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La inmensidad del espacio, llena de basura

Cada 15 años colisiona un satélite con restos de objetos producidos por el hombre

La basura espacial producida por el hombre, formada por miles de fragmentos de satélites y cohetes destruidos que orbitan la Tierra, comienza ya a suponer un peligro para la circulación de las naves espaciales y está a punto de acabar con la idea de la inmensidad del espacio. Cada día que el transbordador espacial norteamericano está en órbita pasa a sólo 25 millas de un pedazo de basura espacial, con el consiguiente peligro de colisión, según ha revelado al periódico The Washington Post Donald Kessler, especialista del centro espacial Johnson de Houston.

Los expertos creen que al menos dos satélites, uno soviético y otro norteamericano, han sido destruidos por choques en el espacio. Actualmente cabe esperar que se produzca una importante colisión en la órbita terrestre, que afecte a un satélite cada 15 años, y este lapso de tiempo puede pronto reducirse a 10 años. Estos cálculos no tienen en cuenta la saturación que puede provocar el posible despliegue del sistema defensivo espacial que proyecta el presidente Reagan.Cuando el transbordadro Challenger regresó a la Tierra, en junio de 1983, con unas rajas en su parabrisas, los técnicos creyeron que el daño había sido producido por el impacto de un meteorito a 44.000 millas por hora pero pronto descubrieron que la nave había chocado con una pieza fabricada por el hombre. "Estamos advirtiendo a nuestros astruonautas", ha explicado Kessler, "que cualquier herramienta o incluso un inofensivo lápiz que dejen caer en los paseos espaciales puede suponer una catástrofe para ellos mismos o para otra tripulación que les siga en la misma órbita".

Actualmente hay localizados en el espacio 5.400 objetos del tamaño de una pelota de beisbol o mayores, que orbitan la Tierra a 17.500 millas por hora. De ellos, sólo 200 o 300 son satélites operacionales y el resto son piezas de viejos cohetes, tanques de combustible o desechos de antiguas explosiones o colisiones. Más peligrosos son aún los 40.000 objetos, del tamaño de una pelota de golf, que vagan en el espacio y han sido localizados por telescopios. Una tercera categoría de basura espacial es la representada por billones de pie zas diminutas, que también suponen un peligro.

Un paquete de estos minúscu los objetos pudo ser la causa de la destrucción, en 1975, del satélite norteamericano Pageos y no los rayos ultravioletas del Sol, como se pensó entonces. Entre 1962 y 1963, la fuerza aérea norteamericana puso en órbita 1.200 millones de agujas metálicas para probar si se podía enviar hasta ellas señales de radar y éstas eran reflejadas de vuelta a la Tierra. Las agujas eran soltadas individualmente, pero se agrupaban al entrar en órbita formando haces.

El satélite soviético Cosmos 1275 fue destruido en julio de 1981 por una colisión con un objeto grande, probablemente también producido por el hombre, desintegrándose en 12 pedazos. El choque pudo ser observado en las pantallas de radar del mando de la defensa aérea norteamericana (NORAD).

Kessler explicó que la mayor parte de la basura espacial procede de explosiones de satélites. Desde 1961, al menos 80 objetos han explosionado en el espacio. Por ejemplo, desde el 29 de junio de dicho año 199 fragmentos de la segunda fase de un cohete de la fuerza aérea que estalló ese día continúan orbitando la Tierra. Nueve motores de otros tantos misiles Delta norteamericanos también han explotado en el espacio produciendo 1.400 piezas de basura.

El Pentágono calcula que se han producido unas 19 explosiones en el espacio en el curso de las pruegbas de armas antisatélites (ASAT) realizadas por la URSS. Este sistema utiliza un satélite homicida que persigue a la nave que se quiere destruir y salta en miles de pedazos metálicos que destrozan a su objetivo. En los últimos años, la URSS ha destruido también deliberadamente 11 satélites de vigilancia electrónica.

Las rutas espaciales más peligrosas son las que pasan por encima o cerca de los polos, donde se sitúan la mayoría de los satélites meteorológicos y de comunicaciones, para que sobrevuelen todos los puntos del globo cada dos semanas. "Afortundamente", dice Kessler, "las colisiones y explosiones han tenido lugar a grandes altitudes, lo que significa que los desperdicios permanecerán en órbita en vez de caer y quemarse en la atmósfera terrestre".

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