encuentro, pacífico en ocasiones; en otras, las más, violento. De ese encuentro se siguieron muchos sufrimientos, pero, a la postre, nacieron también otras realidades. Se fueron gestando rostros y culturas mestizas. El Nuevo Mundo no sólo fue receptor, hizo también grandes aportaciones al Viejo: en la alimentación (patatas, tomates, chocolate y otra gran variedad de frutos); en la farmacología, plantas y reme dios de extraordinarias virtudes. No sólo el oro y la plata de las Indias, sino otras muchas de sus maravillas enriquecieron al Viejo Mundo. El encuentro, visto ahora en el espejo de una historia en verdad universal y abierta, es acercamiento de todos los pueblos del planeta. Y esto necesariemente lleva a nueva toma de conciencia.

Interesa la memoria de lo ocurrido, pero importan sobre todo el presente y el futuro. Dar, por ejemplo, entrada a preguntas como ésta: ¿seguirán depauperados los descendientes de los descubiertos y continuarán para siempre conquistados en beneficio de los poderosos, los que viven en el mismo Nuevo Mundo y los de afuera, a los que habrá de seguir pagando enormes sumas de oro, más grandes que las que antes salieron de las Indias? Mucho es lo que cabe pensar, plantearse y proponer. Aquí me he limitado a mostrar por qué me parece mejor ampliar la mira y el espejo, hablando no ya de descubrimientos y conquistas, sino de un encuentro que perdura y ha de dar otros muchos y mejores frutos.

Miguel León Portilla es coordinador general de la Comisión Mexicana para la Conmernoración del V Centenario del Encuentro entre dos Mundos.

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