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Reagan visita el Viejo Continente

Una gira triunfal convertida en desastre político

Francisco G. Basterra

Los fantasmas de la historia le han jugado una mala pasada a Ronald Reagan, y su viaje a Europa -que inicia mañana-, concebido políticamente para reforzar la cohesión de los aliados 40 años después del fin de la II Guerra Mundial, se ha visto ensombrecido por la visita a un pequeño cementerio alemán en Bitburg. La decisión de colocar una corona el próximo domingo en este camposanto, donde reposan los cadáveres de 49 soldados de las siniestras SS nazis, ha provocado una fuerte contestación contra el presidente en Estados Unidos y amenaza con convertir en un desastre político lo que fue proyectado como una gira triunfal para el líder de Occidente. De nada ha servido que el presidente compense el acto de Bitburg con una visita al campo de concentración de Bergen-Belsen.Reagan viaja a Europa en un momento en que su aureola mágiica de triunfador, reforzada tras su histórica reelección del pasado noviembre, comienza a palidecer. La economía ofrece signos peligrosos de desaceleración; el déficit presupuestario parece incontrolable; crece el sentimiento proteccionista, forzado por un desequilibrio comercial de 123.000 millones de dólares (más de 21 billones de pesetas). La política de presión militar hacia Nicaragua acaba de ser derrotada en el Congreso. Parece que se está cumpliendo la verdad histórica que asegura que pasados los primeros meses de sus segundos mandatos, los presidentes de Estados Unidos pierden fuerza política porque ya no pueden presentarse a la reelección. Es el momento en que sus propios aliados republicanos deciden volar por su cuenta y asegurar su futuro político con independencia de la suerte que corra el inquilino de la Casa Blanca.

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Un viaje inocuo

Hace sólo unas semana nada hacía pensar que el viaje de 10 días de duración se iba a convertir en polémico. Ronald Reagan sólo tenía que presidir la cumbre anual de países industrializados en Bonn, hacer un gesto de reconciliación con Alemania en el 40º aniversario del final de la II Guerra Mundial en suelo europeo, pronunciar un discurso europeísta en el Parlamento de Estrasburgo y realizar dos escalas en Madrid y Lisboa, consideradas como complementarias y de interés menor por los estrategas de Washington. Se preveía un viaje tan poco conflictivo que la Casa Blanca eligió como idea clave del mismo el compromiso norteamericano con la "idea de la libertad individual".

Todos los intentos de arreglar el desastre, como ha sido calificado por portavoces de la Casa Blanca el asunto Bitburg, han chocado con la terquedad de Reagan, que no quiere dar marcha atrás para no ser acusado de indeciso, como Jimmy Carter, y no desea dañar al canciller de la República Federal de Alemania (RFA), Helmut Kohl. Para el jefe del Gobierno de Bonn, que sufrió el pasado año la humillación de no ser invitado por los aliados a los actos conmemorativos del desembarco de Normandía, la visita a Bitburg es muy importante. Supone el gesto definitivo de reconciliación y el fin dela culpabilidad en la que vive la RFA respecto a su pasado de la época del III Reich. Y así lo en tienden también, el ex presidente Richard Nixon y el que fuera su secretario de Estado, Henry Kissinger.

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Reagan teme que una marcha atrás provoque una crisis política para el canciller, que ha mostrado ser un buen aliado de Washington, al apoyar, contra una fuerte oposición pacifista, el despliegue de los euromisiles, y que defiende también el polémico proyecto de guerra de las galaxias. Para ello el presidente ha preferido enfrentarse con la comundiad judía estadounidense, con el Congreso y con sectores importantes de la opinión pública que llegan hasta los vete ranos de la Legión Americana, normalmente entusiastas de Reagan.

Sin embargo, el furor provocado por este asunto amenaza con resucitar el sentimiento antinorteamericano en la RFA, en un momento peligroso en que Washington necesita una alianza muy cohesionada porque está negociando con Moscú. Reagan aprovecha la visita a la RFA para reforzar la posición del canciller Kohl.

La cumbre económica, el objetivo más concreto del viaje, servirá, como en anteriores ocasiones, para una serie de discusiones políticas entre los líderes de Estados Unidos, Japón, Canadá, la RFA, el Reino Unido, Francia e Italia, que se suelen realizar, sin agenda formal, aprovechando las cenas de la cumbre y entre reunión y reunión. Reagan quiere suscitar una discusión a fondo sobre su Iniciativa de Defensa Estratégica, pero no buscará una declaración formal de apoyo, según un portavoz de la Administración Reagan.

Washington estima que los europeos quieren profundizar más sobre la guerra de las galaxias y cree que es pronto para tomar decisiones. Francia es quien plantea más dudas sobre la iniciativa del presidente Reagan, y trata de hacer un frente común europeo que ofrezca su propia alternativa tecnológica al sistema de defensa espacial, sin que el viejo continente tenga que contentarse con las migajas de investigación que EE UU pueda ofrecerle compartir.

Reagan informará a sus aliados del estado actual de las relaciones Este-Oeste, de los resultados -al parecer inexistentes- de la primera fase de las negociaciones de Ginebra y del futuro de las mismas. Los asistentes a la cumbre querrán saber también cuáles son los planes del presidente con respecto a una entrevista con el jefe de Estado soviético, Mijail Gorbachov, prevista para septiembre en Nueva York. Reagan buscará alguna declaración de apoyo general a su política de control de armamentos y a las posiciones estadounidenses en Ginebra, que le sirva para mostrar a la URSS la existencia de una Alianza Atlántica sin fisuras en temas estratégicos.

El canciller Kolil y el anfitrión en estas ocasiones tiene un voto de calidad, y no quiere que proliferen las declaraciones políticas como en anteriores cumbres. El único documento político previsto tratará sobre las lecciones de la II Guerra Mundial, resaltando la reconstrucción democrática y económica que se ha logrado en cuatro décadas. Reagan tiene gran interés en urgir una mayor cooperación en la lucha contra el terrorismo. Aprovechará para ello una entrevista bilateral que tendrá con el presidente francés, François Mitterrand. Un portavoz estadounidense dijo antes del viaje que la cooperación de Francia en temas de terrorismo ha mejorado últimamente, "aunque en el pasado hemos tenido problemas".

En Estrasburgo, el presidente hará un discurso ante el Parlamento Europeo el día 8, en el que saludará la integración del viejo continente. Será uno de los discursos importantes del viaje y será pronunciado el día que marca el 40º aniversario del fin de la II Guerra Mundial, que Reagan no ha querido conmemorar en la RFA.

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