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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La Compañía de Jesús y la 'teología de la liberación'

Las acusaciones lanzadas contra la Compañía de Jesús por sus relaciones con la teología de la liberación le parecen al autor de este trabajo absolutamente injustas e infundadas. En primer lugar, esta teología devuelve el protagonismo a los cristianos y aplica la opción preferencial por los pobres consagrada en el Concilio Vaticano II, y después, la figura del jesuita español Ignacio Ellacuría -tan maltratada en estas acusaciones- está impulsando en toda América Latina el único camino posible: el de la negociación entre los Gobiernos y las guerrillas.

Una vez más en la historia, la Compañía de Jesús está siendo acusada de propiciar una vasta conspiración, en este momento nada menos que -so capa de teología de la liberación- de ser el agente de infiltración del comunismo soviético en Hispanoamérica. Si al mismo tiempo se acusa a la Compañía de Jesús de complacencias con la masonería, la conspiración está servida. Y, ¡cómo no!, los jesuitas españoles son los cerebros de esta nueva conspiración.A reserva de hacer en su día mis propias observaciones sociológicas a la teología de la liberación -cuestión a la que los teólogos de esta dirección se muestran completamente abiertos por entender que se trata de una cuestión científica esencialmente discutible, particularmente en lo que se refiere a la utilización del análisis marxista-, quisiera en esta ocasión destacar dos aspectos fundamentales -yo diría que cruciales- de la teología y los teólogos de la liberación que se suelen silenciar en las diatribas conservadoras contra dicha teología y teólogos.

En primer lugar, la teología de la liberación rescata para la Iglesia el protagonismo de los cristianos no sólo en el anuncio del reino de Diois -tarea en que consiste la evangelización, y que supongo que nadie discute-, sino también en la contribución a la realización en este mundo, en el más acá, de lo mucho, por no decir muchísimo, que del reino de Dios anunciado por Jesús y contenido en los Evangelios está clamando por su plasmación histórica en esta tierra. Los cristianos sabemos que la plena realización del reino de Dios pertenece al más allá, concretamente a la segunda venida de Cristo, pero ello no empece para que los cristianos se tengan que sentir absolutamente compelidos a eliminar de la historia existencial humana y social todo lo que sea incompatible desde ya con el reino de Dios y a promover estructuras sociales, culturales, económicas y políticas que se acerquen en la medida de lo posible a los imperativos del reino de Dios.

Los cristianos y el más acá

Los cristianos están en este mundo no sólo a la espera del reino de Dios en el más allá, sino también para poner por obra la voluntad de Dios expresada por Jesús y precisamente para el más acá. Callado está dicho que el reino de Dios, en su plena realización en el cielo, consistirá en paz, igualdad, justicia, amor (caridad), verdad, etcétera; en una palabra, lo que en lenguaje bíblico se, entiende por contemplar el verdadero rostro de Dios. Pero eso no significa que, remitidos a la plenitud del cielo, los cristianos nos podamos desentender, en este mundo, de alcanzar aquí y ahora el máximo posible de esa justicia, esa paz, esa verdad, esa caridad, esa igualdad, etcétera.

La teología de la liberación ha nacido, dejadas sus manifestaciones europeas, en el ámbito de los países hispanoamericanos donde la extrema pobreza de la inmensa mayoría de sus habitantes está clamando porque los cristianos den el testimonio efectivo, no meramente retórico, de que la Iglesia católica ha proclamado, en el Concilio Vaticano II, una opción preferencial por los pobres. Visto desde la próspera Europa, no parece que se quiera entender que esa opción en Hispanoamérica no puede ser otra cosa que el compromiso real y efectivo para que los pobres salgan de una situación -no tengo que decir que nada evangélica- de hambre, violencia, opresión, muerte... Es el testimonio de una Iglesia que, al mismo tiempo que se compromete en las luchas por acercarse a los signos del reino de Dios en este mundo de aquella parte del continente americano, le recuerda a toda la Iglesia universal el compromiso de todos los cristianos con el reino de Dios, si los cristianos quieren ser fieles al Evangelio, sin falsos espiritualismos que sólo identifican el reino de Dios con la salvación individual o con la Iglesia como ciudad de Dios. Esta conversión de los cristianos al reino de Dios como compromiso histórico en el más acá es algo positivo que debemos agradecer a los teólogos de la liberación.

Conspiración jesuítica

En segundo lugar, en esta campaña de denuncia de la conspiración jesuítica española se identifica a Ignacio Ellacuría como el gran estratega. Pero ¿de qué estrategia? Ignacio Ellacuría -sin duda la cabeza más importante de la teología de la liberación en este momento; no en balde es el discípulo máximo de Xavier Zubiri y, por tanto, con gran equipamiento intelectual, nada de marxismo barato- es el estratega de una política de diálogo y negociación entre los Gobiernos de Centroamérica y las diferentes guerrillas, ninguna de las cuales cosas se ha inventado Ellacuría, y entre las cuales está siendo el principal agente de paz (la paz, un signo del reino). Esto se silencia, y este silencio es culposo porque nadie negará que este padre jesuita, de enorme influencia en toda la teología de la liberación actual, está por el diálogo, la negociación y la paz.

Si Ellacuría es el estratega, no haya cuidado por el bagaje intelectual de esta teología ni porque la estrategia histórica deje de ser cristiana en un mundo dividido, enfrentado en luchas que -repito- no se las han inventado los padres jesuitas; el ser agentes de la paz bien merece el agradecimiento de los cristianos y, sin duda, está de acuerdo con el carisma de san Ignacio.

Sólo he querido en esta ocasión resaltar estos dos aspectos positivos de la teología de la liberación y su relación con la Compañía de Jesús, sin perjuicio de que en otro artículo formule, como ya he dicho, algunas observaciones sociológicas a dicha teología.

José Jiménez Blanco es catedrático de Sociología.

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