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Caballos salvajes y vacas bravas provocan conflictos entre vecinos de la sierra de Barbanza

Manuel Rivas

Aunque no existe un censo detallado, se calcula que unos 2.000 caballos y otras tantas cabezas de vacuno viven en libertad en la sierra de Barbanza, dividida entre los municipios coruñeses de Noia, Porto do Son, Ribeira, Caramiñal y Boiro. Según la leyenda, a las yeguas, en la Barbanza, las fecunda el viento favonio. La estirpe ha pasado malas rachas, pero ahora parecen soplar buenos vientos para los salvajes caballos barbanzones y las no menos legendarias vacas bravas. Aumentaron tanto en número que bajan a los sembrados y sus acciones provocan frecuentes pleitos.

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"Cuando yo era niño, en fiesta o romería, los mayores no tenían más que subir al monte y bajaban con un ternero". José Blanco, que lleva de la cuerda a su vaca mansa Nova, se queja ahora de que las bravas bajan al valle e incluso irrumpen en huertas y sembrados. "Hay mucho ganado arriba", dice señalando las cimas de Iroite, Inxerto o Curota. "A veces, sobre todo en invierno, el hambre les aprieta y bajan a las propiedades".Manuel Romay, otro campesino del lugar de Queiruga, miembro de la junta vecinal, asiente mientras da pintura a una cerca. Días atrás, él mismo prendió 10 vacas que invadieron sus sembrados. También bajan caballos. Llevó el asunto al juzgado, en Noia, que ordenó la puesta en libertad de los animales, mientras se resolvía el pleito de quién paga por los daños. "Porque el ganado se cría en libertad, pero tiene dueño, y muchos de los que se benefician son de fuera y no tienen nada que ver con el campo".

Casos similares, con conflicto y pleito de por medio, se han dado en Baroña, en Nebra, en Caamaño y otros lugares al pie de la altiplanicie, hasta convertirse en un problema que preocupa a los Ayuntamientos. "Comprendemos el enfado de los campesinos cuando los animales bajan a las fincas", dice el alcalde de Porto do Son, Antonio González. "Están apareciendo vacas muertas, en las cunetas, y el Ayuntamiento tiene que encargarse de que se entierren. Es más, cuando hay un accidente, porque a veces cruzan las carreteras de noche, es difícil reclamar. Al poco tiempo, alguien arranca la oreja donde lleva la marca el animal".

Ecosistema singular

Nadie pone en cuestión la cría en libertad de los caballos barbanzones y las vacas bravas, ni siquiera los campesinos afectados por la súbita explosión demográfica de las manadas. La Barbanza es uno de los ecosistemas más singulares de Galicia, y su paisaje es un tesoro que sólo el fuego carcome año tras año como una maldición bíblica. "Quiero una casa edificar / como el sentido de mi vida... Quiero hacer una casa estoica/ murada en piedra de Barbanza". Allí quiso transmigrar Valle Inclán, y desde su monumento, en lo alto de la Curota, los días de claridad, se ven las rías gallegas hasta las islas Cíes. "Ciertamente es una vista de ángel", dice el maestro y escritor Carlos García Bayón, que 'vive en Xtiño, con ventana permanentemente abierta a la madre sierra.Bayón ha seguido, con ojos de erudito y amante, el galope por la historia del caballo barbanzón, y le tiene las señas de identidad bien tomadas. "Una estatura entre un 1,10 y 1,20 metros; es de cabeza cuadrada, perfil recto, orejas finas y pequeñas, pescuezo corto, remos reducidos, peludo, de color pardo rojizo y, como máxima nota diferencial, un formidable bigote verde y kaiseriano, excrecencia, creo yo, darwiniana, que le permite comer los tojos sin lastimar los labios".

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Historia legendaria

Esta especie de poney autóctono, correoso y resistente, era ya citado por los geógrafos e historiadores clásicos, como Plinio y Estrabón. Fue llevado a Irlanda, reforzó la caballería del imperio romano, y según narra la Crónica normanda de Bouquet, los barbanzones inte graron la brava caballería nor manda de Guillermo el Conquistador cuando derrotó a Inglaterra en Hastings. "Caballos de Barbanza", apunta con orgullo Bayón son los que trotan, galopan, piafan, caen, se yerguen y triunfan en los 60 metros de tapiz de Bayeux que bordarón la condesa Matilde y sus damas palaciegas mientras tenía lugar la conquista". Los barbanzones poblaron las Indias y las Pampas donde reina el gaucho.Otras labores menos vistosas les correspondieron con la contemporaneidad y el progreso: 7.000 ejemplares salieron de la sierra, para alimentar a los ejércitos germanos en la I Guerra Mundial, y otros tantos "fueron exportados para el trabajo lúgubre de las minas de Cardiff". "Declinaron desde las altas cimas de los poemas heroicos" constata no sin tristeza Bayán, "a triste carne de cuartel miserable mercancía de tablajerías".

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