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La Administración Reagan basa su presupuesto de 1986 en un crecimiento del 4%

JESÚS CACHO ENVIADO ESPECIAL"Las previsiones económicas de la Administración Reagan, que serán hechas públicas la próxima semana, juntamente con el presupuesto federal para el año fiscal 1986, predicen crecimientos reales del producto nacional bruto) (PNB) en torno al 4% durante los próximos años", según manifestó ayer en Davos (Suiza) el subsecretario norte americano del Tesoro, R. T. McNamar. La situación de la economía estadounidense y sus efectos sobre el resto de las economías del planeta fue ayer el tema central de debate del simposio organizado por la EMF Foundation.

En el papel de ponentes, tres destacados representantes de la política y la economía actual de EE UU: el ya citado McNamar, seguramente la estrella indiscutible de este simposio en un poblado firmamento de celebridades integrado por una decena de primeros ministros, cerca de 30 ministros de Finanzas y un sin número de chairman de multinacionales y altos directivos de empresa.Además de McNamar, el senador republicano Jack Kemp, padre de la reforma fiscal introducida por Reagan en 1981, y el demócrata por New York, Bill Bradley, quien, con el mismo Kemp y con Ronald Reagan son los autores de los tres proyectos de reforma fiscal actualmente sobre el tapete del Congreso norteamericano. En medio, el ex primer ministro francés, Raymond Barre. Los representantes de la Administración Reagan y del Partido Republicano están vendiendo, apabullando más bien, a la audiencia internacional el éxito de la política económica de Reagan.

A golpe de cifras, que descargan sobre la audiencia como mazazos, desbaratan cualquier posible tímida argumentación en contra. Hasta el mismísimo Barre se sintió tocado por tal prepotencia, dando lugar a uno de los más celebrados enfrentamientos verbales habidos hasta ahora en Davos. El final tampoco deparó muchas sorpresas: "You (por Barre) are wrong, we are right". O lo que es más o menos lo mismo, usted está equivocado, la razón es nuestra.

Barre se había atrevido a señalar que el déficit público norteamericano no puede continuar indefinidamente creciendo sin afectar gravemente a las economías de otros países y que es un asunto de responsabilidad política de la Administración Reagan poner remedio a tal situación. Ni para McNamar ni para Kemp hay cuestión: el déficit no va a continuar creciendo. La conclusión es clara.

Las economías europeas deben adoptar sin más dilación las recetas experimentadas con tanto éxito por Reagan durante los pasados cuatro años, si no quiere perder todavía más terreno frente a Estados Unidos. Adoptar tales recetas supone, sencillamente, poner todos los huevos en la cesta del sector privado como motor capaz de generar un crecimiento sostenido. Lo que significa liberalizar a tope el mercado de trabajo, reducir drásticamente los impuestos, personales y empresariales, y poner coto a los gastos del Estado en seguridad social y otros programas de ayudas sociales.

Cuando McNamar, un fascinante personaje con un extraordinario poder de atracción y un tremendo parecido con Jerry Lewis, se para en seco en su disertación, mira fijamente al auditorio por encima de sus gafas y le espeta: "los burócratas son los que deciden en Europa. el destino de los recursos públicos y no los consumidores".

La economía norteamericana va a continuar creciendo y ello abre nuevas perspectivas de crecimiento y desarrollo para el resto de las economías occidentales, han venido a decir al alimón McNamar y Kemp. Pero para sacar ventaja de tal situación, las economías europeas deben avanzar en el camino de los ajustes mencionados y comprender que las economías occidentales están hoy presididas por una interrelación casi absoluta. Para NcNamar, esa interdependencia se concreta en tres factores: acuerdos de seguridad mutua y sistema comercial y financieros internacionales.

Esa interdependencia genera oportunidades, pero también obligaciones y responsabilidades para todos. Entre 1975 y 1983, el valor de todas las transacciones comerciales realizadas pasó de 1,2 billones de dólares a cerca de 2,4 billones, justo el doble. Durante los primeros 11 meses de 1984, las importaciones norteamericanas de Europa crecieron en un 32%, lo que constituyó un estimulo para la recuperación económica en el continente. El tercer aspecto de esa interdependencia es el proceso de integración acelerada de los mercados de capitales de todo el mundo.

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