Barenboim y el genio de Beethoven

Aunque como director de orquesta Daniel Barenboim ha actuado con cierta frecuencia en estos últimos años, hacía bastante tiempo que los aficionados barceloneses no tenían oportunidad de escucharle en su condición de pianista, faceta: en la que Barenboim, con su innata musicalidad, está considerado como uno de los mejores.Sin duda, poder contar con un recital pianístico de Barenhoim dedicado a Beethoven para inaugurar el ciclo Año Europeo de la Música ha sido un éxito para Ibercàmera, ya que el Palau se llenó totalmente, manifestándose con ello que la iniciativa ha tenido una buena acogida entre los melómanos barceloneses.

Ciertamente, el concierto que ofreció Daniel Barenboim, será recordado como uno de los actos más emotivos, así como por la vital y bella lectura que este pianista argentino ofreció de la música beethoveniana; también el contenido del programa manifestaba un inteligente criterio al estar compuesto por tres significativas sonatas del genial compositor. Así, la primera parte del concierto estaba integrada por la audición de las Sonatas 1 y 18, mientras que en la segunda mitad estaba ocupada exclusivamente por la importante Sonata número 29.

De algún modo, pues, teníamos la ocasión de seguir a Beethoven desde los inicios de su actividad creadora, claramente influenciada por Mozart y Haydn, admirar la personal asimilación y las innovaciones que introduce en los moldes de la sonata clásica en la segunda de las obras programadas y emocionarnos con la Sonata op. 106, donde el genio de Beethoven en su plena madurez establece una brillante dialéctica entre el espíritu del viejo mundo clásico y la naciente energía de las nuevas ideas del romanticismo.

Toque preciosista

En verdad Barenboim, con su toque preciocista, su inteligencia analítica y su temperamento extrovertido, centró magníficamente su interpretación en el estilo requerido de cada obra, demostrando a lo largo del recital su capacidad para conferir al piano una rica gama de sonoridades, así como una pulsación ágil y precisa. Así, en la Primera sonata el pianista nos sugestionó por el carácter entusiasta que imprimió a la ejecución, estableciendo igualmente un inteligente juego de contrastes.En la Sonata número 18 -tan sorprendente en sus rasgos humorísticos y en parte virtuosísticos- Barenboim se expresó con un estilo que parecía evocar las vivencias sentimentales y las inquietudes estéticas del compositor, mientras que en la Sonata número 29, página realmente problemática, el admirado pianista conmovió al auditorio con un discurso de vigorosa tensión expresiva.

Realmente, salvo cierta lentitud en el tempo y los ruidosos golpes de pedal, pocos reparos pueden hacerse a la versión que realizó Barenboim de la obra, ya que la lectura respiró el requerido dramatismo, su desarrollo manifestó coherencia y la complejidad estructural de la partitura se mostró con precisa claridad.