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El caso del deudor que nunca pagó

Joaquín Estefanía

La deuda externa de América Latina (alrededor de 63 billones de pesetas) no se podrá pagar nunca. Esto es algo que los banqueros de todo el mundo reconocen en voz baja, aunque no se atreven a confirmarlo en público. El sistema financiero internacional ha optado por dilatar el problema en el tiempo y dar un plazo a los bancos para provisionar sus pérdidas y para negociar con los deudores los intereses de los préstamos. El principal de los créditos no lo paga casi ningún país. El reconocimiento de la insolvencia es la petición de un diálogo político para solucionar un gigantesco problema económico.

El Grupo de Cartagena (formado por Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, México, República Dominicana, Perú, Venezuela, Colombia y Uruguay) ha pedido a los siete países más ricos del mundo un diálogo político para solucionar el problema del endeudamiento externo de América Latina (360.000 millones de dólares, alrededor de 63 billones de pesetas). La petición de un diálogo político para solucionar un problema económico es el modo de hacer explícito algo que casi todos los financieros del mundo dicen en voz baja: la deuda nunca será pagada.De lo que se trata es de dilatar el problema en el período más largo posible para dar el tiempo suficiente a los bancos (principalmente los norteamericanos) para provisionar sus deudas y renegociar la devolución de los intereses. Y, si fuera posible, de una parte del principal de la deuda. Sin embargo, en estos momentos casi ningún país del Tercer Mundo paga el principal de lo que debe y en muchos casos tampoco están pagando los intereses.

La estrategia de diluir en el tiempo la bomba del endeudamiento exterior que comenzó en el verano del 82 es la fórmula consensuada implícitamente por el sistema financiero internacional para evitar un crack de similares consecuencias al de 1929. Darrell Delamaide, director del gabinete para Europa del Institutional Investor, ha descrito una hipótesis novelada de lo que podría haber ocurrido a partir del momento en que México decidió suspender el pago de su deuda: "El presidente (López Portillo), con los aplausos de la multitud, anunció que México revisaría sus principales deudas externas y repudiaría todos los préstamos contraídos por funcionarios corruptos que no fueran claramente destinados a servir al interés del país... López Portillo llamó a todas las naciones del Tercer Mundo a aprovechar el momento y seguir el ejemplo de México, rompiendo el yugo del imperialismo económico... Argentina respondió a la invitación con su propia moratoria unilateral... En semanas sucesivas otros países de América Latina, incluyendo, con algunas dudas, al propio Brasil, se unieron a México en la declaración de una moratoria de su deuda externa. Prácticamente, los 20 mayores bancos de Estados Unidos se encontraban en quiebra técnica pero la FED (Reserva Federal norteamericana) ordenó que todos los bienes de latinoamericanos quedaran embargados en una cuenta especial. Estados Unidos llamó a sus embajadores en América Latina, pero descartó una intervención militar... Yugoslavia se convirtió en el primer país no latinoamericano que se unió a la moratoria de la deuda...".

Esta figuración de la realidad parte de un supuesto práctico que se repite desde hace tiempo entre los economistas latinoamericanos: "El problema de la deuda no es sólo nuestro, del mismo modo que sus causas están compartidas entre unas políticas enloquecidas de expansión de la inversión o del consumo y la permisividad de la banca internacional. Los acreedores deben tener en cuenta el dicho de que si te debo un dólar, tengo un problema, pero si te debo cien dólares, el problema es tuyo". Frases como ésta o similares se han repetido en los últimos días en la reunión de expertos que ha tenido lugar en Santiago de Chile en la sede de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

Tres rondas de negociaciones

En menos de tres años, los países en vías de desarrollo han cerrado tres rondas de renegociación de las condiciones del servicio de la deuda. Entre 1982 y 1983, 13 países latinoamericanos llegaron a acuerdos preliminares o finales para reprogramar los compromisos que vencían en 1983 o en el período 1983-1984. Además, numerosos países de la zona solicitaron también una reprogramación de su deuda con entidades financieras oficiales.Tras la moratoria mexicana de 90 días en los pagos de amortización de la deuda del sector público (aunque México mantuvo el palo de los intereses), la restricción del crédito de la banca internacional se extendió a los demás países de la región y condujo a una paralización del flujo de préstamos. Según cifras del Banco de Pagos Internacionales, los nuevos préstamos netos otorgados por la banca privada a Amé.rica Latina cayeron de 21.000 millones de dólares en el segundo semestre de 1981 a 12.000 millones en la primera mitad de 1982, y a apenas 300 millones en el segundo semestre de ese año. Además, las condiciones de endeudamiento se deterioraron.

Casi inmediatamente después de la primera, se inició la segunda ronda de renegociaciones. Tres factores la explican: por una parte hubo países que sólo habían renegociado el pago de los vencimientos correspondiente a 1983, a los cuales se agregaron los atrasos acumulados de 1982; estos países optaron por solicitar la reprogramación de las amortizaciones que debían pagarse en 1984.

En segundo lugar hubo países que, no obstante a haber iniciado conversaciones para reestructurar su deuda durante la primera ronda, no lograron un acuerdo final. Por último, los bancos privados estimaron otorgar créditos frescos (préstamos destinados a refinanciar una fracción del pago de intereses de la deuda bancaria sobre la base de un esquema anual).

La segunda ronda se caracterizó por la reducción de nuevos compromisos de la banca (el único país que obtuvo créditos superiores al año anterior fue Brasil), por la disminución del costo negociado de los préstamos y por el inicio de reuniones entre los países afectados para llegar a posturas comunes a la hora de pagar. En algún momento circuló el fantasma de un club de deudores, que no llegó a plasmarse.

La tercera ronda de renegociaciones (last but not least) se inició en el seaundo semestre de 1984.

Según las Naciones Unidas, "los términos de los acuerdos preliminares a que los países llegaron con sus respectivos comités bancarios fueron bastante más favorables que los de los convenios suscritos con anterioridad. Así, los vencimientos refinanciados correspon dieron a períodos plurianuales, los plazos concedidos para amortizar los créditos fueron mucho más prolongados, los márgenes cobra dos por encima de las tasas básicas de interés se redujeron, y se eliminaron las comisiones". Pese a estas mejoras en las condiciones de pago y a un cierto ambiente psicológico en las asambleas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial de que lo peor de la crisis ha pasado ya, la deuda externa asfixia a América Latina e impide a sus gobernantes centrarse en los problemas internos de cada uno de los países.

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