María Tellería
Rodaban los patines por el asfalto caliente de su barrio, de mi barrio, de nuestro barrio, María, María, nacida en el 64, cómo es posible, Dios, cómo es posible que alguien haya nacido en el 64, cuando uno ya era igual que ahora, un jaleo de artículos y libros. "Yo fui a las jesuitinas, era la niña rebelde, siempre hice lo que quise, me fascinaba el mundo que quedaba fuera de las alambradas, las munjas se enfadaban, tu barrio es nuestro barrio, Paco, yo iba mucho en patines, sí, nunca patiné bien, o sea que me caía, luego he hecho mucho esquí, en la velocidad me purifico o algo así, es una cosa muy vital". Otoño / 84, primer vodevil de la temporada, lluvia de septiembre a la salida, María Tellería se me acercó, rubia y directa, muy bella, con una belleza que está entre el ave y la ninfa (algo que siempre queda aristocrático), quería conocerme. Aún hay niñas estudiosas y ávidas que quieren conocer la almena última de la muralla caída u olvidada de una generación. La lluvia preotoñal era un traje para la desnudez de nuestro encuentro. Entramos en el cercano Comercial, glorieta de Bilbao, ella y otros y el poeta maldito del Café (antes, todos los Cafés de Madrid tenían su poeta maldito, Emilio Carrere, Eduardo Alonso, Oroza, y parece que el Comercial lo conserva), el poeta maldito quería venderme una carabela de eslora casera, y yo quise regalársela a María, pero pasábamos mucho de carabelas, aquella noche, y luego, a la salida, ella despidió a sus amigos y nos metimos solos en un taxi, porque seguía lloviendo. El otoño se presenta enfebrecido, pensé. Taxi que nos llevó por un Madrid cerrado o aún no abierto -"cerrado hasta Septiembre"-, bares inconfesables, penúltimos cafés, incluso Pasapoga, ya sin gente, como una catedral que se sopla sus cirios ella misma, y a cuya puerta saludamos a Gloria Fuertes. Luego se marchó a casa, María Tellería, de improviso, con su nombre y su apellido valientemente cacofónicos. La lluvia de la madrugada, solo yo, ya no era un traje, sino un cielo color chal, que perdía hilos. Desde entonces, en una amistad de comidas fugaces, de llamadas aisladas, de conversaciones, he conocido sus velomotores, sus medias de encaje blanco (ya proustianas para mí) y he asistido al crecimiento raudo de su inteligencia, a ese saberlo todo, entre los idiomas y la jardinería, que hace de ella "el número uno de su promoción", en todos los sentidos, quizá, menos en el oficial. Patines de la infancia, barrio del Bernabéu, nuestro barrio, por donde Madrid comienza a ser más arbolado, residencial y silente. "Aún cojo los patines, algún día, me paseo tranquila por el barrio".-El periodismo.
-Voy a ser periodista por encima de todo.
-Tú último o tu primer trabajo.
-Unas entrevistas a políticos y famosos sobre cómo pasan el fin de semana.
-Prensa del corazón.
-Me temo que sí.
-La Facultad.
-Un desastre.
-¿De dónde tomas lo que la Facultad no te da?
-De los libros, de la vida, de oíros a vosotros, de los viajes.
-Hoy se lleva un periodismo muy especializado. ¿Cuál es tu especialidad?
-La política, creo.
-Pero el análisis o la información.
-No creo que así, de entrada, me vayan a permitir analizar nada.
-Los viajes.
-Sí, me gustaría hacer un periodismo viajero.
-¿Por turismo o por informar?
-Por las dos cosas.
-Me pareces más periodista de análisis que de estilo.
-Desde luego. El estilo me asusta, todavía.
(La conversación con esta chica es vertiginosa: uno no ha conocido a nadie en su generación, ni en varias generaciones, con tanta velocidad mental. María se adelanta a las preguntas desde la primera palabra).
-La Prensa española, hoy.
María Tellería, ya está dicho, tiene esa belleza heráldica que está entre el ave y la ninfa, con los ojos claros, la boca fina y rizada, la ironía delgadísima y el cuerpo esbelto y sólido.
-Mejorable. Podría informar más.
-Así, a brocha gorda, hay un periodismo que informa opinando, apasionado, y un periodismo, hoy en España, que se pretende más objetivo, más frío, más científico, eso que los ejecutivos dicen "más europeo". ¿Cuál es el tuyo?
-Sin duda, este último.
María fuma todo el rato. Antes lo hacía con mano temblorosa. Hoy la encuentro más segura. María es una conspiración de cabello rubio, cuerpo claro / dorado y ojos verdeazules. Nunca se sabe nada de María.
-El periodismo literario.
-Me parece que no es el mío.
-Los periodistas españoles. que te interesan o te apasionan hoy.
-Prefiero no dar nombres.
-¿Serás periodista toda la vida?
-Ahora ya sé que sí.
Uno ha asistido a los balbuceos profesionales de esta niña como el nacimiento de un regato y para uno resulta confortativo que al fin se haya puesto la armadura definitiva.
-Sé que te has parado alguna vez, o muchas veces, a reflexionar sobre tu familia.
-Sí. Y he descubierto con agrado que es una familia compleja, variada, donde hay y ha habido de todo. Liberales, patriotas, aventureros, fanáticos, sabios.
-¿Prefieres eso a una línea familiar regular y definida?
-Por supuesto.
-¿Y todo eso está en ti, lo has heredado?
-Por supuesto.
-¿Cómo aglutinas tanta dispersión?
-El aglutinante soy yo misma.
Me envía tarjetas desde los Alpes, cuando esquía, o me deja recados telefónicos.
-María Tellería, tú eres cerebral, muy cerebral. ¿Cómo se te incendia a ti, y por dónde?
-Parezco cerebral. Es mi defensa. Por dentro soy caótica.
-Inestable.
-Sí, pero lo disimulo.
-Tu ironía te distancia. Cual quier hombre advierte tu iniradi crítica. No es fácil estar contigo María Tellería.
-Lo siento.
Su lucidez y su ironía sólo quedan corregidas por su esbeltísima educación.
-¿Hoy eres una progre, una niña de Serrano, una niña de nuestro barrio, una periodista, una intelectual, una snob, qué rayos eres?
-María Tellería.
Dulce cacofonía de su nombre. Tiene una madre bella, rubia y crítica. Así no hay manera.
-María, las medias de encaje blanco.
-Sabes que algunas noches me las he puesto de encaje negro.
-¿Porque están de moda?
-Porque son bonitas.
-Los pendientes, María. Sabes que no me gustan los pendientes.
Le aparto un poco el pelo y descubro dos sonajas de cobre sobre cobre, dos joyas exquisitas y baratas. Esta niña puede siempre con uno. Su ironía destruye cualquier cerco.
-¿Mujer de un solo hombre o de muchos?
-Me temo que de muchos.
Uno, acostumbrado a verlas venir, a verles venir, en esto del oficio, intuye ya de entrada quién va a saber boxear y quién no. María Tellería es un valor claro, y espero que dentro de veinte o treinta años, si alguien exhuma esta conversación (uno vive ya de exhumaciones), conozca y reconozca que un cansado escritor, enjambre ya de viejos, supo ver la Susana adolescente bañándose en las aguas heraclitanas de la actualidad, del periodismo.
Nueva española, María Tellería, española novísima que escapa a todos los centones de la crítica, familia complicada, cruces y entrecruces de ideas, más que de sangres, que ella ha heredado y unificado en sí, o liado de cualquier manera, como un petate, en dulce confusión de pelo marítimo, si el mar fuese rubio, de medias de encaje, jardinerías psicológicas y jardinerías de jardín, coches, velomotores, Facultad, patines de la infancia, esquí en los Alpes, y el vaquero de pana, rojo vivo, que ha traído esta mañana a nuestro encuentro.
-Aparte el periodismo, tú escribes otras cosas.
-Escribo prosas líricas. Escribo ensayos.
-Qué clase de ensayos.
-Uno sobre la juventud de nuestro tiempo. No sé si vale la pena publicarlo.
-Tu madre.
-Somos amigas, pero no se fía mucho de mí. Mi padre murió joven.
-María Tellería, ¿qué somos tú y yo?
-Amigos.
Los veloces patines de la adolescencia, años 70, aún con chispas de la última escapada. No patinaba bien, pero iba a llegar lejos. los patines / fetiche que uno quisiera pedirle para siempre. La ráfaga de hoy mismo, el galernazo rubio del presente pasa por mi mirada antigua en este emblema generacional que es María Tellería. El pecho se enamora del futuro. "De ti me hablan muy bien y me hablan muy mal, Umbral". "Es la costumbre, amor, de eso estoy vivo". María Tellería, niña que levitaba en los 70, en torno de mi casa, en sus patines, mientras uno, obcecado de máquina y biografía, ignora el presente de la calle. Hoy sujeto con la mano incierta la melena izada del futuro imposible, como fuese el pelo rubio de María Tellería.
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