La Iglesia italiana clausuró su asamblea con la intención de continuar el proceso de clarificación
Poco después de mediodía de ayer, Loreto, la bella ciudad mariana del Adriático, despedía a los 2.600 delegados de todos los estamentos de la Iglesia italiana que durante cinco días han orado juntos y reflexionado sobre las tensiones y problemas internos de la comunidad católica y sobre la nueva presencia que ésta, como tal, y los católicos individualmente han de tener en la vida pública. El acto de clausura no pudo ser más sencillo. Todo indicaba que caía el telón de uno de los actos más significativos del camino que recorre la Iglesia más directamente presidida por el Papa.
Las breves intervenciones de los cardenales Martini, presidente del Congreso y Ballestrero, presidente de la Conferencia Episcopal, coincidían en subrayar la necesidad de seguir reflexionando juntos en el ámbito de cada diócesis; de continuar este proceso de clarificación, de discernimiento y reconciliación para una acción más coherente y unitaria de todos los católicos. El discurso pronunciado el jueves por Juan Pablo II, que sigue acaparando la atención de los políticos italianos en comentarios de primera página en los periódicos, ha replanteado las cuestiones de fondo dentro del Congreso.
Los cinco relatores que ocuparon el tiempo de este último pleno, se limitaron a presentar las preocupaciones, las líneas de coincidencia y las esperanzas que se han ido manifestando durante estos días, en los cinco ámbitos de la reconciliación: en la esfera de la conciencia personal, de la familia, de la comunidad cristiana, de la celebración de los sacramentos, y de toda la comunidad católica con la sociedad civil.
Esta última relación que leyó el presidente de Acción Católica, Alberto Monticone, era sin duda la más esperada, después de las precisiones y orientaciones suscitadas por el Papa.
Monticone ha tenido el valor de volver a insistir en la necesidad de distinguir, valiéndose del mismo discurso de Wojtyla, la misión apostólica de las organizaciones católicas, de aquella otra presencia de los católicos, coherente pero autónoma, en la vida política. Y ha dicho claramente que esta presencia en las estructuras del poder tiene que renovarse para que no mantenga una imagen de apropiación, sino de cooperación con toda la sociedad civil, para lograr una sociedad más justa y humanitaria.
Los aplausos más fuertes resonaron cuando se refirió a la necesidad de trabajar por un sistema económico más justo y cuando denunció los pingües e intolerables negocios del tráfico internacional de armas. En Italia se concede especial importancia a las diversas formas de "voluntariado" de hombres y mujeres que se ofrecen gratuitamente para trabajar dentro de la sociedad y actúan como conciencia crítica contra la drogadicción, la violencia o la insolidaridad cívica.
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