Julio Iglesias halla la unanimidad en Francia
Lo único que le quedaba por hacer a Julio Iglesias en París era conquistar a los periodistas franceses, y eso también lo ha conseguido: el cantante español recibió ayer el Premio Naranja al personaje más simpático del mes, adjudicado por un grupo de reporteros parisienses. Desde Le Monde al órgano oficial del partido comunista, L'Humanité, todos han caído rendidos ante Yulio. Todos, salvo precisamente el periódico conservador más clásico, Le Figaro, que se empeña en enturbiar el triunfo. Según Julio, se trata sólo de un "problema personal" con el crítico.
La máquina publicitaria que rodea a Julio Iglesias ha funcionado a la perfección en Francia. El cantante, que acaba sus recitales el próximo día 27, ha movilizado a todo el mundo, incluso a Cristina Onassis, que pese a estar embarazada y en reposo por orden de su médico aceptó la invitación para cenar, junto con otras 120 personas, en Maxim's. Julio le envió una pequeña sonrisa y se dedicó a fondo a su nueva acompañante, una jovencita libanesa, hija de un magnate, que ha saltado, a las portadas de las revistas del corazón.La cena de Maxim's coincidió con otro acto aún más multitudinario, aunque con público diferente: la despedida del corresponsal de EL PAÍS Feliciano Fidalgo, que reunió a personalidades del mundo de la Prensa, como el director de Le Monde, André Fontaine, o Jean Daniel, de Le Nouvel Observateur; del cine (Frederic Rossif) o del teatro (François Chaumette, el primer actor de la Comedie Française), junto con arquitectos como Ricardo Bofill, escritores, sociólogos y políticos de todos los partidos, incluido el asesor personal de François Mitterrand, Regis Debray. Con todos se codeó también Julio Iglesias, que encontró tiempo suficiente como para acercarse un pequeño rato al Auberge du Vert Galant.
La cena de Maxim's
La cena de Maxim's, por el contrario, provocó celos y temores. Los invitados no cabían en sí de satisfacción -sin duda porque tienen asegurada su foto en revistas y periódicos-, mientras que los olvidados no ocultaban su indignación.
Entre los elegidos no faltaban los clásicos, como Regine, Ira de Furstenberg o el matrimonio Rossi (ella, más conocida como Carmen Martínez Bordiu), pero también aparecieron algunas caras nuevas, como Anouk Aimée, tan lánguida como se la recuerda en Un hombre y una mujer.
Las ramificaciones del imperio Iglesias ya no conocen freno. El propio Julio reconoce que hasta los nietos de sus tataranietos podrán vivir alegremente sin preocuparse de ganar un céntimo. De eso se encarga el cantante.
Hasta hace poco, Julio Iglesias no aceptaba patrocinar productos de moda. Pues bien, eso se ha acabado. A partir de ahora, unas gafas y una línea de artículos de deportes llevarán su firma, al igual que un modelo de zapatos.
Pies sensibles
"Julio tiene los pies muy sensibles, y se me ocurrió que unos zapatos con suela especial y cuero superfino podrían gustarle", explicó el autor de la idea, el jugador de fútbol varias veces internacional Pedro de Felipe. El cantante tiene debilidad -eso dicen todos sus amigos- por la tribu que le rodea o que le rodeó en otras épocas. De Felipe entró con Julio Iglesias en el Real Madrid, y no sufrió ningún accidente como el que apartó al cantante del balón, así que hizo una buena carrera: jugó muchos años como defensa central. Ahora, en la cuarentena, se dedica a los negocios. El nuevo modelo de zapatos, que se presentará hoy en París, se fabricará en Menorca, y los dueños ya se relamen de gusto.
El que Julio es un hombre de tribu no ofrece dudas. En los pocos días que ha estado en París ha tenido tiempo para traer a su padre, a su tío, a un hermano y a su hija, Chabeli, que estudia en Londres y que se acercó a la capital francesa para entregar modosamente a su padre un ramo de flores en el escenario. El público reaccionó muy bien al detalle, pero no todos los días se produce esa onda de comunicación. El teatro Rex está siempre lleno, pero a veces Julio Iglesias se las ve y se las desea para calentar a los espectadores.
Quienes no necesitan estímulos son sus hinchas, que se agolpan, insensibles al frío, frente a la puerta del teatro para verle salir. Lástima que haga tanto frío en París y que el cantante tenga que protegerse con una bufanda, subida hasta los ojos, que le oculta a la mirada de sus admiradores. Por si alguno se lanza a abrazar a su ídolo, cada noche, varias decenas de gendarmes bien pertrechados y llegados en dos autobuses se encargan de vigilar y de proteger al cantante.
Julio Iglesias ha hecho que se hable más de España en Francia que varias campañas publicitarias conjuntas. Las tres cadenas de televisión y prácticamente todas las emisoras de radio le han dedicado programas y más de un sociólogo se ha interesado por el fenómeno.
El cantante español, que se expresa muy bien en francés, ha respondido a su imagen y ha aprovechado todos los canales de comunicación para introducirse en las casas de los franceses. Hoy es un ídolo equivalente a los que siempre existieron en el universo del mundo de la música moderna. Aquí no le regatean elogios, y él aparece sensible a estos halagos foráneos, tanto como a los de los propios.
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