La autoridad de Sam Rivers
Para celebrar el cumpleaños de su club de música, los del colegio mayor San Juan Evangelista han montado un pequeño festival que se inició el jueves, 14, con la actuación del trío de Cedar Walton.No fue un concierto especialmente brillante, pero siempre tiene interés ver a un gran compositor de jazz moderno, que además es un excelente pianista. David Williams aportó profundidad armónica con su contrabajo. Billy Higgins tuvo, a la batería, la misma sonriente eficacia de siempre; se trajo como novedad unas polícromas escobillas y dio un curso completo de tocar con ellas, poniendo así contraste, rojo y negro, a la primera noche del jazz.
A pasar el ecuador del festival vino el batería Beaver Harris con un grupo denominado French Horn Connection. Nada más salir nos curaron de espantos con un tema de esos que llaman de vanguardia porque tienen muchas cosas de esas que no se entienden, pero luego dieron marcha atrás hasta desembocar, ya en la segunda parte, en unos airecillos tropicales que recordaban aquello de La niña de Puerto Rico.
IV Festival de Jazz
Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid, 14 y 17 de marzo de 1985.
Los tambores del jefe
La formación reúne siete músicos a base de ampliar la rítmica por el lado de los tambores, favoritismo explicable porque en ese lado está el jefe. De los otros dos percusionistas - apenas puede decirse algo del de las congas; al pobre steel drummer no se le oía nada, de lo cual debía ser él mismo consciente porque hizo mutis con frecuencia. Completaban la sección Dave Burrell -pianista excelente, pero que suena demasiado a conservatorio y poco a jazz- y un contrabajo que vino a sustitir a Santi de Briano.En la línea delantera estaba el origen del nombre del grupo: la trompa, el french hom. Salvo honrosas excepciones, entre las que no creo que figure este Vincent Chancey, es la trompa instrumento fallón y con poco swing. Al oírla en jazz uno no puede dejar de asociarla con las huestes de Aníbal cruzando los Alpes, acaso porque también los elefantes tienen trompa.
El otro solista, Sam Rivers, fue más versátil. Cerró el concierto con un solo de flauta afortunadamente poco ortodoxo, en cuyo final produjo sonidos graves y cavernosos, como si soplara dentro de un botijo.
Con el saxo tenor mostró cualidades de buen ejecutante, un sonido de gran vehemencia y, sobre todo, autoridad: en cuanto se ponía a tocar, cogía las riendas del asunto y aquello era el grupo de Sam Rivers y el concierto de Sarri Rivers.
El momento más destacado de la sesión fue un How deep is the ocean a dúo entre él y Dave Burrell. O sea que, significativamente, en lo mejor no estuvieron ni Beaver Harris ni el french horn. Lo que son las cosas.
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