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Reportaje:La cultura española en el mundo / 8

Suecia, el turismo no da frutos

Si se piensa en los millones de suecos que pasan sus vacaciones en España, podría esperarse que de esos contactos masivos resultaría un interés más intenso y profundo frente a la rica, variada y muchas veces contradictoria gama de la cultura española: la realidad muestra, sin embargo, que no existe una proporción equilibrada entre ambos hechos.Varias razones pueden contribuir a explicarlo, y en la explicación va implícita la necesidad de tentar nuevos caminos en la búsqueda de conciliar las motivaciones estrictamente turísticas con la promoción de valores culturales que en la medida en que se vayan conociendo despertarán seguramente un interés creciente.

La corriente masiva de los suecos hacia España está motivada básicamente por la necesidad de huir de los largos y oscuros meses del invierno nórdico, en busca del sol, el calor y la luz. Necesidad física y psíquica que determina una propensión a la frivolidad, a desechar preocupaciones más o menos serias, incluidas las culturales. Todo el aparato de promoción turística mostrado por las empresas en uno y otro país, se ha centrado así en el estímulo de esa entendible frivolidad bajo el supuesto comercial de que hay que proporcionar al cliente lo que éste desea.

Contribuye también a ello el hecho de que el grueso de la corriente turística, que, con altibajos de su volumen, persiste durante todo el año, está compuesto del sueco medio que por su propia formación y por un pasado histórico de marginalidad geográfica y cultural no está especialmente motivado por el conocimiento de pueblos y culturas que le son extrañas. Esa actitud no significa empero rechazo, y un estímulo racional que conciliara en proporciones adecuadas la necesidad del desenganche con la iniciación gradual en otros aspectos de los meramente folclóricos del país que se visita, daría seguramente resultados esperanzadores. Encarar dosificadamente formas alternativas de turismo, conlleva nuevas exigencias que implican una política estatal el respecto, pero que parece justificada si se quiere tener realmente una presencia cultural.

Aun en las condiciones señaladas, este contacto masivo crea el primer tramo del gran puente para el conocimiento y el interés por una cultura ajena, que es el idioma. Muchos miles de suecos han concurrido a cursos de idioma castellano para poder comunicarse mejor durante su estancia en algún lugar de las costas españolas. En ese aprendizaje muchas veces han entrado en contacto por primera vez con la literatura y luego han seguido profundizándola.

El castellano, en cuarto lugar

Están luego quienes realizan cursos universitarios y preuniversitarios en los que la exigencia de un conocimiento de la literatura del país es obviamente mayor, pero el castellano ocupa un cuarto lugar en las preferencias, luego del inglés, alemán y francés. Existe una extendida subestimación de la lengua castellana, que alcanza también a los valores culturales de la sociedad española, a la que se ve como atrasada y subdesarrollada. La admiración de la mayoría de los suecos está dirigida hacia Estados Unidos, que ha sustituido a su vez una anterior influencia alemana.

Otro hecho que ha influido negativamente ha sido el largo período en que, debido a la situación española, las relaciones entre ambos países fueron apenas protocolarias y desalentaron cualquier intento de mayor acercamiento, y no sólo en el plano cultural. Felizmente, eso es historia pasada.

Como una consecuencia natural de las amistosas relaciones entre los Gobiernos de ambos países, se ha intensificado el intercambio cultural, incluyendo por parte de España, además de la literatura, que merece párrafo aparte, otras manifestaciones como la pintura y la música. A los consagrados nombres de Picasso o Andrés Segovia se han sumado otros que se han vuelto familiares para el público sueco.

En algún caso se afincaron en Suecia, donde llevan más de 20 años difundiendo su arte. Así, el pianista José Ribera, que en 1960 vino a Estocolmo para estudiar con el maestro Hans Leygraf y se quedó. Actualmente, es catedrático de piano del Conservatorio de la RTV sueca y se ha convertido en una figura del mundo de la música en los países nórdicos.

Este proceso de vitalización de la presencia cultural española en Suecia ha contado con el impulso del actual embajador, Máximo Cajal, y su equipo de jóvenes y activos colaboradores, que han impulsado exposiciones, conciertos, conferencias, etcétera. Pero, como el propio embajador ha señalado a EL PAIS, "sigue faltando la trama social que sustenta y enriquece esas relaciones".

Es sin embargo en la literatura donde la presencia española es más notoria en Suecia, aunque todavía lo siga siendo en círculos restringidos. También esto ha sido en gran medida la obra de algunos pioneros -imposible no mencionar entre otros los nombres de Artur Lundqvist, Peter Landelius, Lasse Soderberg, Lars Gyllensten, Francisco Uriz y Marina Torres, del lado español, entre otros- que contribuyeron decisivamente a la difusión de la literatura española, especialmente de la llamada generación del 27. El Premio Nobel al desaparecido Vicente Aleixandre, en 1977, dio un nuevo impulso al interés por las letras hispánicas, aunque los grandes de la narrativa latinoamericana han seguido teniendo preferencia. De cualquier modo, autores como Camilo José Cela, Marsé, Delibes y Juan Benet son leídos corrientemente.

La Prensa escrita, televisión y radio, dedican un creciente espacio a la discusión de diversos aspectos de la vida cultural española. Filmes españoles están presentes en las carteleras de cines, tanto como en la televisión. Carmen, de Saura, ha sido un éxito y la semana pasada el documental sobre Perú realizado por un equipo de TVE impactó al público sueco, tanto por la realidad mostrada como por la forma objetiva e inteligente en que fue realizado. En teatro, García Lorca es una presencia casi permanente en las representaciones de los diversos grupos teatrales del país.

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