Un oratorio para el tricentenario de Haendel
G. F. Haendel. Judas Maceabaeus.Intérpretes: D. Harris (soprano), Z. McNIaster (contralto), M. Tucker (tenor) y M. Bermúdez (bajo). Orfeón Navarro Reverter. Pequeños Cantores de Valencia. Director de coro: J. Ribera. Orquesta Municipal de Valencia. Director: M. Galduf.
Teatro Principal de Valencia. Días 7 y 9 de febrero de 1985.
Debía hablarse de celebración mejor que de concierto, respecto de la puesta en pie de un oratorio de Haendel, aunque sea una versión abreviada, con toda su envergadura coral sustentada en sendos conjuntos locales, como son el Orfeón Navarro Reverter y los Pequeños Cantores, sin estridencias supone un entusiasmo que sin duda merece encomio, sobre todo si se considera que se trata de un primer paso.
Entrambos coros tienen mucho que pulir -entre otras cosas, su pintoresco inglés, ya que la correcta pronunciación de la lengua no debe ser ajena nunca al canto, y el tenor solista, procedente del St. John's College y de su modélico coro, puede servir como ejemplo-, y el planteamiento rutilante de Galduf no parece que fuera el más favorable a sus inseguridades.
Más difícil se hace de entender, en cambio, el recorte grave de la partitura -en total se cortaron 20 de sus 68 números, incluyendo entre estos cortes a nueve recitativos, ocho arias a solo o a dúo y tres oiezas corales-, amén del desplazamiento de lugar de un coro y la disposición en dos partes arbitrarias de sus tres actos.
Si el oratorio de Haendel es de suyo largo, que lo es, otras muchas composiciones corales y no menos majestuosas del compositor alemán son bastante más breves, y en todo caso no parece en absoluto correcto ofrecer como si se tratara de una versión íntegral -y así hay que entenderlo si otra cosa no se dice de manera específica- lo que solo es fragmentario.
Dentro de la eficacia y la buena escuela del cuadro solista, salvo insuficiencias de volumen para esta sala del mencionado tenor, compensadas estas insuficiencias con su buen estilo, y alguna desafinación en la región aguda del bajo, la voz de contralto, Zandra McMaster, con su aria Father of Heav'!, que en la partitura abre con toque mágico el tercer acto, deparó al auditorio probablemente el más bello momento de la velada.
Mal puede acompañar, en el sentido amoroso de la compañía, una orquesta que sin duda ha leído y releído la partitura, pero que apenas ha compartido con los solistas ese colla voce, que es siempre el secreto de un aria bien acompañada. La solución de una batuta marcial, al estilo del desaparecido Richter, si no sobrepasa la corrección con creces, acaba por aburrir.
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