Bulerías y saetas para 'Manué', el Cristo de los Gitanos
Es tan innegable el fundamento religioso de la Semana Santa como la síntesis de antropología y costumbres que esta celebración primaveral ofrece cuando las flores despuntan. Desde los contrastes de la noche sevillana a la mágica mezcla de leyenda y tradición que supone la Semana Santa malagueña. En Sevilla, la Semana Santa está incluida en las fiestas de primavera.La figura de la Virgen concentra las advocaciones populares en pueblos como Priego, Cabra y Lucena, en la campiña sur de Córdoba. Mientras este año los célebres romanos de Montoro tienen déficit de participantes, en Puente Genil los hombres desdeñan a las mujeres, excepto el Sábado Santo. Con cierto toque machista, los hombres se reúnen por grupos o corporaciones, y desde el Viernes de Cuaresma se preparan para una semana de desfiles, comidas y cantes. Los grupos tienen nombres bíblicos -Ataos, Romanos, Arca de Noé, Apóstoles- y salen sólo una vez a la semana, aunque el Domingo de Resurrección desfilan al unísono.
Granada
En Granada el día grande es el jueves. El viernes es el de la tristeza. Si al filo de la medianoche del jueves se acerca el visitante por los derredores de la Alhambra deberá impresionarse con la procesión de los Gitanos. Entre el Albaicín y la Alhambra se encuentra la Carrera del Darro y por tan bello entramado transcurre la procesión entre antorchas, bengalas y candelas con que los gitanos del mundo homenajean al paso del Cristo.
Buscando el Sacromonte, ese barrio troglodita ya en estado decadente y con la mayoría de sus cuevas deshabitadas, le cantan sus saetas. Lejos de la capital, en el camino de Málaga, se encuentra Loja. Allí los incensiarios sorprenderán al peregrino con sus artes malabares en el dominio de tan sacro artilugio.
Málaga
La tradición y la leyenda se dan cita en la Semana Santa de Málaga, una de las más antiguas de España. Todos los miércoles santos se libera a un preso. Esta distincíón le corresponde a la cofradía de Nuestro Padre Jesús El Rico, merced a una pragmática real de 1759 otorgada por Carlos III y renovada sucesivamente por todos los reyes y jefes de Estado. En aquel año hubo una terrible epidemia que motivó la suspensión de los desfiles. No obstante, los presos se empeñaron en sacar a la calle a El Rico y, como quiera que el alcaide se lo negase, se amotinaron, pasearon la imagen y regresaron todos menos uno. Temiendo alguna represalia, los mismos presidiarios quisieron salir en su busca, pero aquél regresaba portando la cabeza de san Juan Degollado, que estaba a los pies de El Rico. Venía de colocarlo junto a un enfermo, que sanó, y con él terminó la epidemia. De ahí el privilegio.
También legendaria es la historia de, la hermandad conocida como Zamarrilla, que sale el Jueves Santo. Vinculada. al barrio de La Trinidad, se refiere a un perseguido por la justicia llamado Zamarrilla, que se escondió en la ermita de la Amargura bajo el manto de la Virgen.
En Carratraca, Casabonela, Benalmádena y Riogordo (Málaga) se representa la pasión. En éste último, sus 2.000 habitantes participan en ella ante los míles de asombrados visitantes. En Alhaurín el Grande, Alhaurín de la Torre y Almogas, las cofradías se dividen en verdes y moraos. La Semana Santa de Antequera es quizá la más rica en tallas, con obras de imagineros como Pedro de Mena o Fernando Ortiz.
Sevilla
El olor del azahar de Sevilla el Martes Santo en los jardines de Murillo, contemplando los vaivenes de La Candelaria bajo la Luna llena, enamora sin piedad. Los compases de Los Campanilleros se esperan con alborozo. Son unas horas de quietos contrastes. Venga usted, viajero, y déjese llevar por esta propuesta de itinerario, uno más entre los muchos posibles: comencemos en la plaza de San Lorenzo, a las 0.30 del Viernes Santo; imposible que quepa un solo alfiler, todos piden silencio y con el campanazo de la una de la madrugada sale el Jesús del Gran Poder.
Vayamos hacia la Alameda de Hércules en busca de las dos de la mañana para ver el paso aún firme de los armaos de La Macarena por la calle de la Feria. Ahora marcharemos hacia donde termina Sevilla y comienza Triana para ver a la Esperanza sobre el Guadalquivir por el puente de Isabel II, y veremos también reflejada en el no toda una suerte de candelabros y cirios que le llenan de humo la cara. Si la seguimos, llegaremos hasta La Magdalena, de donde, hacia las 3.30, sale, silencioso y quieto, el Calvario. A las tres de la madrugada no es de olvidar la salida de Los Gitanos, cuando le bailan bulerías y conocidos cantaores le dicen saetas al Manué, que así llaman al Señor de la Salud los gitanos de Sevilla.
Proseguimos el recorrido por la calle de las Sierpes hasta Placentines para contemplar la procesión más antigua, la de El Silencio, con su música de oboe y fagot, que lanzan al aire las saetillas o pitos del silencio. Seguro que a esta hora el cuerpo pide paso. Lo podemos calmar con un chocolate con calentitos -churros-, para encaminarnos hacía la plaza de San Francisco y tratar de ver los desfiles de La Macarena, La Trianera y Los Gitanos. Quienes más aguante demuestren deben dirigirse a la iglesia de San Román para, al filo de la una del mediodía, ver la recogida de Los Gitanos, porque le vuelven a cantar saetas y bulerías.
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