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Viena rememora con una gran exposición la realidad y el sueño de los 'últimos días de la humanidad'

La muestra recoge el auge de la cultura europea entre 1870 y 1930

Viena fue testigo entre 1870 y 1930 de los cambios más radicales de la historia centroeuropea. Los valores tradicionales que sostuvieron ideológica y culturalmente a las sociedades del Viejo Continente se desmoronaron. Viena sufrió con violencia el trauma del ocaso de una concepción del mundo en unos años que fueron calificados como últimos días de la humanidad. Este trauma provocó un enorme auge creador en las artes y la ciencia. Las letras, la pintura, la arquitectura, la música, la filosofía y nuevas ciencias como la psicología y la psiquiatría alcanzan en esta época un momento estelar de la cultura europea. La pasión por el saber y el placer, en un ambiente de decadencia y pesimismo, logra una interrelación entre las artes que quizá no se haya vuelto a repetir y que se evidencia en la gran exposición que sobre el tema se halla abierta en Viena.

La gran exposición, abierta el pasado 28 de marzo, se podrá ver hasta el 6 de octubre. La muestra, con el título de Traum und wirklichkeit (sueño y realidad), en la Künstlerhaus (casa de los artistas), en el corazón de la capital austriaca, ha sido diseñada por Hans Hollein, uno de los arquitectos más brillantes del mundo en la actualidad, y supone, tanto por su extensión como por su calidad, una oportunidad única para satisfacer el gran interés que esta época vuelve a suscitar. El éxito de la exposición supera ya todas las expectativas. En la primera semana la visitaron más de 25.000 personas.Es imposible presentar sin omisiones una época que abarca creaciones que van desde La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud, a la pintura onírica de Gustav Klimt; desde el Tratado lógico-filosófico, de Ludwig Wittgenstein, a la música dodecafónica de Arnold Schonberg; la arquitectura del austromarxismo, de Josef Hoffman, Adolf Loos u Otto Wagner; las novelas de Joseph Roth, El hombre sin atributos, de Robert Musil, y la obra de Stefan Zweig. No obstante, el concepto científico de la exposición, elaborado por el director del Museo de Viena, Robert Weissenberger, es ejemplar y Hollein ha logrado un ambiente en la Künstlerhaus que trasciende a la mera contemplación de obras y objetos auténticos para incitar a la asociación y emoción.

El uniforme ensangrentado que vestía el archiduque Franz Ferdinand al ser asesinado en Sarajevo en 1914 contrasta con el cuadro El beso, de Klimt. La erótica de la pintura de Egon Schiele se suma a la sugerencia de las famosas piernas de Marlene Dietrich. Los dibujos de proyectos de Otto Wagner y maquetas a escala original de fachadas de Adolf Loos se contemplan en salas donde resuena la Quinta sinfonía de Gustav Mahler. La mirada del visitante relaciona casualmente el diván de la consulta de Sigmund Freud con el manuscrito del Tractatus de Wingenstein.

'Jugendstil'

Tema central de la exposición, como representante de la creación en la Viena fin de siècle, es el arte del Jugendstil, del grupo de la Sezession. Una de sus obras capitales, la gran pintura del Friso de Beethoven, de Gustav Klimt, se muestra por primera vez al público desde hace 80 años. Suena en la sala, diseñada por otro de los grandes arquitectos de aquella época, Josef Hoffman, la Novena sinfonía de Beethoven, en la que está inspirada la obra. También se muestra una amplísima colección de pinturas de Schiele, muchas de ellas de colecciones particulares, que se pueden ver por primera vez con los cuadros del museo del palacio vienés del Belvedere, así como pinturas de Kokoschka.Cerca de 600 objetos creados en los Wienerwerkstaette (talleres vieneses) son prueba de la voluntad que caracterizó a los artistas de la época de llevar el arte a la vida cotidiana". Utensilios domésticos dan fe de una de las escuelas más importantes del diseño en Occidente, fundada por Hoffman y el diseñador Koloman Moser.

El café literario

Todo el ambiente cultural de aquellos "últimos días de la humanidad" -como calificó aquella época el crítico y escritor Karl Kraus- giraba en torno al café, que se convirtió en lugar de trabajo y encuentro, discusión y tribuna, y al suplemento de cultura de los diarios, el feuilleton. En rebeldía contra la cultura liberal asentada ysegura de sí misma de la generación anterior, los artistas de la Viena de fin de siglo hicieron de la duda, la subjetividad, la crisis anímica y la introspección sus máximas divisas para la creación. El narcisismo y la hipersensibilidad, el hedonismo, son características de esta generación, muy influenciada por los nuevos descubrimientos en el campo de la psiquiatría. Arthur Schnitzler, Hugo von Hoffmannsthal y Stefan Zweig escriben sobre el hundimiento de un mundo y la huida del artista, del hombre sensible, al culto a la belleza y el placer, a una existencia dionisíaca. Kraus calificó esta generación de "coleccionadores de gemas", individualistas radicales condenados a buscar el sentido de la vida en sus propias mentes.La creación musical en la época que trata la exposición vienesa supuso una auténtica revolución cultural. Anton Bruckner muere en 1896, un año antes de que fallezca Johannes Brahms. En 1874 había nacido Schonberg. En 1983, pocos meses después de la muerte de Richard Wagner, se estrena en Viena su Tristán e Isolda. En 1893 nace Josef Mathias Hauer. En 1898, ya en la plenitud de su carrera, Mahler es nombrado director de la Filarmónica de Viena. Anton von Webern y Alban Berg pasan a ser alumnos de Schonberg en 1904. En 1911 muere Mahler y en 1913 se estrena en Viena Petruschka, de Igor Stravinski.

En el terreno de la arquitectura surge la reacción al monumentalismo liberal de las construcciones de la Ringstrasse, el bulevar anular de Viena. Camillo Sitte presenta su concepción de nuevo urbanismo moderno. Adolf Loos se enfrenta a la opinión pública con su famoso edificio de la plaza de San Miguel (Michaelerplatz). Otto Wagner marca el paisaje urbano vienés y el filósofo Wingenstein construye la casa para su hermana en la calle de Boltzmann.

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