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El artista de Port Lligat concede una entrevista tras varios años de silencio

Un gran esfuerzo

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18 de febrero de 1985. Salvador Dalí: "Tenga presente que hago un gran esfuerzo", dice, incrédulo sobre los resultados del esfuerzo. Llegar hasta Salvador Dalí ha sido muy difícil. Primero se trató de que sus allegados le dijeran que hay una "periodista de El PAÍS que se interesa por tu salud, por tu obra, por tí". Nada. Insistimos. Llevamos meses insistiendo. Luego, comprendemos su negativa. Para que Dalí te acepte, hay que aceptar que él es quien dirige el juego.Hará cosa de tres semanas me recibió por primera vez: "¿Lo ves como siempre tengo razón?", comentó Dalí. Pasé varios días buscando datos referentes a la muerte de Bellini. Consulté musicólogos y biólogos que explicaron de forma convincente, para Dalí, lo que es un mesozoo. Efectivamente se hallan en los riñones del pulpo. Repetí a Dalí desde detrás de la puerta de su habitación, sabiéndole acostado en cama, lo que me habían explicado los "científicos". Desde la otra habitación me respondió: "Molt bé, moltes gràcies". Antes quiso también que Pitxot me leyera su artículo para EL PAÍS -El buitre de Leonardo y el Ictíneo- y que yo opinara en voz alta desde la misma antecámara. Oíamos nuestras voces, pero sólo podíamos imaginar nuestros respectivos aspectos. Después, Antoni Pitxot me llamaba: "Dalí quiere conocerte". Y entré en la habitación. "Gracias por todo, publíqueme el artículo que es muy importante y dentro de poco haremos un interviú". Le pido si puedo venir con un fotógrafo. "No. No quiero que me vean con la sonda en la nariz". Su no es definitivo. Son sus reglas.

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