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Simón Peres intenta acelerar la retirada del Ejercito israelí del sur de Líbano

El primer ministro israelí, el laborista Simón Peres, hace lo posible para acelerar la evacuación de Líbano por el Ejército de su país. Las pérdidas humanas casi diarias -otros siete soldados israelíes han resultado heridos más o menos gravemente en los últimos días- son un precio demasiado alto, que se está pagando continuamente.

Además, el mantenimiento del Tsahal (Ejército israelí) al sur de Líbano no garatiza que las granadas de los katiuska no vuelvan a caer sobre Galilea. De hecho, tras el despliegue del Ejército israelí a lo largo del río Awali, 18 proyectiles han caído en territorio israelí.Peres está convencido de que una reducción del ejército sobre la frontera internacional, junto a la amenaza de una intervención masiva si la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) retorna sus posiciones en Líbano, sería un arma de disuasión más eficaz que una presencia militar prolongada en el seno de una población cada vez más hostil. Bajo esta perspectiva, cada nuevo día de ocupación disminuyen las posibilidades de llegar a un acuerdo con los shiíes que son la fuerza dominante en el sur de Líbano.

Además, las detenciones y las represalias practicadas contra los pueblos sospechosos de colaboración con los guerrilleros shiíes no han reducido en absoluto los ataques contra las fuerzas israelíes, pero van levantando un muro de odio entre el Tsahal y una población que en 1982, exacerbada por la ocupación militar palestina, recibió a los soldados israelíes como liberadores, con arroz y flores.

Incapaces de disparar

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El campo de Ansar, vacío desde hace dos años, cuando se intercambiaron prisioneros palestinos por israelíes que estaban en manos de la OLP, se ha llenado de nuevo. En la actualidad cuenta con cerca de 1.200 detenidos en su mayoría shiíes.

Recientemente, cuando una patrulla israelí entró en un pueblo en busca de guerrilleros shiíes, una masa compacta de mujeres y niños, hostiles y rencorosos, acudió a su encuentro. ¿Qué hacer entonces? Se trata de uña situación delicada. Para abrirse camino hacia las casas o la mezquita, donde probablemente se esconden los combatientes shiíes, tras las conminaciones habituales hay que disparar. Primero al aire después sobre la masa. Un hecho se ha comprobado en las altas esferas: la mayoría de los oficiales israelíes son incapaces de ordenar a la tropa que dispare. El Ejército de Israel no está preparado para este tipo de ejercicio.

A alguien se le ocurrió entonces una idea genial: pedir la ayuda de un psiquiatra del Ejército para tratar a los militares recalcitrantes, afectados por una conciencia que les impide disparar sobre civiles desarmados.

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