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Reportaje:El terrorismo fascista en Italia

La impunidad del 'partido de las bombas'

La matanza del 'túnel del infierno' evoca las connivencias de que ha gozado el 'terrorismo negro' en Italia

Juan Arias

El horrible atentado de Navidad perpetrado la noche del 23 pasado en el llamado túnel maldito del infierno, entre las regiones de Toscana y Regio Emilia, en los Apeninos, con su balance de 15 muertos y 112 heridos, ha sido imputado casi unánimemente a los movimientos neofascistas. La verosimilitud de las reivindicaciones hechas por estos grupos y los numerosos antecedentes de casos similares señalan al terrorismo negro como el más probable autor de la matanza.

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La fundada sospecha de que, detrás de la terrible matanza del pasado 23 de diciembre, se encuentra el terrorismo de signo fascista ha replanteado toda una serie de interrogantes en este país, ya tan duramente castigado por los diversos terrorismosEl primero de todos es el de la impunidad de que ha gozado siempre el terrorismo nazi-fascista en este país. Una impunidad que esta vez ha sido contestada en todo el país con una fuerza especial. Una impunidad que ha llevado a los familiares de las víctimas a negar sus muertos al funeral de Estado celebrado en la iglesia de San Petronio, de Bolonia, ante la presencia del jefe del Estado, el anciano Sandro Pertini, el único aplaudido de las autoridades presentes.

Magistrados, hombres de Iglesia, partidos políticos, simples ciudadanos, sindicalistas y hasta el mismo presidente del Gobierno, Bettino Craxi, han confesado esta vez, sin tapujos, con increíble convicción, que ha habido demasiadas connivencias, demasiados retrasos institucionales, demasiadas ocultaciones de pruebas, demasiadas absoluciones, demasiada impunidad con el llamado "partido de las bombas" o "partido de las matanzas", es decir, con el terrorismo negro de la extrema derecha fascista. Y todo ello es más grave si cabe si se tiene en cuenta, como ha escrito el secretario general del partido comunista, Alessandro Natta, que el Estado ha sido capaz, por el contrario, de derrotar al temible terrorismo de grupos de la extrema izquierda.

Y la pregunta que se hacen todos es cómo esto ha sido posible. Porque no es que no se conozca el mapa del terrorismo negro en este país. No es que los magistrados no hayan llevado a la cárcel a cientos de personajes considerados culpables. Es que todos ellos han acabado, en procesos absurdos, puestos en libertad por falta de pruebas. No es que no haya habido arrepentidos que han explicado con pelos y señales la filosofía nihilista del terrorismo nazi-fascista y su deseo de golpear en la masa, puesto que para ellos no existen inocentes, sino enemigos. Es que a ellos no se les ha creído, mientras se ha creído a los arrepentidos de las Brigadas Rojas o de la Mafia.

¿Por qué? La respuesta que dan las fuerzas democráticas es que en el terrorismo negro han estado implicados demasiados personajes del Estado, de los Gobiernos, de los servicios secretos. Porque los atentados neofascistas fueron utilizados por una cierta derecha autoritaria para justificar una política reaccionaria contra una escalada de la izquierda.

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Y todo lo que se refería al terrorismo negro venía como removido psicológicamente, como ocultado con un velo de misterio, cubierto por la excusa del secreto de Estado, protegido por altos responsables nunca descubiertos.

Todo esto, hasta el punto que mientras muchos magistrados seguían alertando sobre la peligrosidad de dicho terrorismo de la extrema derecha, el mismo responsable del Gobierno, en su última relación semestral al Comité de los Servicios de Información y Seguridad del Estado, ha dedicado 10 folios al resurgir del terrorismo de la extrema izquierda y sólo tres al terrorismo negro.

Y hay magistrados que piensan que ha sido probablemente esta impunidad concedido a los terroristas negros, que acaban siendo siempre absueltos en todos los procesos, lo que les ha hecho convencerse de que pueden reorganizarse tranquilamente y volver a golpear con toda tranquilidad.

¿Quiénes son estos movimientos o este partido de las bombas? Los investigadores aseguran que han existido más de 100 siglas que los agrupaban para crear confusión, pero que en los momentos de actuar se reconocían cada vez en el grupo más fuerte. Las siglas más conocidas son el NAR (Núcleos Armados Revolucionarios), Orden Nuevo, Orden Negro, Tercera Posición, Rosa de los Vientos, Vanguardia Nacional, Frente Nacional, etcétera.

La más famosa de estas organizaciones es el NAR. No fue nunca un grupo organizado, y se caracterizó siempre por su espontaneidad armada. Los personajes más conocidos, hoy fugitivos, son Pasquale Belsito y Vittorio Spadavecchia. Algún histórico, como Giuva Fioravanti, están en la cárcel.

Orden Nuevo es el grupo que ha actuado sobre todo en Toscana, capitaneado por Mario Tuti. Fue este grupo quien reivindicó el asesinato del juez Vittorio Occorsio, que estaba indagando sobre los grupos neofascistas. Mario Tuti está acusado de varios asesinatos, y los jueces de Florencia y Arezo estaban investigando para implicarlo los días pasados en los últimos atentados a los trenes.

Tercera Posición, que, junto con Orden Nuevo, ha reivindicado el último atentado de Navidad, es un grupo que aún sigue actuando como tal, y que cuenta con activis -

La impunidad del partido de las bombas

tas en toda Italia. Sus jefes son Roberto Fiori y Gabriele Adinolfi, refugiados en el Reino Unido. Es aún hoy una de las células más peligrosas.Por lo que se refiere a la Rosa de los Vientos, como aparece en el informe de la comisión parlamentaria que ha indagado sobre la logia secreta P-2, de Licio Gelli, es un grupo que actuó sobre todo en la región de Venecia. Reunía a unas 20 ramas. Fue este grupo, según la comisión P-2, quien hizo de lazo de unión entre el general Ugo Ricci y el general Luigi Nardelli, todos pertenecientes a la P-2, y los extremistas de Orden Negro, Vanguardia Nacional, Frente Nacional de Borghese, y con las mismas Brigadas Rojas.

Conexiones con Licio Gelli

Según dicha relación, los neofascistas toscanos intentaron, en 1974 (año de la matanza del Italicus), reorganizar Orden Nuevo bajo la etiqueta de Orden Negro en conexión con la Rosa de los Vientos. Afirma que dicha organización fue subvencionada económicamente por Licio Gelli, implicado también en la terrible matanza de la estación de Bolonia, de 1980, con su balance de 85 muertos. Y se afirma también que dichos grupos toscanos fueron quienes llevaron a cabo toda una serie de atentados a los trenes entre 1969 y 1975, y con mucha probabilidad quienes perpetraron también el atentado al tren Italicus, en 1974.

El hecho de que los más altos jefes de los servicios secretos de aquella época y muchos de los magistrados responsables de procesos a neofaseistas resultaran después en las listas de la P-2 es la mejor explicación para muchos observadores de la impunidad que han gozado dichos grupos. Se explica también que algunos magistrados que estaban indagando en este sentido fueran asesinados, otros destituidos de sus investigaciones o cambiados de lugar, o impedidos por sus superiores seguir investigando.

Se explican igualmente ciertas absoluciones, que clamaron al cielo, de terroristas neofascistas acusados de las mayores matanzas. O el que nunca hayan vuelto fugitivos importantísimos, como Stefa no delle Chiaie o Clemente Graziani, jefes de los movimientos más temibles de la extrema derecha, al parecer refugiados en América Latina. O cómo pudieron ser protegidos personajes infiltrados por los servicios secretos, como Guido Giannettini, el llamado agente Zeta, en la matanza de plaza Fontana, o los generales Vito Miceli y Adelio Maletti, responsa bles máximos de los servicios se cretos militares de entonces. Y una prueba de que los servicios secretos han continuado, aún después de sus continuas reformas, deformando las pruebas de los procesos contra los neofascistas terroristas ha sido últimamente la detención del general Pietro Musumeci, número dos del SISMI, los actuales servicios secretos militares, acusado, entre otras cosas, de haber desviado las investigaciones de los jueces de Bolonia sobre el atentado a la estación sobre una falsa pista internacional, llegando a inventarse un nuevo atentado a otro tren para dicha finalidad.

En realidad se sabe mucho de cómo han actuado estos años dichos grupos de la extrema derecha fascista. Se sabe, pero no se ha hecho nada. Se ha concluido, por ejemplo, que desde 1969 a hoy han usado tres tipos de estrategia. De 1969 a 1973, capitaneados por el máximo ideólogo Franco Freda, todos los atentados tenían la finalidad de echar su responsabilidad a fuerzas de izquierdas, cómo ocurrió con plaza Fontana, de Milán, de cuyo atentado se acusó al bailarín anarquista Pietro Valpreda para que pareciera una matanza de la izquierda.

Vino después la conexión de dichos grupos con las tentativas de golpe. Lo han declarado varios neofascistas arrepentidos, quienes han añadido que ellos siempre estuvieron convencidos que la mayoría de los atentados de masa habían sido organizados por los servicios secretos, como ha confesado a los jueces el terrorista negro Sergio Calore, quien ha añadido que todos los atentados neofascistas habían tenido en el pasado una clara finalidad golpista.

Y por último, cuando dichos grupos extremistas de la derecha se daban cuenta de que el país reaccionaba en clave democrática, y que los golpes acababan abortando por falta de consenso popular, se hacían atentados matanza para mantener viva la atención pública, para sembrar el pánico y para amedrentar.

El objetivo de los trenes

Precisamente en los últimos meses había tenido lugar una iniciativa importante. Dos jueces especializados en el terrorismo negro: Pier Luigi Vigna, encargado de la investigación a los atentados a los trenes en la zona de Toscana, y Rosario Minna, que desde hace años investiga sobre la subversión neofascista, han encargado a un grupo de estudio especializado el análisis del fenómeno del terrorismo nazi-fascista y su ideología. El resultado, un volumen de 100 páginas, está ahora en manos de los jueces. En dicho estudio se revela, recogiendo testimonios de los mismos terroristas negros detenidos, que la matanza de inocentes es una constante de la filosofía neofascista. Se afirma que para dichos neofascistas no existen inocentes, sino "los otros", los "diversos", y que todos ellos son culpables y "no tienen el derecho a la existencia".

Y han revelado que el objetivo primordial han sido los trenes. Figura en un manuscrito de 30 páginas de Mario Tuti que le fue secuestrado en 1980. En él se afirma que en un país como Italia paralizar los trenes es paralizar el país. Y sobre todo el trecho entre Toscana y Emilia, punto clave de las comunicaciones con el extranjero.

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