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África se inventó hace 100 años

Hace 100 años, un 26 de febrero se firmaba el documento final de la Conferencia de Berlín, un cónclave preventivo para que el reparto de Africa entre las grandes potencias generara el mínimo derramamiento de sangre -blanca, por supuesto- y no pusiera en peligro las columnas del equilibrio europeo, que lo era todavía del mundo entero.De los 14 países signatarios, dos, entonces imperiales, han desaparecido: Austria-Hungría y la Sublime Puerta, con cuyos retales se ha apedazado el mapa centroeuropeo contemporáneo; otro, la autocracia zarista, ha sufrido una transformación política absoluta al tiempo que mantenía una asombrosa continuidad territorial, lo que parece demostrar que Petrogrado no hay más que uno; el cuarto imperio de la lista, el británico, ha demostrado ser el negativo del anterior, despojándose de toda clase de territorios para mantener la misma rigurosa continuidad política, lo que también parece apoyar la idea de que Londres es tan incombustible como Moscú; por el contrario, una potencia, la norteamericana, que entonces hacía de observadora desdeñosa y precoz de los negocios europeos, es el único gran imperio que se ha creado desde aquellas fechas. A sólo 13 años de la primera depredación exterior en Cuba, Filipinas y Hawai, recién salido EE UU de las guerras indias, y calientes aún los surcos divisivos de la guerra de Secesión, el país había proclamado ya su manifest destiny, pero Europa todavía no leía a los almirantes norteamericanos. La Alemania de Bismarck, entonces recién unificada, ha sufrido en su centro la partenogénesis que escinde a Europa; Suecia ha perdido la fachada noruega de su territorio y Dinamarca la insularidad islandesa; finalmente, los restantes signatarios, Bélgica, Francia, Italia, Holanda, Portugal y España, se hallan más o menos donde estaban, con un imperio y alguna corona perdida, como en los casos italiano y portugués, y el menos frecuente, español, de una corona recobrada.

Berlín 1885 es una síntesis entre Viena 1815 y Yalta 1945. En el congreso que siguió a la derrota napoleónica se estableció de hecho la pentarquía, de cuyo equilibrio continental había de seguirse una cierta paz europea: Prusia, Rusia, Austria-Hungría, Gran Bretaña y Francia se las tenían que arreglar de forma que nunca dos de ellas coligadas fueran más fuertes que las otras tres en figura de contrapeso. Yalta, de forma similar, establecería unas líneas de demarcación relacionadas con las victorias militares en la segunda guerra, con el añadido de que el equilibrio lo sería a dos y las cabe zas de ambas grandes coaliciones estarían en Washington y Moscú.

En esta misma línea de paz armada, la conferencia de Berlín, ce lebrada a medio camino cronológico entre las dos anteriores, había de cuidar de que las ganancias te rritoriales en el continente negro no alteraran gravemente la ecuación del equilibrio europeo, al tiempo que el prusiano Bismarck exhortaba a Francia e Italia a que colonizaran África para que no les quedaran fuerzas con que reivindicar lo perdido en Sedán y la Venecia austriaca.

Viena, Berlín y Yalta son conferencias para preservar, pero, mientras que la primera y la última hacen un balance de situación con los hechos militares a la vista, y diseñan un equilibrio de influencias para la paz, la cumbre de 1885 programa los hechos militares del futuro. Exige una ocupación efectiva de los territorios a reivindicar y, a grandes trazos, marca unos límites en la expansión. Portugal no podrá unir sus dos fachadas marítimas africanas; Francia ha de concentrarse en la costa occidental, como ratificó la retirada francesa de Fachoda en 1898 y el abandono de toda pretensión sobre Egipto; y únicamente Gran Bretaña, apoya da en su marina, puede aparecer en el Atlántico y en el Índico, gracias al dominio de la ruta de El Cabo. Bélgica herederá años más tarde el Congo de su rey Leopoldo, cuya posesión personal del territorio queda refrendada en la conferencia, y Alemania, para no con sentir la expansión incontrolada de los demás, se ve arrastrada a una presencia africana que a Bismarck le emociona muy poco.

No en Berlín, pero sí en la expansión de los años siguientes, se fijan las actuales fronteras de África, donde únicamente el Estado esclavo-americano de Liberia ha sido siempre nominalmente independiente. Mucho se ha execrado ese reparto fronterizo, que fue un éxito en sí mismo puesto que ahorró al blanco la guerra civil por el mundo negro, pero el mapa entonces dibujado vale tanto cuando menos como el de Yalta y bastante más que el de Viena. El África independiente de los sesenta se in ventó en Berlín, aunque entonces se hiciera con otros fines.

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