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Comienza la 'era Gorbachov'

Moscú flexibilizará probablemente sus relaciones con otros partidos comunistas

¿Habrá cambios, con la nueva dirección en Moscú, en las relaciones del PCUS con los otros partidos comunistas? Es probable su ponerlo, aunque no con rapidez; lo prioritario son las cuestiones de Estado, las que tienen relación con la ideología son siempre más lentas. En todo caso, lo lógico sería que si Moscú adopta una actitud más realista ante los problemas internacionales, la dirección encabezada por Gorbachov evolucione hacia el reconocimiento de algo evidente: la existencia de un "movimiento comunista internacional", con objetivos, teorías y estrategias comunes, se ha convertido en algo irreal, en una ficción.Dejando de lado los países integrados en el Pacto de Varsovía, es evidente que los partidos comunistas que desempeñan un papel determinante, digamos el chino, la Liga Comunista de Yugoslavia, el PCI, no aceptan ningún vínculo con ideologías o estrategias "comunes". En los casos de partidos que ostentan el poder, las propias exigencias de la política de Estado de la URSS han impuesto, desde hace bastante tiempo, desideologizar esas relaciones.

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La URSS desarrolla sus relaciones con China, con Yugoslavia, y asimismo en algún otro caso, en el marco de las políticas de Estado; han tenido momentos próximos a la ruptura, si bien se han normalízado en los últimos tiempo. Todo indica que Gorbachov desea impulsar en este orden una mejora sustancial.

El caso del Partido Comunista italiano (PCI) reviste particular interés, no sólo porque es el partido más fuerte del mundo capitalista -el primer partido de Italia en las últimas elecciones, con un tercio de los votos- sino porque ha definido con toda claridad, sobre todo en su último congreso, que considera agotada la corriente surgida de la revolución rusa y anacrónica la idea de un movimiento comunista.

"El PCI", reiteró el secretario general Alessandro Natta ante el último comité central, "no se siente vinculado a la noción de movimiento comunista internacional", e insiste en su voluntad de dedicar una atención especial al desarrollo de las relaciones con las grandes socialdemocracias europeas. Es más, Lama, uno de los dirigentes del PCI, ha declarado en una reciente entrevista que si él fuese alemán, estaría en el SPD. Un mayor realismo en Moscú debería, pues, llevar a aceptar, como algo lógico y normal, esta nueva situación; y a que las relaciones del PCU S y del PCI se coloquen en un plano semejante a las que se tienen con la socialdemocracia alemana o sueca, o con el laborismo británico. El recuerdo que Gorbachov ha dejado en Roma después de su presencia en las exequias de Berlinguer legitima sin duda esta perspectiva.

Sería absurdo, no obstante, no advertir los enormes obstáculos que se oponen a una evolución en ese sentido. Primero dentro del PCUS, donde predomina la actitud, encarnada en personas como Ponomariov, de dictar la verdad a los partidos comunistas, denunciar a los infieles, ingerirse en sus asuntos internos.

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Esta tendencia se ha reforzado en los últimos tiempos; en Gran Bretaña, por ejemplo, con el conflicto que enfrenta al comité ejecutivo del partido con la redacción prosoviética del periódico Morning Star; en España, con la creación del partido encabezado por Ignacio Gallego. El PCUS está incluso presionando, desde hace algún tiempo, para que se organice una "conferencia mundial de partidos comunistas", idea rechazada por varios de ellos, como el partido italiano.

¿Se llevará ahora a cabo tal conferencia, deseada sobre todo por los partidos más aferrados a concepciones del pasado? La respuesta a esta pregunta aportará un dato interesante sobre la evolucíón en el seno de la dirección soviética. Pero todo indica que si llega a su realización, sólo serviría para poner de relieve la ruptura entre la "fidelidad" de unos y la voluntad de independencia de otros.

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