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Reportaje:El tráfico de estupefacientes

"Niño Dios, ¿qué quieres que te regale,

En países donde la miseria es tan generalizada y las diferencias entre pobres y ricos tan marcadas, caer en la trampa de la mafia es muy fácil. En Colombia ocurrió a gran escala, por primera vez, hace unos 15 años, con el auge de la marihuana. Aunque al campesino sólo le quedaba el 1% de las ganancias del negocio, para ellos era suficiente: muchos no habían visto jamás juntos 50 billetes de 1.000 pesos. De este cultivo llegaron a depender más de 150.000 familias. Aún hoy existen muchos pueblos sumidos en el desconcierto que les dejó esta temporal bonanza. Nadie quiere regresar a la vieja miseria.En Perú, en este momento, sembrar una hectárea de maíz representa al campesino una ganancia de 10.000 soles; sembrarla de coca deja ganancias de 60.000. Allí, en Cachicupa, un pueblo escondido en la selva, los mafiosos llegan en helicóptero y reparten dinero a manos llenas para que la gente se dedique a fabricar pasta de cocaína. Los habitantes se han organizado de tal forma que no dejan que se acuse o detenga a ninguno de ellos.

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La cocaína del hambre

En Bolivia, la acción del Ejército contra la región del Chapare, donde crece alrededor de una tercera parte de la producción mundial de la hoja, ha creado un grave problema social. Tras la ocupación -el pasado mes de agosto-, el peso boliviano se devaluó en un solo día en un 30%. Los campesinos, que abandonaron hace años los cultivos de arroz y trigo, están desesperados, pues vivían de la mafia. Unos cultivaban la hoja, otros traficaban con el queroseno y otros trabajaban en los laboratorios pisoteando, desopalzos, las hojas de coca empapadas del combustible. Los traficantes también pagaban a los campesinos para que llevaran la pasta de cocaína, por caminos montañosos, hasta Cochabamba. Aunque el Ejército ya se retiró, la policía mantiene el control de esta zona.

En Colombia, en los últimos seis años la mafia de la cocaína, en una desenfrenada carrera, que sólo detuvo en parte el asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, se fue aduefiando de todo. grandes extensiones de tierra, medios de comunicación, empresas de transporte, equipos de fútbol, grupos financieros. Crearon sus propios movimientos políticos y llegaron al Congreso de la República. Su dinero y su poder tocaron a todos los estamentos de la sociedad desde los obreros, que se sentían orgullosos de trabajar para los ri cos más ricos de Colombia y recibían un jornal cinco veces mayor al que estaban acostumbra dos a ganar; hasta la Iglesia y los partidos políticos tradicionales que han recibido gustosos su apoyo económico. Al presidente Belisario Betancur, y a su rival, el liberal Alfonso López Michelsen, se les acusa de haber financiado su campaña presidencial con dinero caliente, procedente del tráfico de droga.

En Bolivia, para nadie es un secreto que el negocio de la cocaína ha crecido bajo la protección de la dictadura militar. Al golpe que llevó al poder al general García Meza en 1980 se le conoce como el golpe de los cocadólares. Su ministro del Interior, Luis Arce Gómez, es llamado el ministro de la cocaína.

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Las ganancias de este tráfico ilegal han generado hechos que parecen fantásticos: el padrino de la mafia en Bolivia, Roberto Suárez, levantó una fortaleza en medio de la selva. Una lujosa mansión con pista de aterrizaje, emisora de radio y fuerzas armadas propias. Suárez protagonizó hace año y medio un hecho insólito: mandó asaltar una avioneta del Banco Central y tomó prestados 800.000 dólares. Veinticuatro horas después, tras negociar con ellos, los devolvió al banco. Este mismo hombre propuso una vez pagar la deuda externa de Bolivia a cambio de la libertad de su hijo, detenido en Estados Unidos. En Colombia, las fiestas y celebraciones de los hijos de esta nueva clase están creando toda una leyenda. En las primeras comuniones y cumpleaños las sorpresas para los pequeños son coches, equipos de sonido y piedras preciosas, y se traen desde el extranjero a los artistas que los niños ven en la televisión. Es casi una realidad el chiste del niño mafloso que en su carta al Niño Dios escribe: "Querido Niño Dios, ¿qué quieres que te regale?".

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