Los Virtuosos de Moscú y los de San Sebastián
Los Virtuosos de Moscú, que dirige ese altísimo violinista y músico que es VIadimir Spivakov, hacen honor a su nombre. No se trata, en este caso, de detentar una denominación, sino de llenar de contenido un concepto, y ello en dos sentidos: virtuosismo individual (como el de los violinistas Futer y Garlitzky, el asombroso oboísta Utkin, sin olvidar a nuestro trompetista José Ortí), y virtuosismo colectivo dentro de un estilo de cámara, tan dominado por Spivakov, que a él cede buena parte de su gran carrera solista de divo.El Bach de Los Virtuosos de Moscú es bellísimo y palpitante, y allá los especialistas si quieren ir a buscarle la etiqueta de autenticidad original. Está claro que las versiones de Los Virtuosos no obedecen a mero capricho, sino a un pensamiento general preciso y bien orientado que se acusa en la nobleza estilística y los quiebros cortesanos aplicados a los conciertos, la honda religiosidad con que exponen las misas luteranas y la explosión virtuosística mostrada en la Cantata 51, tan difícil para la soprano como para la trompeta.
Año Europeo de la Música
Virtuosos de Moscú. Director: V. Spivakov. Orfeón Donostiarra. Director: A. Ayestarán. Solistas: C. Anhom (soprano), Ch. Boirchers (contralto), S. Lorenz (bajo); Spivakov, Futer y Garlitzky (violinistas), Utkin (oboe) y Ortí (trompeta). Teatro Real. Madrid. 20 de febrero.
Las cuatro misas luteranas guardan la misma forma: seis números, el primero para el Kyrie y los otros cinco para el Gloria. Tanto el Kyrie como los números extremos del Gloria son corales, mientras las partes internas están a cargo de los solistas. Se sabe que en su casi totalidad el material de las misas luteranas procede de otras obras de Bach, lo que nada importa cuando los resultados son tan bellos y unitarios como en la Misa en fa mayor (BMV 233).
Si los solistas vocales -Carmen Anhorn (soprano), Christel Borchers (contralto) y Siegfried Lorenz (bajo)- lucieron un estilo muy atractivo servido por una materia vocal de gran calidad, los instrumentales y el conjunto de Spivakov hicieron un alarde de bien tocar. A ellos se incorporó el Orfeón Donostiarra (reducido a 40 voces), que dirige Antón Ayestarán, en un trabajo de tanta categoría como el de los visitantes soviéticos. La agilidad y flexibilidad en articulaciones y matices dinámicos, la consecución de un instrumento colectivo que se produce cual si de un gran solista se tratase, asombró a todos.
Hoy por hoy no existe en España un coro capaz de alcanzar un nivel comparable al del grupo de San Sebastián. Bien lo captó el público del Real al dedicarle las mayores ovaciones en una tarde tan pródiga en aplausos, como los merecen Spivakov y Los Virtuosos. Junto a los de Moscú había otros: los virtuosos vocales de San Sebastián. ¡Bravo! Todavía a modo de propina, la pequeña orquesta soviética dio nuevas lecciones de cantabilidad bien ligada, magnífica y transparente sonoridad y capacidad de tensión incalculable en el aria de la Suite en re.
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