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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Portugal, tan cerca

EL ACUERDO alcanzado por los ministros de Asuntos Exteriores de España y Portugal en la madrugada del pasado 30 de abril, para concretar las relaciones bilate rales durante el periodo transitorio que mediará hasta la integración plena en la CEE de ambos países, supone prácticamente la superación de uno de los últimos obstáculos que existían para poder entrar en la Comunidad en enero de 1986.Las dificultades para llegar a un acuerdo entre ambos países, unidos por una misma frontera y un pasado histórico compartido, sirven para poner de manifiesto la lejanía real y la ignorancia mutua que se siguen dispensando tanto los Gobiernos como los ciudadanos de España y Portugal.

En un momento en el que el ingreso en el Mercado Común de ambos países parece inevitable, un sucinto repaso de la historia reciente ofrece un balance de incomunicación, de estar espalda contra espalda, en los planes de adaptación a la realidad comunitaria. En ambos países se teme el impacto que la entrada en la CEE va a tener en sus economías respectivas. Pero no parece que se hayan preparadó planes o proyectos de actuación común, de creación de empresas, de mayor aprovechamiento de sectores. Acuerdos potenciales en sectores en los que ambos países pueden ser competitivos, como el textil, por poner un ejemplo, no han sido ni siquiera esbozados, y se ha preferido un individualismo a ultranza antes que un posible proyecto común.

El acuerdo alcanzado ahora debería servir para corregir el rumbo mantenido y buscar una convergencia. Habría que desear que el consenso al que se llegó en la níadrugada del martes fuera un primer paso hacia una zona de libre cambio entre las dos naciones de la península Ibérica. En el acuerdo se concede trato de miembro de la CEE a cada uno de los dos países durante el periodo transitorio de integración, con algunas particularidades que lo mejoran. En el apartado pesquero, de importancia relativamente pequeña para España en el terreno económico pero no así en sus aspectos sociales, nuestro país no consigue recuperar una situación tan favorable como la que tenía hasta el año 1973, ni actualiza todos los derechos históricos contraídos en aguas lusas, pero obtiene mejoras respecto al trato que reciben los demas países comunitarios: queda vedada la pesca dentro del área de las 12 millas, pero se amplía el acceso de los barcos españoles a la zona económica exclusiva entre las 12 y las 200 millas.

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En el terreno comercial, el superávit de la balanza bilateral a favor de nuestro país y la intransigencia mantenida por los negociadores de Lisboa en el tema pesquero han sido argumentos decisivos a la hora de hacer ligeras concesiones hacia las importaciones procedentes de Portugal. En contrapartida, el Gobierno portugués mejora las condiciones de entrada de los productos made in Spain. Portugal estaba dando hasta ahora a los productos españoles un trato más desfavorable y más proteccionista que el que reciben los de la CEE. Por otra parte, las importaciones de bienes lusos en,España tendrán un ritmo de entrada durante el período transitorio ligeramente más favorable que el que fue pactado con los países comunitarios, al tiempo que se han establecido contingentes y se han podido catalogar como sensibles una serie de productos españoles que pueden sufrir un importante impacto tras la entrada, prácticamente sin aranceles, de mercancías similares de Portugal (entre ellos se encuentran los textiles y el corcho).

En definitiva, como suele suceder en estos casos, el acuerdo no recoge íntegramente los planteamientos iniciales de los dos países, pero permite desbloquear una situación que amenazaba con eternizarse y poner en peligro el propio ingreso en la CEE en enero de 1986. Es también un principio de aproximación que necesitará tiempo para cuajarse y en el que la actividad cultural, intelectual y política tienen mucho terreno por andar a ambos lados de la frontera.

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