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Manuel González Scott-Glendonwyn

Un coronel que abandonó el Ejército para probar fortuna en la captura del langostino en Nigeria

Manuel González Scott-Glendonwyn, de 68 años, es un coronel retirado de Estado Mayor que hace ocho años decidió colgar el uniforme y el fajín azul y trasladarse solo a Nigeria a buscar fortuna en la captura del langostino. Hoy, Manolo Scott, como se le conoce dentro del Ejército español, es un pequeño empresario, residente en Lagos, de quien dependen 300 familias españolas, en su mayoría marineros que navegan por las costas nigerianas en busca de tan preciado marisco.

Este militar nació en la localidad sevillana de Écija, donde su padre ejercía como farmaceútico, aunque toda su familia procede o está asentada en tierras del Campo de Gibraltar. Nieto, por vía materna de un coronel británico que murió en la India de paludismo y de una sanroqueña, a la que este último conoció cuando estaba destinado en un regimiento de la guarnición de Gibraltar, González Scott-Glendonwyn hizo toda su carrera militar en África, su pasión.Empezó en 1936, primer año de la Guerra Civil, como soldado voluntario en el Grupo de Regulares número 34, con guarnición en Larache, cuando todavía era un estudiante de tercero de Medicina. Ascendió por méritos de guerra y en 1939, terminada ésta, era ya un flamante capitán al frente de una compañía de tropas indígenas. Desde entonces y hasta su salida del Ejército, todo el mando que ha ejercido sobre tropa lo hizo en Africa, primero en el Protectorado español de Marruecos y luego en las plazas de Ceuta y Melilla.

Arriesgado aventureroPapa Manolo, como le llaman los nigerianos, fue siempre un arriegado aventurero, que mezcló sus ocupaciones militares con la búsqueda de fortuna. Así, cuando le preguntan cómo piensa, responde "Desde los pies a la cabeza". Y lo razona diciendo que fue él quien lanzó al mercado español el limpiacalzados Kanfor, después vendido a una empresa norteamericana, y el capilar Sj-38, aquel crecepelo en el que tenían intereses los jesuitas.

Este militar, que ha vivido ya tres revoluciones en Nigeria, reside en el Eko Hotel de Lagos, lejos de su mujer e hijos, "a quienes sólo veo en vacaciones", en una habitación de 20 metros cuadrados, con teléfono directo. En ella tiene instalados un televisor, dos vídeos; dos frigórificos; una pequeña cocina y una abundante despensa de productos españoles repartidos en dos armarios. Allí no falta de nada: una curiosa selección de caldos jerezanos; embutidos onubenses, salmantinos y catalanes de todo tipo; quesos manchegos y zamoranos; galletas de Aguilar de Campoo; latas de fabada asturiana; conservas gallegas; aceites de Córdoba y Jaén; turrón de Jijona y Alicante; polvorones de Estepa y hasta agua mineral embasada procedente del Río Bezoya.

"Aquí nada más que se consumen productos españoles", dice Manolo Scott, que convierte su habitación todas las tardes en un centro de reunión de españoles afincados o de tránsito en Nigeria, que van desde periodistas y hombres de negocios a las tripulaciones de Iberia. De vez en cuando, Manolo sorprende a sus invitados y saca, de su colección de videos, una buena corrida de Victorino Martín o el último partido televisado del Real Madrid, que se lo envían desde España.

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