El azote de la sequía en África
Los principales núcleos de refugiados en el mundo vienen dados por el conflicto en el sureste asiático, las guerras civiles en Centroamérica y la sequía que azota a los países de la región subsahariana en Africa, complicada con una dificil situación interna. El imparable flujo de poblaciones hacia los territorios vecinos convierte los campos de refugiados en ciudades en el exilio de centenares de miles de personas que luchan contra el hambre a la espera de que una normalización de la sitruación en sus países de origen les permita un día volver a sus hogares
Etiopía y Sudán son, probablemente, los dos países africanos más duramente afectados por la sequía y la hambruna. Decenas de miles de personas se agolpan toda vía en los campos de refugiados de Korem o Makale o en Wadi Kawali, a 500 kilómetros al suroeste de Jartum. La situación en los dos primeros ha mejorado algo desde aquellos primeros días del pasado mes de septiembre, cuando los propios médicos se esforzaban por no gritar a la vista de escenas dantescas más dignas de épocas anteriores a la era cristiana que del siglo XX, pero aun así mueren cada día entre 15 y 20 personas y todavía existe el miedo a que la ayuda internacional desaparezca.En Wadi Kawali se ha secado el río y los cooperantes internacionales luchan desesperadamente no sólo para alimentar a más de 100.000 personas desprovistas de todo y enfermas, sino también para darles el agua necesaria.
Los campamentos de refugiados de Etiopía y Sudán parecen más campos de exterminio que de protección, por más que las asociaciones humanitarias y los propios Gobiernos intenten darles un aspecto humano.
La aglomeración de decenas de miles de personas hambrientas, agotadas y enfermas favorece la propagación de epidemias, pero los médicos aseguran que peor que las enfermedades es el hambre y que el riesgo de contagio es despreciable frente el terrible peligro de no poderles hacer llegar los sacos de harina o los bidones de aceite.
Las condiciones de Etiopía, un país donde no existen casi carreteras ni ferrocarril, montañoso y desprovisto de vías de comunicación de fácil acceso, aconsejan agrupar a los damnificados. En algunos casos, y sobre todo en las regiones afectadas por la guerra, como Eritrea o parte del Tigré, se ha optado por lanzar sacos de grano desde helicópteros o aviones, pero el procedimiento es escasamente eficaz.
Muchos de los habitantes de estas zonas, por no decir la inmensa mayoría, necesitan sobrealimentación y atención médica paralela.
Salvar a los niños
El caso más dramático es el de los niños, que van perdiendo peso sin que sus padres puedan evitarlo ni comprendan la extrema gravedad de su estado.
La asociación británica Save the Children Fund consigue salvar a miles de niños gracias simplemente a una vara de medir y una balanza romana: los niños que han perdido más del 30% de su peso normal en relación con su estatura (la edad es irrelevante), deben recibir raciones suplementarias de leche y galletas de alto valor proteínico. Desgraciadamente, las reservas son escasas y las raciones tienen que disminuirse en muchas ocasiones.
Hasta hace escasamente cinco meses, la mayor parte de los refugiados en Etiopía pernoctaba al aire libre, abrigada con harapos. Poco a poco han llegado tiendas de campaña, que si bien no garantizan una protección suficiente contra el frío (Korem, por ejemplo, se encuentra en lo alto de una montaña y tiene temperaturas por la noche cercanas a los cero grados), al menos evitan que se empapen y contraigan pulmonía.
"Lo terrible del caso de: Etiopía", explican los responsables de las organizaciones humanitarias, "es que la hambruna afecta a siete millones de personas y que, aun que acabe la sequía, la ayuda internacional tendrá que mantener se durante muchos meses".
Los campamentos etíopes se van despoblando progresivamente, aunque aún queden miles de personas, porque el Gobierno ha emprendido una masiva operación de traslado a zonas más fértiles. La operación, que no cuenta con el visto bueno de los países occidentales, plantea problemas de adaptación. "No nos importa lo que digan en Estados Unidos, en Europa", afirma un responsable etíope, "la única forma de que no se mueran es obligarles a emigrar. Nosotros agradecemos la ayuda internacional, sin la que la catástrofe habría sido aún mayor, pero no olvidamos que el grano empezó a llegar muchos meses después de que nosotros denunciáramos la situación y cuando ya habían muerto de puro hambre decenas de miles de personas".
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