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El maletín que nunca existió

La mayoría de la comisión del "caso Flick" piensa que Felipe González no es culpable

El informe que el Congreso de los Diputados reciba el próximo día 12 de febrero, según las informaciones obtenidas por este periódico, exculpará a Felipe González de las acusaciones de haber recibido dinero Flick, si bien algun miembro de la comisión, concretamente José María Ruiz Gallardón, de Coalición Popular, presentará su voto particular en contra.De los datos obtenidos por la comisión se deduce que ningún dinero Flick ha llegado a España desde 1977, aunque parece confirmado que un año antes, en 1976, el gerente del consorcio, Gunter Max Pfaegen, entregó un millón de marcos a Alfred Nau, presidente y tesorero de la fundación, con el deseo de que fuera utilizado en la consolidación de las democracias de España, Portugal y América Latina. Ese dinero no fue a parar, según se cree, directamente a las arcas del PSOE, sino que fue empleado en labores clandestinas, no exclusivamente favorables al PSOE.

Dieter Koniecki, representante de la fundación socialdemócrata de Alemania Occidental Friedrich Ebert, confirmó ante la comisión de investigación del caso Flick que no ha gastado en España, en los convenios de colaboración, otro dinero que el procedente de los presupuestos oficiales de su país. El gerente del consorcio alemán, Gunter Max Pfaegen, aseguró -tanto en la comisión del Bundestag (Parlamento federal) como en la del Congreso de los Diputados, verbalmente, y por escrito al presidente de la Cámara, Gregorio Peces-Barba que ni siquiera ha tenido la posibilidad de comprobar que el millón inicial de entregas a Alfred Nau se hubiera gastado en España.

Desde entonces se han invertido en diversos programas más de 12 millones de marcos, procedentes del Ministerio de Cooperación de Alemania Occidental, según confirmaron a EL PAIS fuentes de la propia fundación en Bonn, cantidad que nada tiene que ver con el consorcio Flick. A la comisión le consta, ya que Hans Jurgen Wichniewski jamás trajo una maleta repleta de marcos a España y, por tanto, nunca pudo habérsela entregado a Felipe González, presidente del Gobierno.

Koniecki no contradijo las declaraciones realizadas por el ex gerente del consorcio Gunter Max Pfaegen, pero en modo alguno coincidió con él. Ambos partieron de dos supuestos totalmente distintos. Pfaegen únicamente puede demostrar que entregó un millón de marcos con el deseo concreto de que fueran invertidos en "España, Portugal, América Central y América Latina", y Koniecki, con datos fiscalizados por el Ministerio de Cooperación de su país, podría relatar en qué han sido invertidos todos sus presupuestos. Koniecki se negó a citar cifras concretas, porque ese secreto forma parte de su propio contrato de trabajo.

El ex gerente del consorcio Flick Pfaegen confirmó ante la comisión española lo que ya había expuesto ante la comisión del Bundestag. Peter Struck, que modificó en parte lo dicho en Hannover, dejó bien claro, y así lo entiende la comisión, que cometió un grave error al citar a Wichniewski, que nada tuvo que ver con el asunto.

Trabajo en la clandestinidad

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Dieter Koniecki, representante en España de la fundación Ebert, comenzó a. intervenir en la política española en las postrimerías del anterior régimen. Una de sus primeras colaboraciones con la izquierda la tuvo en Asturias en noviembre de 1975. Su primera actividad estuvo destinada a pagar la fianza para que Marcelo García, un sindicalista que había sido detenido, pudiera salir de la cárcel. Con el dinero recaudado por los mineros de la cuenca de Alemania Occidental del Rhur ayudó a los sindicalistas mineros a comprar máquinas de escribir, una imprenta de segunda mano que costó 85.000 pesetas y una furgoneta para el reparto de los folletos que se editaban. Por la misma época, también del fondo de solidaridad, destinó una ayuda a un cenetista de Valencia que había sido encarcelado. Esta llamada de socorro la recibió del actual diputado socialista por Valencia, Jaume Castells, y viajó hasta allí acompañado por un prestigioso corresponsal de la Prensa alemana en Madrid.

Koniecki es de los alemanes que considera que el dinero invertido por Alemania en España "no equivale ni a la mitad del valor de las bombas que cayeron una tarde en Guernica". Koniecki suele confesar que pertenece "a un pueblo que contribuyó a hacer de España un campo de entrenamiento para la Il Guerra Mundial". El representante de la Ebert, que en tiempos de la guerra fría fue secuestrado en Alemania y encarcelado en Checoslovaquia durante seis años, a causa de "una falsa sospecha de espionaje", dedicó en 1976 parte de los dineros de que dispuso a pagar fianzas, ayudar a despachos de abogados laboralistas y a toda una serie de trabajos clandestinos. En agosto de 1976, cuando ya se había establecido definitivamente en España, Koniecki colaboró con la junta gestora de la fundación Pablo Iglesias en una escuela de verano. De aquel tiempo recuerda la escrupulosidad de Luis Gómez Llorente para cerrar las cuentas. Los convenios de colaboración de la Fundación Ebert con sus homólogas españolas Largo Caballero y Pablo Iglesias no tienen, para Koniecki, ningún dato por el que se pueda sospechar que ha existido alguna irregularidad. Koniecki, desde que está en España, cada año presenta un proyecto de trabajo. La Ebert, desde Bonn, lo traslada al Ministerio de Cooperación. El ministerio, de los fondos públicos alemanes, concede el presupuesto, que posteriormente es trasvasado a España. La comisión del Congreso español tiene constancia de que este movimiento dinerario es estrictamente fiscaliza do en la propia Alemania, que es donde ha de rendir cuentas la fundación.

Donaciones particulares

Las fundaciones de Alemania Occidental, además del dinero público, cuentan con la aportación de donaciones de particulares o corporaciones públicas. Nada de ello es ilegal. El presidente y tesorero de la Fundación Friedrich Ebert que gestionó el dinero Flick, el fallecido Alfred Nau, concertó con Pfaegen, lo que a éste serviría para desgravar impuestos, unas donaciones. La primera, de un millón de marcos, la quiso destinar Pfaegen a "España, Portugal y América Central y América Latina". Del dinero entregado recogió su correspondiente recibo, que en modo alguno podía especificar en qué tanto por ciento se iba a destinar a cada lugar. La fundación tenía la obligación moral de repartir el dinero en los países indicados. Ese millón fue entregado en 1976, cuando los partidos políticos eran todavía ilegales en España. Para esa segunda entrega, de 1,7 millones de marcos, ya no hubo petición concreta de países destinatarios.

Gunter Max Pfaegen, gerente del consorcio Flick en 1976, conocía sobradamente España, puesto que ya llevaba 16 años veraneando en la costa de Gerona, en donde posee una pequeña finca. Pfaegen, cuando hizo la donación y durante el proceso de investigación del caso Flick en Alemania Occidental, manifestó que no ayudó en España a partidos de derechas, "porque sin la participación de la izquierda no era posible una democracia sin traumatismos".

Koniecki insiste en que desde el tiempo de la legalidad su fundación no ha invertido en España más dinero que el procedente de los fondos públicos alemanes. La comisión de investigación tampoco tiene constancia fehaciente de que no haya sido así. La Ebert tiene, en este momento, convenios con 53 países, de los que 13 están situados en América Latina, incluida Nicaragua. Si en España se invirtió mucho más, al principio del establecimiento de la democracia, fue precisamente porque las instituciones políticas y sindicales estaban subdesarrolladas como consecuencia de la dictadura.

Durante la comparecencia de Koniecki hubo interés por conocer cifras detalladas. El representante de la Ebert entregó documentación necesaria para que se pudieran establecer cálculos aproximados. De toda esa información se puede deducir que la oficina Ebert en Madrid tiene un gasto mensual de un millón de pesetas, aproximadamente. Koniecki tiene cinco empleados a su cargo, con un sueldo máximo de 120.000 pesetas. Koniecki suele decir que si únicamente hubiera recibido los 2.7 millones de marcos de que se ha hablado, no hubiera podido mantener la fundación mas allá de unos meses. Siegfrid Bangert, miembro de la presidencia y de la sección internacional de la Ebert, sí ha reconocido que los presupuestos destinados a España han alcanzado, desde la legalización de los partidos, los 12 millones de marcos. Los presupuestos de cada año no son nunca trasvasados en su totalidad, para evitar que con ellos se pueda producir alguna especulación monetaria con las cuentas bancarias.

En la comisión del Congreso de los Diputados existe el convencimiento de que, efectivamente, parte del dinero entregado por Pfaegen en 1976 se destinó a España, y no existen dudas de que los periodistas Ekart Spoo, del Frankfurter Rundschau, y Valentín Popescu, de La Vanguardia, recogieron fielmente las declaraciones del diputado socialdemócrata Peter Struck en la comisión de juristas de Hannover, en la que involucró a Wichniewski, actual tesorero del Partido Socialdemócrata (SPD). El causante directo de todo el malentendido ha sido precisamente esa ligereza cometida por Struck, de la que posteriormente se retractó.

Voto particular

Leopoldo Torres, presidente de la comisión, ha realizado una labor escrupulosa, y ello es reconocido incluso por el miembro de Coalición Popular José María Ruiz Gallardón. Éste, convencido de que sí ha existido dinero Flick para el PSOE, presentará un voto particular a las conclusiones. En las discusiones de la comisión tiene a su favor al centrista Luis Ortiz, cuyo futuro político es Alianza Popular. Marcos Vizcaya, representante del PNV, no ha tenido una actuación beligerante contra el partido del Gobierno porque ha llegado a la conclusión de que solamente puede demostrarse la existencia del millón de marcos de 1976. Antoni Durán Lleida, de la Minoría Catalana, ha mantenido una actitud de espectador discreto. El comunista Santiago Carrillo ha querido ver en las fundaciones centros de espionaje e incluso ha llegado a comentar que es mucho más importante en este sentido este tipo de instituciones que los funcionarios soviéticos a quienes se expulsa del país. Toda la obsesión de Carrillo radica en el carro de combate Leonard, que fabrica la Kraus-Maffei, empresa del consorcio Flick, cuyo contrato con España, por 500 unidades, se estableció en 150.000 millones de pesetas, pero que no ha llegado a firmarse.

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