Contradicciones

Enemigo de clase es una adaptación muy libre (como lo requiere el lenguaje) de la obra de Nigel Williams, hecha por Federico Castillo, actor también, incluso con trazos de divo.La acción queda situada en Bilbao, en lo que puede ser un reformatorio: una clase dura, de marginados, capaces de destruir aulas y maestros. Se emparenta con el psicodrama. Los seis sujetos alternan un lenguaje de crudo realismo, soez y violento, con un sentimentalismo de fondo, que expresan con tono literario. Las historias personales se suceden, se interactivan, y vienen a contener la idea de una injusticia de clase hereditaria y la esperanza de una redención por la cultura: lo que todos desean es la aparición de un radiante maestro que les dé verdaderas enseñanzas en la vida. No está muy lejos en el fondo -sólo en el fondo- de lo que señalaba ya Nuestra Natacha, de Casona, en 1936.

La dirección de Miguel Ponce es hiperactiva. Los seis personajes básicos están en un movimiento continuo, que termina por fatigar, y la colocación de grupos a veces va en contra del naturalismo de lo narrado y representado. Lo mismo sucede con el lenguaje: escrito para la espontaneidad, se nota el esfuerzo. Todo ello afecta a la interpretación global.

Son defectos de juventud. Es un grupo nuevo, en el que se advierte una gran vocación y un serio deseo de buscar buenos caminos teatrales. Hay que confiar en que los vaya encontrando.