Flamenco y cultura bajo la sombra de Federico García Lorca
Algo sobre lo que conviene reflexionar ocurrió la noche del pasado 29 de diciembre, en el teatro Español de Madrid, cuando finalizaban las celebraciones en recuerdo del estreno en el mismo escenario, 50 años atrás, de la Yerma de Federico García Lorca. Un flamenco, Enrique Pantoja, se encaró con el público que momentos antes había protestado la actuación de Lola Flores -a quien él acompañaba- y gritó: "¿No es esto cultura, eh? ¿No es esto cultura?".Toda la noche venía siendo un fervoroso homenaje a Lorca; llegó Lola y rompió la baraja. Ella debería haber hecho el Zorongo gitano, pero se excusó alegando que los compañeros que lo hacían con, ella se hallaban trabajando y no habían llegado aún.
No voy a entrar en lo justificable de esas ausencias, en un acontecimiento tan importante y mediando, supongo, los corres pondientes contratos. Lo cierto es que Lola Flores cambió el Zorongo por un poema de Rafael de León dedicado a Lorca.
Podría haber quedado la cosa ahí, aunque ya hubo unos silbidos de aviso entre el público, pero conocida es la tenacidad de Lola Flores cuando persigue el propio protagonismo.
Pidió la colaboración de sus compañeros, que siendo nombres de importancia en el arte -como Ana Belén, Manzanita, Amancio Prada, Lole y Manuel- tuvieron la cortesía y la humildad de acompañarla.
A poco el escenario del teatro Español, habilitado para un gran homenaje a Lorca, se había convertido en un tablao de cuarta categoría, con el baile de Lola Flores, el cante sin clase de Toni Maya y las palmas y las patadas de Enrique Pantoja
.Cultura de dedo
Fue entonces cuando uno del público que llenaba el Español gritó algo sobre la cultura de dedo, secundado por otros espectadores, y el desconcierto cundió en el escenario. Manuel, con muy buen sentido, comenzó a cantar una de sus cosas, pienso que para serenar los ánimos, pero Pantoja salió a los medios, hizo varias de sus piruetas y ese desplante al público que pasará a la historia: "¿No es esto cultura, eh?".
Pues no, no es cultura lo que la señora Flores y el señor Pantoja hicieron en el teatro Español de Madrid la noche del 29 de diciembre de 1984 en el contexto del recuerdo del estreno de Yerma. No porque el hecho flamenco no sea un hecho cultural, sino porque lo que ellos hicieron no tenía nada que ver con él. Fue, una vez más, la miserable fiamenquería que tanto daño ha hecho siempre -y sigue haciendo, lo acabamos de ver- a un arte que cuando se da en su desnuda verdad tiene una grandeza impresionante.
Cosas como ésta daban pie a Eugenio Noel para hablar de los canallas flamencos con encono, pero, a veces, con fundamento que los flamencófilos le venimos negando habitualmente por un afán cegato de defender lo nuestro. Cosas así eran las que rebelaban al fallecido maestro Antonio Mairena y le hacían sentirse enfermo de vergúenza por la vergüenza que otros estaban echando sobre el arte que él luchaba por enaltecer con tanta categoría.
Cosas así son las que pueden haber alejado de la afición al arte flamenco a buen número de los espectadores de la otra noche en el Teatro Español, que antes habían oído con respeto y aplauso el cante hermoso de Carmen Linares, el cante digno de Enrique Morente, y que cuando Pantoja soltó su chulería se pusieron en pie y abandonaron la sala apresuradamente. Quizá, ante el espectáculo ofrecido, abandonaron el flamenco para siempre...
Babelia
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